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Cartas al director

El gol de medianoche

Un fenómeno natural que atrapa y subyuga a quien lo ve por primera vez es el llamado sol de medianoche; una experiencia única que uno jamás olvida, poesía en estado puro. Quienes vivimos en estas latitudes debemos conformarnos, qué remedio, con visiones más prosaicas y menos enriquecedoras. Los dirigentes del fútbol, junto con las televisiones, nos obsequian cada vez más con partidos que comienzan a las 22:00 y al día siguiente es laborable. Les trae al pairo que haya gente que comienza su jornada laboral muy de mañana y que la chavalería deba también madrugar para ir al cole. ¿Qué padre en su sano juicio va a ir al estadio con su hijo niño o adolescente y salir del estadio a medianoche para a continuación trasladarse a su domicilio? Fijar ese horario es un despropósito descomunal, un sinsentido, aunque a decir verdad a nadie obligan a ir aunque sean socios. Las televisiones son quienes empuñan la sartén por el mango y como pagan, exigen. Uno se pregunta si en las ligas europeas se da este mismo caso o somos una excepción que confirma aquello de Spain is different también con el balompié. Los aficionados ven no el sol sino el «gol de medianoche»; caso que lo marque su equipo y gracias a ese gol gane el partido, miel sobre hojuelas; en caso contrario, picazón y tristeza para a continuación ir a casa, llegar a las tantas cansado y cabreado por los efectos del susodicho gol y tardar en conciliar el sueño. Los efectos secundarios persisten cuando suena el sádico despertador a las pocas horas ya que el doliente sufridor padece una resaca anímica de campeonato, nunca mejor dicho.

Francisco Javier Sáenz Martínez

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