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Cartas al director

La gran coalición

Puede parecer un objetivo necesario e imposible, a la vez, por decirlo así de entrada, pero se trataría de preparar el camino para conseguir un Gobierno de coalición de los dos grandes partidos, en este caso PP y PSOE. Convendría empezar explicando por qué hoy resulta inconcebible entre nosotros ese tipo de Gobierno, que en dicho país se ha formado cuatro veces en el último medio siglo.

Un poco de historia constitucional española resulta imprescindible. A mediados de la década de 1990, cuando PSOE y PP necesitaron completar sus exiguas mayorías parlamentarias, acudieron principalmente al llamado nacionalismo catalán moderado, que entonces contaba con un amplio grupo en el Congreso de los Diputados (Convergència i Unió). Aquella fórmula pudo tener aspectos discutibles, pero presentaba dos importantes ventajas: como facilitar la participación en el Gobierno de España de una minoría importante y entonces leal a la Constitución y, sobre todo, no perturbaba el consenso de los dos grandes partidos en materia autonómica. Pero todo ello cambió cuando en diciembre de 2003 el PSC-PSOE suscribió con Iniciativa per Catalunya Verds-Esquerra Unida y con Esquerra Republicana el llamado pacto del Tinell, mediante el cual, y entre otras cosas, los partidos firmantes «se comprometen a impedir la presencia del PP en el Gobierno del Estado y renuncian a establecer pactos de Gobierno y pactos parlamentarios estables en las cámaras estatales». El pacto del Tinell tuvo dos consecuencias: la ruptura del consenso autonómico, forjado en la Constitución de 1978 y renovado en los pactos de 1981 y 1992; y, de modo más general, la rotura de puentes institucionales con el PP, con la renuncia a todo pacto estable, y, en particular, de todo pacto de Gobierno. Cualquier grosse Koalition quedaba así expresamente excluida.

El pacto del Tinell pudo haberse quedado en una maniobra anecdótica y transitoria, pero desgraciadamente no fue así. En efecto, el pacto se convirtió en el símbolo de una decisión estratégica del PSOE de formar alianzas permanentes con los nacionalismos periféricos, decisión que actualmente se mantiene. De ahí que los resultados electorales del 23 de julio se celebraran en la madrileña calle de Ferraz como una victoria: era la victoria de esa alianza del PSOE con los nacionalistas, que en diciembre cumplirá veinte años.

El problema es que el modelo del Tinell se ha agotado completamente. La deriva independentista del nacionalismo catalán y el intento secesionista del 2017 pusieron de manifiesto lo imprescindible del consenso PP-PSOE en materia territorial, y la creciente fuerza electoral y política de Bildu ha abierto una brecha en otra de las esquinas de le geografía constitucional española. ¿Cómo puede sostenerse un pacto de gobernabilidad con quienes quieren destruir España?

Genaro Novo

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