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20 de septiembre de 2024

Cartas al director

La mayoría social, secuestrada y en Babia

Núñez Feijóo ganó las elecciones, pero no la mayoría social. Tampoco Sánchez, pero está dispuesto a comprarla a cualquier precio. Si hubiera segunda vuelta en nuestras elecciones, la mayoría social podría autodefinirse por los ciudadanos, manteniendo o cambiando el voto que dieron en primera vuelta según las previsibles asociaciones. Pero no la hay.

No sería grave si los partidos se atuvieran a lo que prometieron en sus programas y en sus mítines. Pero cuando un partido, el PSOE (?) en este caso, decide cambiar diametralmente sus intenciones porque en la subasta «cambia de opinión» su líder, muchos votantes se ven engañosamente contabilizados en una inverosímil mayoría social que apoya cosas bien alejadas e incluso opuestas a sus intereses. Sirva de ejemplo el caso de Castilla-La Mancha y cómo se expresa Page. Sus diputados, como todos, son dueños de su voto, que no es del partido. Pero, ante una votación abierta, serán condenados por tránsfugas si no rinden su conciencia a las órdenes de Sánchez aunque, en puridad, los tránsfugas de lo que se prometió al votante son Sánchez y el Partido. Este comportamiento autocrático es exactamente el de las sectas.

¿Qué porcentaje de la «mayoría social» contabilizada por el PSOE no está a favor de la amnistía a los puigdemónidos, el gasto en los pinganillos en el Congreso, o la consulta vinculante en un territorio autonómico? No nos lo preguntan, pero hay muchos que piensan como Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, y seguramente como algunos de los diputados con conciencia de que deben oponerse al tránsfuga Sánchez. Para facilitar la salida de éstos últimos del conflicto obediencia sectaria versus libre conciencia, se precisa que sean secretas las votaciones de las leyes que obedezcan a las extorsiones aceptadas por Sánchez. El reglamento del Congreso así lo obliga a solicitud de dos partidos.

La situación de España es absolutamente crítica. Diputados socialistas: está en sus manos que defiendan lo que predicaron y nos libren de la pesadilla que plantea este autócrata que seguramente, por cómo les ignora, les desprecia.

Pablo Espinet

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