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Cartas al director

Silbo gomero

El silbo gomero, a diferencia del catalán, el gallego y el batúa, es patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Desde 2018 la enseñanza del silbo forma parte del contenido curricular de la asignatura de Lengua en la educación primaria y secundaria obligatoria en las escuelas de la isla. Y su enseñanza proporciona empleo y nómina –esta sí es material– a un número creciente de profesores, evaluadores, coordinadores y estudiosos de este lenguaje ancestral, tan útil y progresista, no como el latín, lengua tan muerta como imperialista donde las haya. Por eso es incomprensible que el espectro más progresista del Congreso multilingüe –léase PNV, ERC y BILDU– encabezados por la Francina, todos tan amantes de lo ancestral y de los hechos diferenciales, no se hayan movilizado para incluir al silbo en los recién estrenados pinganillos del esperpento. Se me ocurre que el motivo sea porque los silbidos nacieron para entenderse dos interlocutores separados por un barranco y, como es sabido, el espectro más progre del Congreso se afana en agrandar esos barrancos para preservar su hecho diferencial a salvo de cualquier contaminación exterior a su tribu respectiva. El caso es que al excluir el silbo del Parlamento multilingüe, se pierde la oportunidad de que algún diputado silbante, sea por aprendizaje materno o por formación académico, nos regalase el momento sublime de silbar con toda sus fuerzas al pleno del Congreso. La pena es que ya no está Tito Berni para verlo, porque estoy seguro que se le saltarían las lágrimas.

Manuel Sierra

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