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Cartas al director

¿Llegará hoy mi tren?

La desazón en las estaciones de cercanías es patente: trenes con elevados y habituales retrasos o sencillamente que no circulan es el pan de cada día. A poco más de un año desde la entrada en vigor de la gratuidad de los trenes estatales de media distancia, según nos dijo nuestro sempiterno presidente ahora en funciones, para paliar el abuso de los combustibles fósiles en el transporte, la indignación es generalizada. No es para menos. Estudiantes que pierden sus primeras clases universitarias de la mañana o que después de haber acabado su jornada estudiantil pasan hasta dos horas restadas al estudio en una estación para luego hacinarse en el tren que les ha tocado en suerte; trabajadores que acumulan retrasos reiterados en sus trabajos con las consiguientes pérdidas en la cadena productiva, quizás por ello hayan pensado reducir la jornada laboral semanal sin menoscabo salarial.

Sorprende que no pase del chascarrillo en el andén o la barra del bar la incertidumbre y el estrés provocados por un medio de transporte público que no deja de ser una incógnita a diario. Esto como tantas otras cosas que por evidentes y repetidas no nombro parece que no ha colmado aún el límite de una población que observa su menoscabo vital con total impasibilidad.

Además, se anuncia la retirada de vuelos de corta distancia para reducir el efecto invernadero, pues somos los más verdes de Europa, aprovechando lo bien que funciona la red ferroviaria nacional. Tendremos que usar la bicicleta, mientras los elegidos se pasean en berlinas de lujo de gran cilindrada, no eléctricas precisamente, o vuelos chárteres, pues su apretada agenda no les permite como al común de los mortales perder su precioso tiempo, dado que trabajan para nuestro bienestar como puede apreciarse en los dos párrafos anteriores.

Juan Romero

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