La silla vacía

Hoy no estoy de ánimo para escribir sobre la nefasta política de nuestro Gobierno, por las fechas que se avecinan me voy a tomar un pequeño descanso, pero sí me gustaría hacerlo, con una edad ya más cerca de los 80 años que de otra cifra, sobre los que faltan en nuestras mesas, en la reuniones que tendremos en estos próximos días, en los que pasamos lista mentalmente de los que faltan, ¿quién no ha perdido a sus padres, a algún hermano, u otro familiar? ¡Y cómo echamos en falta a los amigos!, con los que hemos compartido quizás los mejores momentos de nuestras vidas, que han estado a nuestro lado en los momentos difíciles, formaron parte de nuestra familia sin ser de nuestra sangre, disfrutamos juntos de tantos acontecimientos familiares, compartiendo desde excursiones escolares hasta bodas, bautizos de nuestros nietos, primeras comuniones, y qué decir de las vacaciones de verano, tantos y tantos momentos que se agolpan en mi cabeza y que ahora sólo nos queda el consuelo de ir a rezarles a un frío cementerio, porque no tenemos otra opción. Nuestras reuniones ya no serán las mismas, nunca más, sólo nos queda la esperanza de que se encuentren junto al Señor y sigan velando por nosotros; mientras tanto haremos un esfuerzo para que no se nos note la tristeza cuando estemos con nuestra familia y seguiremos teniéndolos presente en nuestro corazón, aunque esté su silla vacía.