Elecciones

En pocos años la ciencia informática nos proporcionó el arma más poderosa que el hombre ha conocido, los móviles de última generación. En la palma de la mano, una herramienta capaz de procesar y transmitir a la velocidad de la luz paquetes ilimitados de información. Pero la vida es dual y, como en contabilidad, todo tiene su contrapartida. Las grandes corporaciones nos mueven como marionetas a golpe de algoritmo; y el Estado se hace omnipresente en nuestras vidas. La sonrisa suficiente de nuestra ministra de Hacienda y su continuo frotar de manos, delata una doble satisfacción: la de saber que, con poca imaginación, en una sociedad compleja se puede tributar hasta por el número de moscas que tengamos en el domicilio..., y que tiene la herramienta para contarlas. La fantasía orweliana ha tomado cuerpo. El Estado seguirá batiendo récords de recaudación y perfeccionando el sistema. Lo próximo, la eliminación del dinero físico. Los partidos, con distintos ropajes, seguirán traicionando su ideología (véase PSOE, PNV...) hacia la única religión verdadera, la de controlar el dinero del Estado, el postmoderno becerro de oro, ese inmenso maná que da el poder. Háganlo al menos con algo de estilo.

Mientras tanto, los ciudadanos seguiremos jugando a ser felices en nuestra rueda de hámster, pagando, creyéndonos dueños de nuestro destino por votar cada cuatro años, con un móvil de última generación, sin saber quién fue Cervantes, y esperando impacientes qué nos ofrece la IA. Y el mundo seguirá siendo dual porque todo tiene su antónimo. Ya saben: luz/oscuridad, amor/odio, espiritual/material, inteligencia/estupidez, libertad/esclavitud...

Elijan mientras puedan... y paguen en efectivo.