Cartas al director
Del enemigo, el Consejo
Pese a que los responsables de encargar y exponer públicamente el trapo quisieran pasar página cuanto antes, porque lo de ellos es más bien tapar el escándalo, el debate suscitado por el cartel del gran pintor Salustiano es necesario. Y lo es por el respeto debido a la fe católica y a las sagradas imágenes de las que gozamos en Sevilla, que fundamentan e identifican nuestra impresionante celebración de la Semana Santa. Porque se trata de la falsificación del Cristo histórico por una imagen manifiestamente andrógina y afeminada que en nada se corresponde con la del Dios hecho Hombre que nos revelan los diferentes Evangelios; sino todo lo contrario.
Un afeminamiento buscado sin duda por el pintor, ya que, según sus críticos, forma parte de su sello personal en no pocas obras y que en este caso se percibe al primer vistazo del rostro del amanerado resucitado y de la sinuosidad de su postura. La trampa, ya tan recurrente, de que si señalas lo anterior eres un peligroso homófobo de mirada sucia que nada entiende, no deja de ser una tomadura de pelo que el propio autor de la obra utiliza como justificación y recuerda al cuento del rey que iba desnudo con un traje sólo perceptible por los muy inteligentes. Que a Salustiano le guste pintar como pinta es su derecho; pero que todo un Consejo de Hermandades y Cofradías le encargase una obra con el riesgo de lo que ello suponía, y luego no reconozca su error retirando el cartel de la circulación, es algo tan escandaloso como el clamoroso silencio episcopal al respecto.