Cartas al director
El borrado de las familias numerosas no en palabras, también en números
Las personas de sentido común saben que la realidad prevalece por mucho que intenten llamarla de otro modo. Una fiambrera no es distinta porque ahora haya quien dice tupperware. Un discurso no deja de ser un discurso porque ahora algunos lo llamen speech. Y en efecto, una familia numerosa no será nada distinta ahora porque, tras aprobarse cierta ley, haya quien diga «familias con mayores necesidades de apoyo a la crianza». No es normal. Las familias numerosas están para quedarse tal y como son. Esa ha sido siempre su razón de ser. Crecen. Luchan. Permanecen.
Sin embargo, el nuevo proyecto de Ley de Familias obvia la mayor patología que hoy sufre España y es que no hay natalidad. Sin niños, de nada servirá debatir sobre el nombre de las cosas, tampoco sobre el apellido de nuestras familias. En 1986, España tenía 38,6 millones de habitantes y ahora 48,6. Mientras tanto, Marruecos ha pasado de 22 a 38 millones de habitantes y Argelia, de 23,5 a 46 millones. Los cursos han pasado y aquí nadie ha hecho los deberes. En efecto, el borrado de las familias no viene hoy por sorpresa mediante el cambio de las palabras –que por supuesto que nos duele–, sino que viene produciéndose año tras año con cada vez menos números de hijos. En palabras del sociólogo francés Alfred Sauvy, «las crisis económicas operan sobre el edificio social como la dinamita. La baja natalidad, como las termitas». Esto es, España se pasa la vida mirando los áticos cuando aún le tambalean sus primeros cimientos. Frente a ello, creceremos, lucharemos y permaneceremos. Porque eso es lo que hacemos las familias numerosas. Lo hacemos con palabras y sí, seguiremos haciéndolo también en número.