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Cartas al director

La grosería persistente

Es difícil soportarlo, pero lo hacemos. Algunos hasta escribimos serenamente de todo ello. Sin embargo, ya todo el ámbito gubernamental nos parece refractario. No se puede ser ministro y utilizar las redes sociales como arma arrojadiza. El adversario se ha convertido en el enemigo. Y por ello, sin el decoro de la argumentación, hay que abatirlo. No recuerdo una etapa política más zafia. Hasta los gestos de algunos son, en sí mismos, una puñalada a la virtud. Si miramos atrás y recordamos la respuesta de Óscar Puente en la investidura fallida, nos avergonzamos. Si observamos las alharacas y aspavientos de María Jesús Montero, nos horrorizamos. Si escuchamos el discurso absurdo de Yolanda Díaz, deseamos escabullirnos. Las muecas de Pedro Sánchez son impropias de un presidente. El ambiente, irrespirable. En realidad, todo es impropio en este gobierno sin presupuestos y sin apego a la verdad. El PSOE tiene ciento veinte diputados, algo inédito en una presidencia de la democracia española, y ostenta la terquedad de huir hacia delante. Hasta se permite la licencia de «colocar» a socialistas en casi la totalidad de instituciones públicas. La última, RTVE. Sánchez, que reclamaba una televisión independiente en tiempos de Rajoy, ahora sitúa a una militante de su partido en la dirección.

Se burla de todo y de todos. O eso parece. Hace escasas semanas hablaba de la ley de presupuestos como fundamental (algo obvio). Se convocaron elecciones catalanas. Y los presupuestos de este año dejaron de ser «fundamentales». Por el camino quedan las inversiones y en papel mojado todos los pactos. ¿Qué piensan los que apoyaron la investidura? El BNG, que vendió como gran éxito su negociación, ahora simplemente muestra un rostro mohíno. Molestos, pero entregados al fracaso de una legislatura que ni siquiera ha echado a andar. Porque ellos, en realidad, forman parte del fracaso de Sánchez y sus políticas. Apoyarlo es apoyar la falacia y el enredo. Un país como éste no merece tanto escarnio. Basta con salir fuera para reconocer las bondades de España. Pero yo siento que todo se está derrumbando. Los ves, los escuchas, y te preguntas cómo es posible que hayamos llegado a esto. Es la ostentación de la simpleza. Yo no soy optimista. Creo que la política española ha entrado en un laberinto del que será difícil salir. La grosería en bucle, falta finura, cortesía, gentileza.

No podemos seguir así.

Genaro Novo

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