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Cartas al director

A propósito de la inmigración

Hemos vivido en esta última semana en España una situación realmente kafkiana, lamentable y muy preocupante a propósito de la emergencia en la Comunidad Autónoma de Canarias ante la llegada masiva de inmigrantes irregulares y, en particular, de menores no acompañados.

Utilizo el término kafkiano porque la situación carece de lógica como la obra de Kafka. El (des)gobierno de Sánchez ha sido incapaz en estos años de lograr una política de Estado en un asunto tan transcendental como este, máxime cuando se trata de un país que forma parte de la frontera sur de Europa, donde por cierto se produce el mayor gap mundial en el desarrollo. En el otro extremo, Vox, un partido que ha entrado en una deriva más que preocupante, muestra su versión más xenófoba incriminando a los menores migrantes como potenciales delincuentes, mostrando así su lado más populista al pretender enfrentar un problema complejo con soluciones simples.

La migración es, sin duda, uno de los problemas más perversos a los que se enfrentan las sociedades desarrolladas, para el cual se podrían tomar en consideración dos aspectos fundamentales que nos permitan identificar su origen: la globalización económica que genera una mayor riqueza, pero a la vez desequilibrios más profundos, y la escasez de recursos en las zonas menos desarrolladas como factor determinante de la inseguridad que en ellas se produce.

La migración no es un asunto de seguridad tradicional, es algo que tiene que ser abordado de una manera integral y con la persona en el centro del problema, porque no olvidemos, los migrantes son las víctimas, no los delincuentes, son personas que buscan unas mejores condiciones de vida, cuando no de su propia seguridad física.

Se podría decir que la seguridad humana puede ser la piedra angular para abordar el problema. Este concepto de la ONU tiene dos grandes componentes la libertad frente al deseo –desarrollo humano– y la libertad frente al miedo –la seguridad de las personas–.

Pero no es menos cierto que las sociedades deben defender sus valores, cultura, bienestar, etc. Una migración sin control no soluciona el problema, sino que genera otro mayor como es la pérdida de identidad.

La migración necesita de unas políticas de Estado que cuenten con el mayor consenso posible, palabra por cierto que Sánchez ignora, y le sobra el populismo y los discursos excluyentes y xenófobos de partidos antisistema como Vox y el de los nacionalismos identitarios. Las políticas migratorias requieren prevenir –actuar en el origen mediante la cooperación–, proteger a las personas –facilitando su integración plena– y procurando la justicia –lucha contra el crimen organizado–.

Jesús de Miguel Sebastián

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