Cartas al director
Los Poncios Pilatos de la política
El terrorismo de ETA dejó una herida profunda en nuestra sociedad, y el deber de recordar a las víctimas sigue siendo una responsabilidad moral que no podemos eludir.
¿Recuerdan a Isaías Carrasco Miguel, asesinado el 7 de marzo de 2008? ¿Y a Patxi López portando su féretro? ¿Qué hay de Beinat Aguinagalde, su verdugo?
Félix Alberto López, alias ‘Mobutu’, condenado por el asesinato de tres guardias civiles en 1980, podría ver su pena disminuida en 23 años.
Sin olvidarnos de Miguel Ángel Blanco, de su secuestro, tortura y asesinato a manos de Txapote, conmocionando a un país entero durante días. Aquella manifestación contra ETA, historia de España, con más de 500.000 personas reaccionando al dolor y rabia generados por quienes dentro de poco saldrán de las cárceles. Txapote, ese asesino, que fue condenado con la máxima pena en nuestro país, 30 años de prisión por los asesinatos de M.A. Blanco, Gregorio Ordóñez y Fernando Múgica, entre otros y, sin embargo, se prevé que su condena se reduzca tanto gracias a la reforma, que podría estar campando a sus anchas este 2025.
En total, más de 40 terroristas podrían beneficiarse de esta medida. Ante ello, me pregunto: ¿qué les ha ocurrido a aquellos políticos que tanto defendieron la memoria de las 853 víctimas mortales? Los mismos que una vez clamaban justicia parecen haber aprobado una reforma que constituye una verdadera humillación para la ciudadanía española.
De ciertos sectores políticos podríamos esperar una decisión de esta índole, pero, ¿de los representantes de la derecha?
Este error, si es que puede llamarse así, exige una única salida digna: la dimisión de quienes lo aprobaron, dejando paso a aquellos que sí están dispuestos a honrar a las víctimas y a su memoria. Las manos que podrían haber permanecido limpias hoy están manchadas con la sangre de las víctimas.
Porque recordar exige compromiso, que desgraciadamente han olvidado.