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Cartas al director

Ignorantes con mando en plaza

Hace bastantes años iba con mucha frecuencia a la finca de un amigo, situada en el margen izquierdo de la carretera BA-4025. A unos metros de la entrada encontrabas un puente para atravesar al Zújar; aunque muy cerca de su nacimiento, en cuanto caían unas gotas era imposible atravesarlo.

El pequeño puente era intocable —no sé quién debía dar el visto bueno para mejorarlo, igual que para limpiar el cauce— y el caudal, así como la fusca que arrastraba, hacían imposible el paso, además de inundar los márgenes. Acúmulo de pastos y troncos, material ideal para después comienzo de fuegos, zarzales impenetrables imposible de limpiar por los animales y guarida de millones de garrapatas.

Resignación, alguna interjección no apta de traer a estas páginas y dar la vuelta por entrar por otro sitio a muchos kilómetros de distancia con la consiguiente pérdida de tiempo y dinero.

Salvando distancias, no sé si las pegas para limpiar cauces y el odio a la construcción de presas han sido causas importantes del desastre valenciano.

Algo tendrá que ver, porque lo que arrastran los desbordamientos son coches —los técnicos debían tener estudiado la solución—, y fusca multiplicado por un millón como la descrita, que se llevan por delante lo que encuentran obstruyendo todo, multiplicando daños e impidiendo los accesos para las opciones de limpieza.

He oído, y recomiendo, en un YouTube a Carmina, vecina de Letur, que usando los conocimientos que dan la observación y el sentido común de la gente que vive en sitios como este pueblo albaceteño, da soluciones, pero los ecologetas y los urbanitas seguirán impidiendo lógicas limpiezas, acceso de ganado o acciones de verdaderos ecologistas como las que se pagan los auténticos cazadores.

Limpiar un remolque de fusca, echar una meadita, coger unos espárragos o unas setas te pueden arruinar o entrar en el trullo. Robar millones, no

La culpa, por supuesto, de la ultraderecha y del capitalismo.

Qué malo es el desconocimiento, pero aún peor la envidia y el resentimiento.

Felipe Sánchez Gahete

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