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Editorial

Unas elecciones para derrotar a Sánchez

La imputación por secuestro del número 3 del PSOE andaluz, Noel López, que ni ha dimitido ni ha sido destituido, y la deriva del PSOE con el voto por correo toman una trascendencia que debe pesar mucho en el voto de este domingo

Actualizada 13:26

Sin restarle ninguna importancia a la elección de presidentes autonómicos y alcaldes, responsables de la gestión de miles de millones y de servicios públicos esenciales, los comicios del 28M son un plebiscito sobre Pedro Sánchez y su futuro como presidente de un Gobierno que, desde 2019, ha acumulado o provocado desastres institucionales, económicos y morales como ningún otro desde 1978.

Los españoles tienen al fin la posibilidad de pronunciarse democráticamente sobre un gobernante que primero accedió al poder con una moción de censura artera y después lo ha mantenido con alianzas que rechazaba expresamente mientras pedía el voto para frenar a quienes luego han sido sus socios.

Sánchez es rehén de los partidos y las políticas que se comprometió a ignorar, alertando de su peligro, y que luego se ha visto obligado a aplicar a cambio de su interesado respaldo. Bildu, Podemos y ERC han marcado la acción de Gobierno en todas las áreas, con un resultado estrepitoso en todos los órdenes.

En lo económico, por mucho asistencialismo suicida que se haya desplegado a costa de engordar la inmensa deuda pública, el balance es desolador: España tiene la mayor tasa de paro y la peor pérdida de poder adquisitivo de Europa y, además, ha disparado sus índices de presión fiscal y déficit.

En lo institucional, el deterioro de los valores Constitucionales y del Estado de derecho ha sido galopante, con un asalto sistemático a la separación de poderes y a la legalidad y con una degradación constante de la arquitectura democrática para adaptarla, poco a poco, a los objetivos secesionistas de los aliados del Gobierno.

Y en lo moral, se ha avanzado como nunca en un proyecto de ingeniería social que ataca al derecho a la vida, consagra la cultura de la muerte y trata de implantar un monocultivo ideológico adaptado al canon sectario del tripartito gobernante, un cúmulo de facciones enfrentadas entre sí al que solo cohesiona su ambición.

Un presidente que deroga delitos como la sedición para satisfacer a ERC o Bildu; que se asocia con formaciones filoterroristas; que antepone el aborto o la eutanasia a la protección de la maternidad, que empobrece como nadie a la sociedad y ataca a la economía productiva y que, además, alimenta la confrontación social resucitando la infausta dinámica de las «dos Españas»; merece ser desalojado democráticamente en las urnas.

Y aunque esa opción no existirá hasta que se celebren elecciones generales, probablemente en diciembre, el 28M adelanta esa fecha y permitirá a los ciudadanos lanzar un mensaje inequívoco e incluso irreversible.

España vive momentos difíciles en todos los órdenes, unos derivados de una situación global, otros de las políticas implantadas y todos ellos, en cualquier caso, agravados por la negligencia de un gobernante que además se caracteriza por la opacidad y el cesarismo, pese a ser el presidente con menos diputados propios de la historia democrática reciente.

En los últimos días hemos visto una sucesión de casos de corrupción electoral, algo especialmente grave porque implica no querer respetar la voluntad de los electores. La imputación por secuestro del número 3 del PSOE andaluz, Noel López, que ni ha dimitido ni ha sido destituido, y la deriva del PSOE con el voto por correo toman una trascendencia que debe pesar mucho en el voto de este domingo.

Las sombras, cuando no certezas, de varios intentos de «pucherazo» electoral impulsadas por el PSOE o sus socios, ponen el triste epílogo a la etapa de Sánchez y presagian una larga y dura resaca en España para restituir los desperfectos. Y cuanto antes se inicie esa tarea de rehabilitación, antes culminará. El domingo, sin duda, puede ser el primer paso.

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