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Editorial

Si los jóvenes no tienen presente, España no tendrá futuro

Urge un gran acuerdo nacional para atender los problemas y aspiraciones de quienes, algún día, deberán hacerse cargo del país

Actualizada 01:30

España tiene un gravísimo problema con la natalidad y otro, de gran envergadura también, con los jóvenes. Un país con una pirámide poblacional envejecida y unos poderes públicos convencidos de que la maternidad es una especie de rémora para el desarrollo pleno de la «auténtica» mujer, sufre un insoportable lastre que irá a peor a medida que se consolide la delirante apuesta por la cultura de la muerte.

Y una sociedad que condena a la precariedad, la depresión, el paro y la desesperanza a sus jóvenes, tiene pocas expectativas de rearmarse, consolidar su apuesta de futuro, sostener su estado de bienestar y competir con opciones en un mundo cambiante e implacable contra quienes se quedan rezagados.

El panorama que describe la serie de reportajes que, bajo el epígrafe «El túnel de los jóvenes españoles», viene publicando estos días El Debate, es ciertamente desasosegante. España lidera la negra estadística del abandono y del fracaso escolar; del paro juvenil; de la falta adecuación entre la formación de sus estudiantes y la salida laboral posterior y del incremento de la depresión entre los chavales, con un 15 por ciento más de casos registrados en mucho tiempo.

A toda sociedad le tocan siempre tiempos difíciles, sin duda, y cada generación ha tenido que bregar con problemas específicos y aprender a superarlos con esfuerzo, dedicación y resistencia; tres virtudes hoy en desuso por el rechazo al mérito y la capacidad desde opciones políticas que, a cambio de victimizar a todo el mundo, aspira a captar su atención y doblegar su voluntad.

Pero siendo todo eso cierto, también lo es que los jóvenes de hoy en día tienen a su alrededor un panorama frustrante: la vivienda tiene un precio imposible; los salarios son muy bajos en comparación con el coste de la vida; los referentes públicos apuestan más por el asistencialismo que por la superación personal y las distintas revoluciones tecnológicas amenazan aún más el futuro laboral inmediato al que pueden aspirar.

Falta una política de Estado para ellos, como falta también en otros sectores clave como nuestros mayores y no digamos al respecto de la maternidad, que entienda la transversalidad de sus preocupaciones y expectativas y no se limite a políticas lúdicas inútiles y carentes del respeto que merecen nuestros jóvenes.

No entender que los jóvenes simplemente quieren armar un proyecto de vida, con capacidad para formar y consolidar una familia, equivale a frustrar las aspiraciones de un país en su conjunto. Porque si de ellos va a depender algún día todo y, paradójicamente, no se pueden hacer cargo ni de sí mismos; es obvio que nos encaminamos a un acantilado muy inquietante por el que se despeñaría España entera. No es solo una cuestión de justicia, que también. Es ante todo una necesidad elemental para sobrevivir con unos estándares de bienestar y progreso decentes.

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