Salvemos Navacerrada
Nadie entenderá que más de un siglo después de que una élite intelectual descubriera aquella amigable cercanía machadiana del Guadarrama, otra élite desde sus despachos en Moncloa decrete por razones espurias el cerrojazo a esta parte fundamental del paisaje natural y humano de Madrid
En plena invasión francesa, el Diario de Madrid publicaba el 1 de diciembre de 1808 una proclama al pueblo de Madrid fechada en el puerto de Navacerrada. La proclama estaba firmada por el teniente coronel Francisco Novella y solicitaba a los madrileños «un esfuerzo patriótico para enviarnos por lo menos zapatos, camisas y capotes para 180 hombres, que se sacrificarán todos antes que permitir el paso a sus enemigos para perturbar vuestra tranquilidad».
La ayuda reclamada para aquellos valientes patriotas que «cubiertos de nieve y de fatigas» se aprestaban a defender el puerto de Navacerrada frente al invasor, jamás debió de llegar a su destino: tres días después de la publicación de la proclama, Napoleón entraba victorioso en la capital después de haber derrotado a las fuerzas españolas que intentaron cerrarle el paso en otro puerto serrano, el de Somosierra.
He querido comenzar este artículo con la evocación de quienes estaban dispuestos a escribir una página gloriosa, como tantas otras, de la lucha contra Napoleón, para subrayar la profunda vinculación del puerto de Navacerrada y de toda la sierra de Guadarrama, hoy Parque Nacional, con los madrileños. Vinculación que se enraíza desde su origen en 1778, a través del proyectista del puerto, el arquitecto real Juan de Villanueva, autor también de la gran joya de nuestro patrimonio universal, el Museo del Prado.
Si es cierto que el paisaje es inseparable del paisanaje, como escribía Unamuno, no cabe duda de que la sierra de Guadarrama ha desempeñado una función clave en la manera en que los madrileños se han abierto al mundo y a la naturaleza. Ortega confesaba que en los puertos de Guadarrama, Navacerrada incluido, había encontrado «mi salida natural hacia el universo». Antonio Machado expresaba poéticamente esa íntima conexión con nuestra sierra con su célebre invocación: «Guadarrama, viejo amigo».
Hace más de un siglo que una élite intelectual descubrió los valores humanizadores de Guadarrama, donde el hombre y sus realizaciones forman parte de un «todo indivisible» con el paisaje, como afirmaba Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza. Este descubrimiento intelectual de sus montañas y valles propició también la curiosidad científica y la inspiración artística en torno a Guadarrama, pero también el excursionismo y el deporte. Desde entonces, el puerto de Navacerrada ha sido un pulmón natural de generaciones de madrileños, ha abierto y expandido nuestros horizontes, nos ha enseñado a apreciar el tesoro que es el patrimonio natural.
La plataforma «Salvemos Navacerrada», fundada por Chus Martín, profesora de esquí, ha presentado en la Asamblea de Madrid una valiosa propuesta ciudadana para garantizar la supervivencia del esquí en el puerto, en especial para que la infancia, los mayores o las personas con discapacidad puedan disfrutar de este deporte y de la naturaleza a menos de una hora de Madrid. En su justificación, «Salvemos Navacerrada» recuerda que el puerto ha sido escuela de campeones del esquí, como los medallistas olímpicos Paco y Blanca Fernández Ochoa, de imperecedera memoria. Mencionan también que las dos primeras españolas en competir en unos juegos olímpicos de invierno, en Garmisch en 1936, Margot Moles y Ernestina Maenza, eran asiduas esquiadoras en Navacerrada, donde se abrió una de las primeras brechas de la lucha de las mujeres por la igualdad en España.
Más de 10.000 niños y niñas acuden cada año a aprender a esquiar y a respetar el medio natural. Muchos de ellos no podrían hacerlo, por motivos económicos, sin las ventajas de tener una estación de esquí a menos de una hora de Madrid. La propia ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, reconocía en un artículo haber sido una niña favorecida por ese mismo aprendizaje que ahora quiere impedir a la infancia madrileña abocando al cierre de la estación de esquí. En ese artículo, la ministra defendía la decisión de extinguir la concesión de las pistas sin aludir en ningún momento al hecho de que la estación de esquí de Navacerrada no forma parte del Parque Nacional de Guadarrama ni de su zona periférica de protección.
Ya sabemos que los socialistas españoles son plusmarquistas internacionales en la prueba de descenso del empleo. Pero es triste que una decisión política arbitraria pueda dejar a decenas de familias en la calle, y aún más en estas circunstancias de crisis, y además arrancar una página tan brillante de nuestra historia deportiva. Ni siquiera el legado guadarrameño de un Giner de los Ríos, un tótem para la izquierda, se libra del pseudoecologismo de estos nuevos talibanes de la desmemoria histórica.
Por todas estas razones, los madrileños tenemos derecho a reclamar a Pedro Sánchez que reconsidere este nuevo ataque a nuestra región. Paralizar el desahucio de la estación de esquí y la destrucción de centenares de puestos de trabajo debería de ser el primer paso para estudiar entre todas las administraciones un plan de mejora del puerto de Navacerrada con la máxima salvaguarda medioambiental, pero con pleno respeto a las actividades autorizadas por la ley del Parque Nacional de Guadarrama, como es la estación de esquí.
Nadie entenderá que más de un siglo después de que una élite intelectual descubriera a los madrileños aquella amigable cercanía machadiana del Guadarrama, otra élite desde sus despachos en Moncloa decrete por razones espurias el cerrojazo a esta parte fundamental del paisaje natural y humano de Madrid.
Pedro Corral es periodista, escritor y diputado del PP en la Asamblea de Madrid