Fundado en 1910
En primera líneaJuan Van-Halen

Ronda de consultas

El PP debe huir de las trampas de un Sánchez más desesperado de lo que da a entender

Actualizada 01:30

Vivimos momentos para que los mercachifles y los listillos hagan su agosto en junio. Es el Rastro de Ramón o de Baroja pero peor contado. Casi todo es un mercado de voluntades cuando los políticos afrontan la llamada «ronda de consultas» aspirando a un falso paralelismo con las sesudas consultas médicas. Aquí el enfermo es España y está por encima de ciertos negociantes acaso más preocupados por mirarse el ombligo que por alejar al enfermo de la UCI. Ocurre tras cada elección y no hay espacio para la sorpresa. Es la hora en que los políticos interpretan a su manera lo que han dejado claro los ciudadanos con sus votos que no es, precisamente, un quítate tú para ponerme yo. Cada partido tiene ya su peso desde la balanza de las urnas.

Se habla de pactos. ¿Con quién pactar? Y ahí se alzan las trampas. El PP, partido al que conozco muy bien desde hace cuatro decenios –casi ni lo recuerdo–, era entonces la única referencia de una derecha primero dura, si así quiere llamársele, con nombres que venían de atrás. Pero no era la derecha que quería Fraga, su inventor, que abrió las puertas, no sin incomprensiones, a una opción mucho más abierta y centrada que desembocó primero en AP y luego en el PP. Estuve en aquel parto, en interesantes reuniones con mi admirado Robles Piquer, ya desaparecido. Y de ahí nació un partido que ganó elecciones, tuvo mayorías absolutas y formó gobiernos. Algo se hizo mal en algún momento porque surgieron opciones en su espacio y alguna con vitola de centrista que últimamente se presentaba como liberal. ¿Quién que es no es liberal?

A algunos indigentes políticos les sorprenderá pero Fraga era un liberal con lecturas y sabidurías. Por serlo ya lo pagó en 1969. Quienes no tuvieron la precaución de leer sus libros, desde su añeja tesis doctoral hacia adelante, lo ignoran. Cuando sólo lees lo que coincide con tus ideas, modelo Pablo Iglesias y tantos otros, se tienen estas lagunas. Te basas en anécdotas. Fraga abandonó la presidencia del partido por el mal resultado de las elecciones autonómicas en el País Vasco (1986) y regresó para rescatarlo cuando comenzó a despeñarse. Fue un partido distinto, fuerte, cuyo vigor se demostró en las urnas. Referente del centroderecha, el PP supuso ya la unión de liberales, democristianos y conservadores.

Ilustración: feijoo abascal

Paula Andrade

Ahora el dilema parece ser pactar o no con Vox, un partido constitucionalista integrado en gran medida por antiguos afiliados y votantes del PP, que tiene concejales, diputados autonómicos y nacionales que lo fueron del PP; me vienen a la memoria no pocos nombres de viejos amigos que siguen siéndolo. Eran entonces personas leales a sus ideas y lo serán ahora. La trampa de Sánchez y sus mariachis es conocida: el coco de la «extrema derecha» que la agilidad intelectual del presidente une a la «derecha extrema». Pero él pactó con la extrema izquierda y la izquierda extrema con el vil concierto de independentistas y filoterroristas que buscan borrar del mapa a la España que conocemos. Lo acaba de declarar el propio Otegui: «Hemos estado encarcelados, hemos estado dispersados…» ¿Y por qué? Por cometer delitos muchos de ellos horrorosos. Inmediatamente recordó a Sánchez lo que le debe.

El PP debe huir de las trampas de un Sánchez más desesperado de lo que da a entender. Ahora propone seis debates ya antes de la campaña; como para fiarse. Pero me refiero a esa amenaza de la ultraderecha que maneja hasta el hartazgo. No coincido con Vox en no pocos planteamientos en fondo y forma, pero la política hace curiosos compañeros de cama siempre que los aliados no guarden bajo esa cama el picahielos de Sharon Stone. Rocío Monasterio sacó el picahielos y votó con la izquierda en ocasiones importantes, por ejemplo contra los Presupuestos, que eran beneficiosos para los madrileños. Fue un posicionamiento electoralista pero erróneo. Los votantes se lo han recordado aunque en Madrid moderadamente. Isabel Díaz Ayuso también tiene trampas en algunos municipios en los que la izquierda le ofrece sus votos «para que no se apoye en Vox». ¿Por qué? Se trata de que Sánchez deje su fatigoso trabajo el próximo 23 de julio y cualquier gesto equivocado en estos pactos quemará al votante.

La posición del actual presidente es más que apurada. Una de las cartas que jugó al convocar elecciones fue impedir la rebelión interna y la reciente respuesta de los críticos socialistas alrededor del colectivo Fernando de los Ríos, con más de dos centenares de asistentes, la inmensa mayoría dirigentes históricos, contrasta con los palmeros agradecidos y a la expectativa de destino de la reunión de Sánchez con sus senadores y diputados. Los primeros de la clase criticaron la deriva socialista y los del pelotón de los torpes aplaudieron. Los críticos hablaron de refundación. Está dado el pistoletazo de salida. Y, mientras, Sánchez ausente en la celebración del Día de las Fuerzas Armadas para no ser abucheado.

Estas líneas acaso sean el aviso a los navegantes de un veterano despistado: no creer en las repentinas generosidades. Se pagan. Por ejemplo, el ofrecimiento del político-espectáculo Miguel Ángel Revilla. Lo que habría que hacer es auditar su gobierno de tantos años hasta el último euro. El liderazgo consiste también en saber qué se puede esperar de la generosidad ajena. El reto es, para bien de los españoles, que Sánchez cambie el Falcon por Interrail. Le gusta para los demás.

  • Juan Van-Halen es escritor. Académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando
comentarios

Más de En Primera Línea

tracking