El irresponsable
El PSOE de Pedro Sánchez ha acostumbrado a la sociedad española a ser testigo de lo que sea y a asumirlo con naturalidad. No hay limitaciones preconcebidas para el sanchismo
Poco antes de las elecciones del pasado 23 de julio, se divulgó en YouTube (aún permanece en la plataforma) un documental que, dirigido por Carlos Hernando, reunía manifestaciones de siete destacados exdirigentes del hoy ya inexistente PSOE y que lleva por título El Autócrata. Recomiendo muy vivamente su visualización pues sirve para conformarse una idea de la evolución que bajo la dirección del actual secretario general del actual Partido Socialista Obrero Español, Pedro Sánchez, ha experimentado dicha organización política en los últimos 7 años, desde que, tras ser calificado como mentiroso por Felipe González por haberle dicho que se abstendría en favor de un Gobierno del PP y no hacerlo, dimitió como secretario general y emprendió un proceso de primarias que le devolvería a la Secretaría General, dotándole de autoridad para diseñar un Partido Socialista Obrero Español a su medida, difícilmente reconocible en su comparación con el de la época de Felipe González e incluso con el de la de Rodríguez Zapatero.
En las elecciones de este pasado 23 de julio, este nuevo PSOE perdió las elecciones, habiendo sido el primer caso de no revalidación del Gobierno tras la primera legislatura desde la llegada de Felipe González al Gobierno en 1982. Este PSOE de Pedro Sánchez obtuvo 121 escaños en el Congreso, uno más que en la legislatura anterior, si bien la marca con la que concurría a las elecciones, con el objetivo de conformar una nueva coalición (Sumar) se dejó por el camino siete de los escaños que los Partidos que la conformaban (UP, Más País y Compromís) tenían en la XIV Legislatura. En conjunto, pues, un descenso de seis diputados, mientras que el partido que ganó las elecciones, el Partido Popular, incrementó su presencia en 48 diputados, alcanzando la cifra, él solo, de 137 diputados en la Cámara Baja y una holgada mayoría absoluta en la Cámara Alta. A los 258 diputados que sumarían entre PP y PSOE habría que añadir los 33 de Vox, los 31 de Sumar (llamados a coaligarse con el PSOE), los 7 de ERC, los 7 de Junts, los 6 de EH-Bildu, los 5 del PNV y uno por cada una de las tres formaciones restantes que fueron CC, BNG y UPN.
Lo que en su día fueran líneas rojas que el PSOE inicial se comprometía a no rebasar como eran las de incluir a los comunistas en el Gobierno o dar carta de naturaleza a los pactos con los herederos políticos de la banda terrorista ETA, se han convertido en líneas verdes para el actual PSOE de Pedro Sánchez, que ha acostumbrado a la sociedad española a asumir que, para él, a pesar de que, verbalmente, pueda expresar lo contrario, no existen límites. El sanchismo, de momento, sobrevive. El PSOE, tal como lo conocimos, ya no existe.
Al constatarse, no obstante, que, dados los resultados electorales, esta política de ausencia de límites éticos puede tener que llevarle muy lejos, el PSOE de Pedro Sánchez ha entrado en modo preocupación y ha promovido hasta un recurso ante la Junta Electoral Central para un eventual recuento de algunos votos nulos en la circunscripción de Madrid que pudieran aliviarle algo de la presión a la que se van a ver sometidos por sus eventuales socios de investidura independentistas.
Ante este estado de preocupación se ha producido una nueva oleada de manifestaciones de ministros del Gobierno en funciones sobre los pactos autonómicos entre el PP y Vox y sobre la ya recurrente foto de Feijóo con un presunto narcotraficante, en el barco de éste, hace treinta años.
Todo ello arroja una apariencia de nerviosismo en los miembros del gobierno en funciones, únicos que se posicionan con respecto al devenir de los acuerdo entre formaciones políticas para poner en funcionamiento los gobiernos autonómicos tras las elecciones del pasado 28 de mayo. Pactos calificados de secretos por estos ministros, aunque se han hecho públicos, cuando se suscriben entre PP y Vox y de discretos, aunque sean absolutamente opacos, cuando persiguen captar los votos de los Diputados independentistas para el respaldo a Sánchez.
El PSOE de Pedro Sánchez ha acostumbrado a la sociedad española a ser testigo de lo que sea y a asumirlo con naturalidad. No hay limitaciones preconcebidas para el sanchismo.
Mientras todo esto se gestiona, el principal protagonista de todo ello, el presidente en funciones Pedro Sánchez, se mantiene de vacaciones, subordinando cualquier comunicación pública expuesta por él mismo, en cuanto a las opciones para una eventual investidura, a la conformación de las Cámaras y a la constitución de sus respectivas mesas. Ha elegido para estas vacaciones, ni más ni menos, que el vecino reino de Marruecos. Mientras ello sucede, ha impuesto un veto a la configuración de un posible gobierno de coalición en Ceuta entre el PP y el PSOE locales, que pudiera dar estabilidad al gobierno de la Ciudad Autónoma.
Al propio tiempo, en virtud de su calidad de presidente en funciones del gobierno, ejerce la presidencia de turno, por parte de España, del Consejo de la Unión Europea, que se mantiene expectante para saber si el actual presidente será el que culmine el período de presidencia de 6 meses y efectuará el relevo o si, por el contrario, será relevado por el vencedor de las últimas elecciones en España, Alberto Núñez Feijóo, que ya ha manifestado en repetidas ocasiones que está en disposición de asumir dicha responsabilidad, a pesar de la absoluta falta de información a la que le ha sometido desde el gobierno, el presidente en funciones. Otra actitud remotamente responsable y escasamente democrática. Sanchismo en estado puro.
Queda pues en evidencia que los autores del vídeo en el que se calificaba a Pedro Sánchez como un autócrata, tienen materia nueva para configurar un nuevo guion en el que, adicionalmente, se pueda tildar al presidente en funciones del Gobierno de España y por ello, de turno del Consejo de la Unión Europea, en función del rol que actualmente desempeña en la actualidad política española, como «el irresponsable».
- Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu es senador por Melilla