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En primera líneaJesús Fernández-Miranda

La cuestión judía

Adoptar esa posición en política internacional no debe de resultarle fácil al Sr. Sánchez después de haber propiciado 'motu proprio' la entrega del Sahara occidental a Marruecos y de que su Gobierno pactara con terroristas

Actualizada 01:30

Según la tradición judeocristiana, los hebreos eran un pueblo mesopotámico descendientes de Abraham a través de su hijo Isaac, y de su nieto-hijo Jacob, cuyos 12 hijos dieron lugar a las 12 tribus de Israel.

En su origen eran caldeos, que se trasladaron hasta Hebrón (Canaán –actual Israel y franja sirio-palestina–) con sus esposas e hijos, cumpliendo el pacto religioso hecho por Abraham con Dios, que le prometió que fundaría un nuevo pueblo que heredaría este pacto religioso, siendo el pueblo «elegido por Dios».

Eran pastores nómadas que llegaron a Egipto, donde fueron esclavizados y como provenían de Canaán, esa tierra sería conocida como «la tierra prometida» en tiempos de Moisés.

Históricamente fueron dominados posteriormente por los babilonios, y tras su vuelta a Israel lo fueron por los romanos, época en la que se produjo la «diáspora» o dispersión territorial. Finalmente, tras la persecución nazi, volvieron nuevamente a Israel.

Son casi 5.000 años de establecimiento, expulsión y regreso continuados del que se considera «el pueblo elegido por Dios» a la tierra que según su tradición le fue por Él entregada.

Hoy en día los palestinos están desplazados de sus territorios como consecuencia de la creación del Estado de Israel, generando una evidente y reiterada miopía ulterior, que se ha traducido en un odio visceral en los países islámicos hacia lo occidental por culpa de no haber sabido establecerse en un equilibrio adecuado entre el nuevo Estado –creado de la nada por presión de los lobbies judíos americano e inglés– y las poblaciones árabes que sufrieron el expolio de sus territorios en aquel proceso de creación del nuevo Estado de Israel, hoy sumidas en la absoluta miseria.

Tampoco puede olvidarse el origen violento del Estado de Israel. La violencia terrorista ejercida por los activistas sionistas contra las autoridades coloniales británicas, como técnica de presión para la obtención de los territorios del nuevo Estado, y contra los dirigentes palestinos como forma de presión sobre la población cuyos territorios se debían ocupar por los judíos, fue amplia e indiscriminada, lo que en gran medida deslegitima moralmente –aunque no en la práctica política– al propio Estado de Israel cuando critica la violencia terrorista de Hamás o Hizbolá –quien a hierro mata a hierro muere anticipa la cita bíblica–.

No obstante, y pese a todos los errores cometidos en el pasado, y los que continúan cometiéndose en el presente, no cabe duda de que, hoy en día, Israel es la avanzadilla de occidente en un Oriente Medio dominado por los movimientos integristas sirios e iraníes.

En esa tan compleja situación geopolítica, nuestros dirigentes socialcomunistas se han embarcado en una «cruzada» antijudía, acusando a Israel de ser un régimen de apartheid, racista y asesino, estrategia que no es nueva, pero es muy grave.

Ilustración: Pueblo judio

Lu Tolstova

Ione Belarra –la dirigente comunista de Podemos integrada en Sumar–desde posiciones ultraizquierdistas vomitivas, ha acusado públicamente de «genocidio» al Estado de Israel. Por otra parte es nauseabunda la tendencia de los medios de comunicación, dominados por esa izquierda montaraz, de presentarnos el conflicto palestino-israelí, tan solo desde la perspectiva de los habitantes de la Franja de Gaza, olvidando que la fuerza más votada por esos habitantes en la últimas elecciones celebradas fue precisamente Hamás.

No deberían olvidar nuestros políticos que para analizar con seriedad el conflicto de Oriente Medio deberían comenzar por entender algo esencial: todos los movimientos estratégicos, tanto políticos como militares, emprendidos por cualquiera de los gobiernos israelíes tienen como objetivo esencial la «supervivencia» de Israel –único Estado democrático en su entorno geopolítico–, permanentemente amenazada desde los diferentes movimientos integristas islámicos como Hizbolá o Hamás, ejercicio que debería venir acompañado de un intento de desentrañar las relaciones existentes entre esos mismos movimientos terroristas islámicos e Irán y Siria.

Es muy fácil, muy demagógico y muy clientelista mantener la actitud de parte de nuestro Gobierno sanchista de criminalizar cualquier acción militar judío-americana, aunque su objetivo sea desarticular las cabezas de puente, las bases de ataque, situadas en el sur del Líbano y en Gaza, de aquellos integristas con sus misiles, financiados por Irán y Siria, contra el territorio de Israel y sus principales ciudades.

Lo correcto sería precisamente lo contrario, posicionarse frente a esos movimientos terroristas islámicos, que no solamente tienen en su punto de mira a Israel, sino a todo el Occidente democrático.

No obstante hemos de reconocer que adoptar esa posición en política internacional no debe de resultarle fácil al Sr. Sánchez después de haber propiciado motu proprio la entrega del Sahara occidental a Marruecos y de que su Gobierno pasara por pactos con los terroristas de EHBildu.

Lo verdaderamente difícil, en el contexto de la compleja partida geopolítica que se está jugando en Oriente Medio, sería conseguir que los países árabes partidarios de la paz, como Jordania o Egipto, encontrasen el apoyo de Occidente y de la Liga Árabe, para verse apoyados en una política constructiva de desarrollo de Palestina y el Líbano, con implicación de Israel.

Desgraciadamente esa política no será posible mientras otros países como Irán o Siria sigan jugando su partido de influencia en la región, mediante la confrontación con Occidente y sobre la base de la financiación y el uso de los movimientos terroristas islámicos.

Claro que, si la estrategia del social-comunista Sánchez para mantenerse en el poder no ha sido la de acabar con el terrorismo, con ETA y sus herederos de EHBildu –es el entreguismo y la felonía de la negociación– tampoco ha de extrañarnos que en materia de terrorismo internacional, concretamente en la lucha contra Al Qaeda, Hamás o Hizbulá, nuestros gobernantes estén instalados en el entreguismo, la demagogia y la debilidad. Y ello pese a haber sido brutalmente atacados por ese terrorismo integrista e internacional el 11-M. Aunque esa es otra historia en la que, además, me gustaría hacerle unas cuantas preguntas, no ya al PSOE, sino a los servicios secretos francés y marroquí, pues estoy seguro de que los tres podrían contarnos muchas cosas, aún desconocidas, en relación con aquellos atentados. Pero qué le vamos a hacer.

Aquí, donde no gobiernan ladrones corruptos de izquierdas, gobiernan payasos ninis pijoprogres o perroflautas con sus cabezas woke al servicio de la payasada, la majadería o la estupidez disfrazadas de «progresía».

  • Jesús Fernández-Miranda es abogado
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