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En Primera LíneaMariano Gomá

Yo también soy libanés

Beirut fue considerada el París del mediterráneo, su población respetada y admirada por el olimpo económico y cultural sin que el afán destructor de intereses políticos extremos vayan a conseguir despojarla de ese halo protector que los dioses le otorgaron

Actualizada 11:53

A quién no le gustaría pertenecer a un maravilloso país de gentes generosas, cultas y abiertas al mundo que, aunque siempre les han obligado a perseguir su identidad en busca de lo que fueron y quisieran volver a ser o seguir siendo, parece que siempre sus demonios encarnados en sus violentos y extremistas vecinos les condenan a seguir y seguir en la lucha por sí mismos, por reconocerse y poder prosperar en paz, aunque sea en el centro del avispero.

Libano

LibanoLu Tolstova

Biblos, Sidón, Tiro, Baalbek. ¿Les suena? ¿Se acuerdan? Capitales o ciudades estado fenicias de importancia capital en la historia a orillas del Mediterráneo oriental del que podemos aseverar como un natural hermanamiento con España que disfrutó también de la cultura fenicia, y abusando de la poesía, nos une el alma del mediterráneo entre las puntas de una flecha del amor en la herida oriental y la herida occidental ofrecida por Cupido.

Pues ese frente fenicio–oriental quizás también Cupido quiso convertirlo en el Líbano, un país de corte moderno con la estructura más antigua conocida que al margen de guerras y decisiones políticas definidas por los tiralíneas europeos, mantiene el alma de un pueblo que lleva consigo ni más ni menos que la historia otomana y el corazón cristiano y ortodoxo conviviendo con la cultura de influencia francesa mientras cohabita con el mundo musulmán en un entorno eminentemente árabe.

Solo el mar, nuestro mismo mar se libra de influencias y doctrinas obedeciendo solo a vientos y marejadas. ¿Cuánta sangre común se ha vertido en el Mediterráneo?

Cuando un país como Líbano adquirió su independencia en 1943 y decidió adoptar un sistema político único basado en el confesionalismo al estilo convivencial pacífico entre comunidades religiosas, dio un paso de gigante en un sistema de cohabitación moderna y altamente deseable hoy día en el frágil equilibrio de una zona cada vez más cruelmente tratada por las doctrinas extremistas.

Quizás por ello Beirut fue considerada el París del mediterráneo, su población respetada y admirada por el olimpo económico y cultural sin que el afán destructor de intereses políticos extremos vayan a conseguir despojarla de ese halo protector que los dioses le otorgaron.

Una guerra inútil y cruel que duró quince años y que casi acabó con un sueño de país libre libanés, no consiguió arrancarle un último suspiro pues la cultura es inextinguible básicamente y tampoco lo va a conseguir la estúpida y sangrienta hostilidad irresponsable entre Israel y Hizbulà con la maligna complicidad de Siria, Irak e Irán, la culpable pasividad de Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y los Países Árabes.

Verdaderamente todo ello representa el asesinato de la voluntad de convivencia del Líbano y el pueblo libanés en un complejo y variado mundo en el que la doctrina, el dólar y el sometimiento social priman sobre los valores humanos, la cultura y la ilustración. Y con ello la excelencia y el progreso.

Líbano iluminó el camino de la convivencia y tal como están las cosas ojalá alcanzáramos ese modelo en el mundo restableciendo en la zona ese espíritu de convivencia que es indudablemente el futuro, nuestro futuro.

Por todo ello no quiero ser israelí, ni palestino, ni sirio, ni iraní. Y tampoco americano.

Yo quiero ser libanés.

  • Mariano Gomá es presidente de Foro España Cívica
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