ETA y su etiqueta
Cuando decidieron complementar la desestabilización política de España no solo con sus asesinatos sino mediante lo que llamaron «lucha institucional», algunos guardaron en el armario el verduguillo y optaron por la corbata para simular honorabilidad y respeto
Han sido bastante comentados en los últimos días un par de encuentros mantenidos por el coordinador general de EH-Bildu. En ambos, sobre todo en el primero, ha dado que hablar la indumentaria del secuestrador Otegi. El primero tuvo lugar en la sede bilbaína de la coalición el 18 de marzo, el invitado el embajador de China en España. Sorprendió ver a Otegi recibir al diplomático con chaqueta y corbata. El segundo fue el 25 de marzo en Waterloo, allí el prófugo Puigdemont recibió a Otegi ataviado con chaqueta, pero sin corbata.

Me llama la atención el pequeño revuelo formado en la opinión pública por la aparición de la corbata en el cuello del coordinador general de EH-Bildu. Sorprenderse supone no conocer la importancia que para la banda tuvo siempre la indumentaria, su etiqueta en definitiva, y la disolución de su brazo terrorista no va a variar su modo de utilizarla. Primero optaron por las capuchas y los pasamontañas acompañados de ropa oscura y guantes, se trataba de infundir miedo e impedir la identificación de quienes aparecían leyendo un comunicado o atemorizando con sus vídeos de prácticas de tiro.
Posteriormente, cuando decidieron complementar la desestabilización política de España no solo con sus asesinatos sino mediante lo que llamaron «lucha institucional», algunos guardaron en el armario el verduguillo y optaron por la corbata para simular honorabilidad y respeto. No solo Jon Idígoras se la puso el uno de julio de 1993 para cumplimentar al Rey en Zarzuela en una ronda de consultas tras las elecciones de aquel año. En diciembre de 2011, con traje y corbata gris sobre camisa negra, otro diputado portavoz de los terroristas hizo lo propio en idéntica visita ¿Se acuerdan de aquel Xabier Mikel Errekondo, de Amaiur, jugador de balonmano? Por cierto, en un ejercicio de coherencia absoluta, llegó a formar parte de la selección española vistiendo su camiseta en nueve ocasiones.
Hubo también dentro de la banda otro grupo muy influyente durante un tiempo, les llamaron los «corbatasunos». Eran los abogados de los terroristas, entre los que destacaban Iñaki Esnaola e Íñigo Iruin. Intentaban que su corbata fuera un pasaporte hacia la homologación política dentro y fuera de la banda, si bien al final, especialmente Esnaola que había participado en distintas conversaciones con el Gobierno de Felipe González, fueron considerados por los duros de la banda demasiado posibilistas, y acabaron siendo depurados como «cáncer liquidacionista».
Por último, cuando el traidor Zapatero inició la negociación política con la banda terrorista mientras firmaba con el PP el Pacto por las libertades y contra el terrorismo, la corbata apareció de nuevo en escena. En esta ocasión no como etiqueta para las reuniones sino tan solo como vulgar amenaza. Está escrito en las actas de aquellos vergonzosos encuentros como Javier López Peña –Thierry su nombre de guerra– considerado jefe militar de la banda, le dijo a Eguiguren, representante del Gobierno socialista, que si rompían las negociaciones «fuese comprando varias corbatas negras para asistir a los funerales». El terrorista no mentía, semanas después, el treinta de diciembre de 2006, ETA asesinaba a dos personas en la T4 de Madrid haciendo estallar una furgoneta cargada con cerca de 400 kilos de explosivo.
Concluyo ya, los que ahora son de chaqueta, corbata y moqueta, guardan en su fondo de armario el verduguillo y el anorak negro de otras ocasiones. Por si fuera poco, en el altillo del mismo y tallado en madera, conservan su escudo del hacha y la serpiente con su lema «Bietan Jarrai» (perseverar en las dos). El hacha como símbolo de la «lucha armada» y la serpiente de la política. Por si acaso no lo olvidemos.
- Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco