Europa. Somos tan pequeños
Los europeos en las urnas debemos afirmar con contundencia nuestro compromiso para mantener y aumentar nuestra personalidad, presencia y capacidad de desarrollo en un mundo en el que somos minoría
Escribo este artículo desde Singapore donde me encuentro asistiendo a la Convención anual de la Fundación Rotary Internacional. En una pincelada debo manifestar que la organización rotaria en todo el mundo es quizás la asociación civil no gubernamental ni sometida a etnias, doctrinas o partidos políticos, más importante del mundo, que sin subvenciones y con tan solo las aportaciones de sus más de un millón y medio de socios, tan solo con la ayuda económica generosamente ofrecida por la Fundación Bill y Belinda Gates está contribuyendo a la mejora de las condiciones y calidad de vida de los habitantes del planeta, sin distinción y allí donde más se necesita.
Encomiable proyecto nacido en Chicago en 1905 de la mano de un ciudadano llamado Paul Harris que ha llevado a conseguir en la actualidad entre otras cosas erradicar la poliomelitis del planeta, hallándose en estos momentos dedicado al medio ambiente, forestación, recursos acuíferos, educación infantil y la protección en la integración de la mujer en una sociedad de progreso.
La convención en sus sesiones y actividades con más de quince mil asistentes acreditados representa un repaso periódico de proyectos ejecutados, en progreso o previsiones de los más de 40.000 clubs de 160 países que existen en todo el mundo, pues la importancia de la pirámide rotaria se halla precisamente en los clubs y sus asociados, recordando que en España existen 500 clubs activos.
Y asistiendo y viendo tamaña concentración, con gran presencia oriental, en Singapore no puedo por menos que recordar cuando en tantas reuniones el admirado y recordado Josep Piqué me decía: El eje económico mundial ha rotado 120º al este y en estos momentos ya no está en Europa, pues se halla en el estrecho de Malaca.
Y es cierto. Cuando se respira el poder, la economía y desarrollo de ciudades y estados como Singapore, Shanghái, Macao, Hong Kong o Bangkok, Taipéi y Tokio es perfectamente comprensible que los europeos seamos ya el extremo occidente, es decir lo contrario de antes, con el permiso de los Estados Unidos de América.
Pero hay algo que llama poderosamente la atención y con el vicio europeo de mirarnos el ombligo buscando nuestro reflejo en el mágico espejo de la vanidad, no reparamos en que todos los que disfrutamos del progreso, formación educativa y empresarial, desarrollo y cultura profesional general, entre todos y todos y más, no representamos más que el 20 por ciento de la población mundial, lo cual indica básicamente que más de cinco mil millones de personas viven y subsisten en el lado oscuro, una inmensa mayoría insignificante en cuanto a influencia de nivel, pero enormemente significativa de las desigualdades de la civilización.
Y ante todo ello uno se pregunta: ¿Y Europa?
Y conste que es más que obvio ni mencionar Cataluña y esas aldeas minúsculas que tenemos, puesto que quién puede todavía asomar la cabeza si conseguimos salir de lo que tenemos hoy y ser notablemente influyente en Europa es España con sus modestos cuarenta y ocho millones de ciudadanos.
Europa es uno de los grandes bloques de la civilización, refugio y portador de la historia, la cultura y la vanguardia del ser humano, hoy día siendo acosado y constreñido por los otros grandes bloques, consolidados o emergentes que pueden alterar gravemente el equilibrio mundial, y por ello es por lo que adquiere especial relevancia y necesidad el que en las elecciones europeas de 9 de Junio hagamos fuerte a Europa.
Los europeos en las urnas debemos afirmar con contundencia nuestro compromiso para mantener y aumentar nuestra personalidad, presencia y capacidad de desarrollo en un mundo en el que somos minoría y si no afianzamos ese liderazgo nos veremos, por compresión exterior aplastados por los bloques que nos rodean .
Pero con todo ello deberíamos tener muy en cuenta la advertencia de que tenemos que votar bien porque los bloques que nos acosan no son solo geográficos, sino que algunas opciones llevan escondidos en sus programas cargas explosivas de gran componente doctrinario que pueden explotar en el corazón de la comunidad. Por concretar, no podemos ni debemos apoyar con nuestro voto opciones que bajo el engaño de progreso esconden doctrinas bolivarianas o comunistas que lo único que pretenden es someter y aborregar a la población para controlar sus mentes y economías. Europa no puede ni debe dejarse inocular el mundo bolchevique, castrista o chavista pues todos sabemos el resultado.
Y por otra parte los virus de los nacionalismos excluyentes son especialmente tóxicos pues todos sabemos también a donde conduce el supremacismo y el nacionalsocialismo, pero lo que es peor es que todavía nos sangran las heridas de como acaba el drama.
Pues en estas elecciones es fundamental el mensaje que España aporte a Europa y como todo el mundo sabe en el ideario, programa y sobre todo intenciones, nuestro ya abandonado a su suerte partido socialista lleva todas esas cargas explosivas dentro que detonarán en el seno de la comunidad europea, por lo que nuestro voto tiene que demostrar que España no es portadora ni de virus ni de bombas de relojería, y si conseguimos que Europa vea claramente lo que queremos los españoles, que no es lo que lamentablemente nos toca sufrir en España, quizás represente la primera y eficaz vacuna contra los virus eliminando a su vez los detonadores de las bombas.
Finalmente, si nuestra voluntad obedece al sentido común y el mensaje es suficientemente contundente quizás quién mal lleva nuestros destinos se autodestruya sin destruirnos a todos con él.
Que así alcancemos de una vez nuestras elecciones ya.
- Mariano Gomá es presidente de Foro España Cívica