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en primera líneaJosep Miró i Ardèvol

La post izquierda española y el supremacismo cultural americano

Esta incomprensión de la realidad la lleva a marginar el debate propio de la izquierda sobre la participación en el modo de producción, substituido en este siglo por el conflicto político sobre el modo de vida

Actualizada 10:46

El hundimiento de los regímenes comunistas y en general del marxismo como ideología politica, seguido de la crisis terminal de la socialdemocracia en el siglo pasado, dejaron desarbolada a la izquierda europea, hasta el extremo que, su configuración actual poco tiene a ver con aquellos fundamentos históricos.

Post izquierda

Lu Tolstova

Para llenar el vació acaecido, la post izquierda, en lugar de elaborar un proyecto a partir de su propia tradición, ha recurrido al fácil camino de dejarse llevar por el supremacismo cultural de la progresía de Estados Unidos; la ideología woke. Si fuera marxista fetén, diría que ha caído en el gran error de construir una superestructura ideológica, alejada de la realidad de las clases populares. Esto explica, por ejemplo, su incapacidad para comprender las consecuencias -todas- de la actual inmigración masiva, o de la destrucción de la familia y el daño que genera, en la mayoría del pueblo la ausencia de su protección. Solo las elites económicas pueden permitirse el lujo de su liquidación. Esta incomprensión de la realidad la lleva a marginar el debate propio de la izquierda sobre la participación en el modo de producción, substituido en este siglo por el conflicto político sobre el modo de vida.

La ideología woke es un conjunto de creencias y actitudes que se centran en la conciencia y activismo en torno a temas relacionados, sobre todo, con el racismo, el sexismo, y la perspectiva de género.

El término woke originalmente significaba 'despierto' o 'consciente' ante las injusticias sociales. Sus raíces se encuentran en los movimientos de derechos civiles afroamericanos. Un uso temprano del término apareció en la década de 1940 cuando se exhortaba a stay woke (mantenerse despierto) ante las injusticias del sistema legal racista. El término volvió a ganar popularidad en la década de 2010 con el surgimiento de movimientos sociales como Black Lives Matter y ha integrado otras formas de opresión además del racismo, reales o transfiguradas por la ideología. Sobre todo, el feminismo de género, que tiene en el aborto su tótem. Kamala Harris es su exponente político de mayor recorrido. También, el homosexualismo político o identidades LGBTQ+ y teoría queer forma parte de su acervo. En este último caso, la idea central es que no existen normas o categorías estables de identidad sexual o de género, y que estas son construcciones sociales y fluidas. La teoría queer busca desmantelar las ideas de normalidad en términos de género y sexualidad. Cuestiona las normas establecidas y que sean categorías estables las de hombre y mujer, heterosexual y homosexual. Pero en la practica la 'fluidez' solo va en sentido de lo opuesto a la norma estadística y a la evolución. Uno de sus caballos de batalla es el envoltorio retorico de la 'inclusión' (de los modos de vida sexuales), que comienza con el adoctrinamiento escolar.

El resultado de todo este paquete es introducirnos en una crisis insólita en la historia de la humanidad: la crisis antropológica

La interseccionalidad es otra idea clave: las formas de opresión están interconectadas y deben abordarse en conjunto porque las personas pueden experimentar múltiples formas de discriminación simultáneamente, (Kimberlé Crenshaw). En Cataluña, la Generalitat adoctrina a los funcionarios y personal contratado en esta materia.

También abarca la crítica al colonialismo y sus efectos duraderos en las sociedades contemporáneas, cuestiona las narrativas históricas dominantes y propugna un determinado enfoque de justicia reparativa para las comunidades indígenas y colonizadas. El Ministerio de Cultura regido por Ernest Urtasun, se mueve bajo estas coordenadas.

Lo woke posee unas características que lo identifican: activismo social, rechazo de las normas clásicas, énfasis hasta la opresión en el lenguaje políticamente correcto, y de manera especial, la nueva dictadura de la cultura de la cancelación (cancel culture) consistente en llamar al boicot o censura de figuras públicas, empresas o instituciones que se perciben como responsables a algo contrario a sus presupuestos. Se trata de destruir carreras y reputaciones. Su apuesta por la diversidad se limita a su 'diversidad'. Es ahí donde muestra su carácter punitivo, el menosprecio por el perdón, la reconciliación y la presunción de inocencia. Se trata de una cultura política incompatible con los fundamentos del Estado de derecho y la democracia. Ella es el mayor peligro, que camuflan con continuas denuncias al 'fascismo' de los demás. Su propia dinámica conduce a la polarización política y a la guerra cultural, y quienes se defienden de esta agresión, son, a los ojos woke, agresores peligrosos.

El resultado es el reduccionismo de la identidad personal (raza, género, orientación sexual) donde el denominador comun de ser humano desaparecen y la sociedad se desintegra en lo más profundo. La cultura woke es un desarrollo de la sociedad desvinculada.

Esta ideología es bien acogida por el liberalismo cosmopolita de la globalización, dando lugar a una alianza objetiva o fáctica, que no surge de la voluntaria proximidad, sino de la semejanza de intereses. Como muestran el trasfondo de 'El Desmoronamiento. Treinta años de declive americano', de George Packer o 'La sociedad decadente', de Ross Doutat, y de manera explícita 'Los nuevos leviatanes: reflexiones para después del liberalismo', de John Gray. El discurso forma parte del proceso de autodestrucción de las sociedades occidentales.

  • Josep Miró i Ardèvol es presidente de e-Cristians
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