Carles Puigdemont sigue presumiendo de su pulso al Estado y de entrar y salir de España a su antojo. Cualquier ministro del Interior con un mínimo de amor propio haría lo posible bien por detenerle, bien por defender el buen nombre de su país. Sin embargo, Grande-Marlaska sigue sin dar señales de vida, no sabemos si por vacación (descanso) o por sumisión (porque existe la instrucción de no incordiar al prófugo). Con lo rápido que convocó a la Comisión de Seguimiento sobre Delitos de Odio cuando el famoso «bulo del culo» y ahora nadie sabe dónde está. Ministro ineficaz.
La campeona onubense, pionera para un deporte desconocido aquí para la mayoría, ha dejado en el aire su futuro tras la lesión que le apartó de la final de los Juegos cuando ya tenía el pase en el bolsillo. «Ha sido un golpe muy duro. Una, dos y ahora una tercera lesión de rodilla. No me lo esperaba (...). Necesito paz y tranquilidad. Necesitaré mucho tiempo para recuperarme», ha dicho Marín, que tiene dudas sobre su continuidad en el deporte de competición. Campeona de todo en el mundo del bádminton, se ha ganado el derecho a decidir qué hacer con su carrera. Cuenta con el agradecimiento y el respeto de toda España.
El balonmano le dio al equipo español la última medalla de estos Juegos de París 2024, del que nos marchamos con 18 metales (uno más que en los Juegos de Tokio). En el caso de Jordi Ribera, seleccionador nacional desde hace ocho años, se trata de su segundo bronce olímpico. El técnico gerundense ha sabido capitanear el relevo generacional en nuestro balonmano, que vuelve a moverse en las grandes ligas con una soltura que todos disfrutamos.
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