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TribunaGonzalo Ortiz

Atravesando el Canal de Suez

¿Serán capaces de avanzar los países árabes aunque sea con regímenes autoritarios? Lo fundamental es que exista orden y normas claras que facilite la libertad y la propiedad privada

Actualizada 01:30

Qué lejos queda la «primavera árabe» que parecía hace poco más de un decenio que iba a traer al mundo árabe transformaciones radicales. Los Gobiernos autocráticos de Ben Ali en Túnez o Hosni Mubarak en Egipto cayeron con estrépito. En Egipto se hicieron con el poder los Hermanos Musulmanes y Túnez parecía que se iba a convertir en una auténtica democracia. En Libia, el maduro dictador Gadafi, que había desafiado el poder de los Estados Unidos, fue destronado por unos rebeldes apoyados por Occidente, ansiosa de hacer respetar los derechos humanos en un mundo de desiertos y de petróleo. Todo ello forma parte de nuestro pasado reciente, pero que ya parece de otra época.

Remontándonos a la historia, el canal de Suez responde a la genialidad de unos ingenieros holandeses que en 1854 iniciaron los estudios que luego tendrán continuidad gracias al capital francés y británico. La obra al final la patrimonializa Fernando de Lesseps, con la inauguración oficial de la emperatriz Eugenia en 1869. Una obra de ingeniería impresionante para la época que cambió radicalmente los flujos comerciales de Asia con Europa que ya no tendrán que dar la vuelta a través del cabo de Buena Esperanza.

He estado estos días atravesando el canal en ruta desde Creta . El MSC Splendida se aproxima en el atardecer a la entrada a la espera de la autorización. Desde el barco, el anochecer ofrece una vista de luces tan espléndida como el nombre del buque, con barcos petroleros y portacontenedores disciplinadamente en fila. Ya de día, el canal da una impresión de modernidad y de estar bien mantenido. Hay un elegante puente colgante que acaban de construir sobre el mismo los japoneses y que no ha sido inaugurado todavía. Los márgenes, al principio muy estrechos, se van ensanchando hacia el lago Al-fayed y luego se vuelven a estrechar hasta la salida en la ciudad de Suez. El lado occidental parece más feraz y verde que el oriental.

La incursión bélica de 1956, tras la nacionalización del canal por Nasser, marcó un antes y un después en el tablero geoplolítico internacional. El asalto francobritánico fue pronto detenido al ser desautorizado por el presidente Eisenhower. Este fue el principio del fin del colonialismo europeo en África y en Asia. Todavía el canal de Suez será protagonista en el panorama internacional cuando en la Guerra de los 6 días en 1967 las tropas israelíes invaden Gaza y el Sinaí, se apoderan de todo el margen oriental del mismo.

El mundo árabe se enfrenta en la actualidad a lo que simplificando podrían ser tres dificultades:

1. Ausencia de liderazgos: nadie ha ocupado el puesto de Nasser (o de su sucesor Sadat) como abanderados del nacionalismo árabe. Existen, eso sí, algunos liderazgos ascendentes como los del príncipe heredero saudí Mohamed Bin Salman o el presidente egipcio general Al Sisi.
2. La guerra intermitente entre Israel y Palestina: ya que si la paz llegara un día, significará nuevas posibilidades de cooperación (los israelíes han desarrollado tecnologías de producción alimentaria muy sofisticadas).
3. Paralelamente hay virulentos conflictos en Siria, Libia o Yemen que implican un desgaste tremendo en términos de vidas humanas, destrucción y caos. De alguna forma, estos conflictos suponen guerras subrepticias de las superpotencias (Rusia y Estados Unidos) o de países de la región (Arabia Saudita o Irán).

En Europa el mundo árabe se contempla con aprensión, debido fundamentalmente a cuatro factores:

1. La subordinada consideración que tiene la mujer en el Islam.
2. El potencial demográfico del Magreb, y en general, de los países árabes que produce mucha emigración a Europa. Los casos de Bélgica o Francia son emblemáticos pero no únicos (se trata de una invasión en toda regla que tiende a desnaturalizar a las sociedades europeas).
3. La violencia que se manifiesta en el islamismo radical, que no debe confundirse con la religión musulmana. Hay incontables casos de ataques terroristas en Europa que tienen su origen en ese islamismo radical.
4. Las violaciones de los derechos humanos que se producen por aplicación de la Sharia, o en su visión de la homosexualidad.

Atravesando el canal de Suez, medito sobre el futuro del mundo árabe, donde hay una clara dicotomía entre los países ricos (como Qatar, que organiza estos días el Mundial de fútbol) y los países pobres, sin reservas de petróleo. En el mundo árabe hay un fondo común religioso, cultural e idiomático que puede ser muy positivo de cara al futuro. ¿Serán capaces de avanzar los países árabes aunque sea con regímenes autoritarios? Lo fundamental es que exista orden y normas claras que facilite la libertad y la propiedad privada. Quien ha visitado con regularidad los Emiratos, Qatar u Omán en los últimos 30 años ha podido ver la rapidez de estos cambios. En este viaje por Arabia Saudita, Jordania y Egipto he podido apreciar la mejora en infraestructuras y el intenso tráfico de contenedores en las instalaciones aeroportuarias. Son sociedades que están esperando iniciativas del empresariado español al que por razones históricas los árabes ven con gran simpatía.

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