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TribunaJosé F. Martín Cinto

San Isidro en zona norte del gran Buenos Aires

Aunque no tenemos todavía en grado tan importante el populismo autocrático, no soy nada optimista ante el evidente adormecimiento del pueblo español, que parece haberse olvidado de sus raíces y valores fundamentales

Actualizada 01:30

Por motivos estrictamente personales y especialmente para poder estar otra vez con uno de mis mejores amigos de siempre, que pasa por un trance muy delicado en su estado de salud, he tenido la oportunidad de estar otra vez en un sitio tan maravilloso como San Isidro, que es una localidad situada en la zona norte del gran Buenos Aires. Desde el año 1948, mi vida ha estado relacionada de una manera u otra con San Isidro. Mi padre, como ingeniero de caminos, se trasladó a la Argentina para realizar obras importantes de infraestructura, especialmente carreteras, como la Panamericana y eso hizo que toda la familia nos fuésemos a vivir a la Argentina, eligiendo precisamente la localidad de San Isidro. Ha sido, seguramente, la decisión más acertada que tomaron nuestros padres con nosotros, que por cierto somos seis hermanos, que nos sirvió para formarnos de una manera muy internacional desde temprana edad, al estar esa zona con un crisol de razas, encabezadas por españoles, ingleses, franceses, alemanes e italianos, que nos sirvieron para entender mucho mejor las diferencias y las costumbres parecidas, entre todos. Además no puedo dejar de lado la facilidad para, en el trato diario, poder practicar de manera sencilla otros idiomas como el ingles francés e italiano.

El motivo principal de este artículo es poder hablar de San Isidro en varias vertientes, y por eso creo que lo primero es hacer un brevísimo resumen de su historia.

Fue fundada el 14 de octubre de 1706 por Domingo de Acassuso, que fue autorizado a transformar la capilla que tenía en su hacienda en templo público, y llamándolo San Isidro Labrador, en homenaje al santo patrono de Madrid. En 1850 se creó la municipalidad de San Isidro y fue declarada ciudad en 1942, teniendo hoy en día alrededor de 300.000 habitantes. Merece la pena destacar la imponente iglesia catedral que domina su zona y que para nosotros tuvo una significación especial, por casarse en ella mi hermana Isabel.

Hoy en día, el casco histórico de San Isidro, además de tener en sus calles un característico empedrado, relacionado con el envío de grano a China y de cómo venían las bodegas del barco cargadas de adoquines, para garantizar por el peso la navegación, que luego dejaban en tierra para reemplazarlos por el grano con destino a China, ofrece la posibilidad de encontrar una considerable cantidad de atractivos, como la mencionada catedral, el Museo Pueyrredón, la Casa Ocampo, el tren de la costa, el famoso hipódromo, así como una gran variedad de clubes deportivos, todos muy bien dotados con posibilidades para navegar, jugar a los típicos deportes del tenis y futbol y también magníficas instalaciones de campos de golf, etcétera. Allí aprendí, de manera fácil y sin grandes complicaciones, a navegar, jugar al tenis y al golf y por supuesto al rugby y al fútbol, que son dos grandes deportes en la Argentina.

Capítulo aparte, para mi club, el Club Náutico San Isidro, que, sin ánimo de ninguna exageración, creo que es uno de los lugares más bonitos e impresionantes como club que se pueden conocer; destacan toda la parte de náutica con muchas dársenas para barcos de fácil acceso, el espléndido campo de golf y las magníficas instalaciones de tenis. Merece la pena destacar la isla propiedad del club que se encuentra en pleno río de la Plata a la que se tiene acceso únicamente por barco, que, de una belleza increíble y con magníficas instalaciones, hacen sin duda al Club Náutico San Isidro, una referencia en todo Buenos Aires. Para mí, este viaje ha sido el reencuentro con mis más íntimos recuerdos: estudié en el Colegio Carmen Arriola de Marín, estudié en Buenos Aires en la facultad de Ingeniería Civil, siendo sin embargo lo más importante la amistad total que desde los 14 años se forjó entre los cinco amigos que constituimos La Armonía, y que sigue impertérrita hasta hoy y hasta que Dios quiera. Desgraciadamente, poco antes de la pandemia, un miembro del grupo, Félix Reguera, conocido por «Pucho», partió a la Casa del Señor, no sin antes haber podido estar juntos por última vez los cinco amigos.

Los argentinos son gente muy amable, entrañable en la amistad, colaboradores en todo, muy humanos y con ganas de agradar y sin dejar de estar orgullosos de ser argentinos. Argentina fue el primer país en no tener analfabetos, siendo también en los años treinta grandes productores de acero y muchas más cosas, que se fueron deteriorando sin duda con la llegada del populismo nacionalista y autocrático de Perón y sucesores, que con el paso del tiempo no ha habido forma de poderlo combatir con éxito. Todo este populismo ha dado lugar a unos sindicatos de extraordinaria fuerza, que han llevado a tener más de 15 millones de habitantes en el gran Buenos Aires habiendo en toda Argentina, con más de tres millones de kilómetros cuadrados, poco más de 45 millones de habitantes, lo que hace imposible ningún tipo de rentabilidad a los servicios que hay que dar en todo el país, como carreteras, sanidad, escuelas, aeropuertos, energía etc.

Todo esto viene a colación con lo que estamos ya viviendo en España, que aunque no tenemos todavía en grado tan importante el populismo autocrático, no soy nada optimista ante el evidente adormecimiento del pueblo español, que parece haberse olvidado de sus raíces y valores fundamentales. Estamos a las puertas de unas elecciones municipales y autonómicas que creo son de una inmensa importancia y van a marcar sin duda el futuro inmediato de los españoles y modestamente pido desde este escrito, que se vote pensando en España y dejando a un lado partidismos, muchos de ellos trasnochados, para que encontremos otra vez el camino que siempre hizo de España una gran nación.

  • José Fernando Martín Cinto es licenciado en Ciencias Físicas
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