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28 de septiembre de 2024

tribunaVajk Farkas

Se equivocan de enemigo

Quien quiera paz en Gaza ha de manifestarse contra Hamás y no contra Israel. Los sentimientos antiisraelíes y antijudíos tienen precedentes en la izquierda radical

Actualizada 01:30

Si uno, como yo, se ha criado en un país centroeuropeo como Hungría, que sufrió los dos regímenes totalitarios más sangrientos del siglo XX –ambos ateos, por cierto–, el socialismo nacional (nazismo) y el socialismo internacional (comunismo), quizás tenga un mejor olfato para reconocer los signos de ambos. Sabemos, por lo estudiado en la escuela y por los recuerdos familiares, cómo los primeros señalamientos y sentimientos antijudíos llevaron a exterminar a millones de personas en Auschwitz. Pero la historia también nos ha hecho inmunes a aquellos que prometen utopías terrenas comunistas, que terminan en dictaduras totalitarias, enviando gente a los gulags y purgando a los judíos.

La verdad es que este fenómeno antiisraelí que está ocurriendo en el mundo occidental, desde las grandes universidades norteamericanas hasta la propia España, se ve con mucho recelo y temor, ya que muchas veces se alimenta del odio y del antisemitismo. ¿Pero, criticar a Israel te hace antisemita? Obviamente, no. Se puede criticar a cualquier país, a su gobierno, aún más cuando está en guerra, porque es casi inevitable que no haya cosas criticables.

Pero criticar a Israel –que está luchando por su existencia–por el conflicto de Gaza, acusándole de genocidio sin mencionar a Hamás, cuya misión declarada es terminar con el Estado judío, solo lleva a plantear la cuestión del antisemitismo. El grupo terrorista Hamás es el único responsable por la tragedia que está pasando Gaza. Culpable por el ataque bárbaro y salvaje del pasado 7 de octubre, en el que llegaron incluso a matar bestialmente bebés, niños y mujeres. Un ataque lanzado en un momento en que la región gozaba de estabilidad gracias a los Acuerdos de Abraham. Hamás es el que utiliza a la población civil de Gaza como escudo humano, Hamás es el que se esconde detrás (o debajo) de hospitales y escuelas, justamente para crear mala imagen de Israel si este decide defenderse. Y justamente, Hamás es el mayor obstáculo para la solución de dos estados. Y sí, Hamás es el mayor obstáculo para la paz en Gaza. Va a ser muy difícil construir cualquier tipo de solución con una organización terrorista que quiere terminar con un Estado y con su población.

Por lo tanto, a mí me parecen adecuadas y oportunas todas las manifestaciones y todos los llamamientos a un alto el fuego y por la paz en Gaza. Con lo que se equivocan, sin embargo, es con el adversario. Quien quiera paz en Gaza tiene que manifestarse contra Hamás y no contra Israel. Es tan claro como el sol.

¿Si es tan evidente, de dónde viene este sentimiento antisraelí? Lo llamativo es que este fenómeno cada vez más fuerte, y en ocasiones violento, viene en gran parte de la izquierda y de su lado más radical, los wokes neo-marxistas. Llamativo, pero no sorprendente. El antisemitismo latente, y en ocasiones expreso, siempre ha formado parte del pensamiento de la izquierda radical. El propio Marx, aquel «gran» «pensador», era un antisemita de pura cepa. Es imposible enumerar las afirmaciones de menosprecio de Marx sobre los judíos. Si uno los lee, tiene la sensación de leer propaganda nazi contra los judíos. Igualmente, es digno de mencionar la actitud de la propia Unión Soviética hacia el Estado de Israel y hacia los judíos.

Primero, en tiempos de la Guerra Fría, la URSS consideraba que el nuevo Estado de Israel podía ser su aliado. Ya que los primeros gobernantes israelís eran de izquierda, y los kibutz también tenían rasgos comunistas. Pero Israel cometió dos errores a ojos de Stalin: quería pertenecer a Occidente y tener elecciones, es decir, quiso ser un Estado democrático. En consecuencia, pronto la URSS se se volvió hostil frente al Estado judío y a los judíos en los países del bloque soviético. Como resultado, los comunistas en la URSS y en los países satélites, bajo las órdenes de Stalin, empezaron de nuevo con las purgas y juicios conceptuales contra judíos. De hecho, cuando tuvieron algún problema, los comunistas aparte de perseguir a los cristianos, más de una vez jugaron la carta antisionista y antisemita. Incluso a lo largo de la Primavera de Praga en 1968 hubo represalias contra judíos por sionismo. Y luego, no por casualidad, el bloque soviético colaboró y apoyó los movimientos islamistas contra Israel, y en 1988 reconocieron al Estado palestino.

La caída del muro de Berlín y de la dictadura comunista fue un momento muy feliz de la historia reciente. Pensábamos que con ello quedarían en el pasado las dos ideologías totalitarias del siglo XX. La realidad es completamente diferente por desgracia. Pensábamos vencer al comunismo en el Este, pero tristemente resulta que sus nuevas formas están ganando en Occidente con las corrientes neo-marxistas y wokes. Esta corriente ideológica parece que ha heredado el antisemitismo latente del comunismo antiguo, que cada vez es más expreso. Hoy en día somos testigos de esta corriente de origen antisemita, donde cada demostración parece superar a la anterior. Parece que no hay otra explicación cuando alguien acusa a Israel de genocida y ni menciona el papel de los terroristas de Hamás. Esto contradice la realidad y las reglas de la lógica formal. Como también, cuando uno predica la solución de dos estados y comulga con la idea de «Palestina libre desde el río hasta el mar». No sé yo, siempre he sido malo en matemáticas, pero si de los dos estados deseados se borra uno del mapa, me parece que solo queda uno.

En definitiva estos discursos y estos despliegues de antisemitismo del que tenemos que ser testigos hoy en Occidente dan miedo. Y si me dan miedo a mí, no me puedo imaginar qué puede sentir un judío. Otra vez volvemos a lo mismo.

  • Vajk Farkas es director de la Oficina de Madrid del Centro de Derechos Fundamentales
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