Bochorno
Bochornoso ha sido el asunto de la intrusión de dos ministros de la dictadura venezolana en la Embajada de España en Caracas, violando el Convenio de Viena, para «convencer» al candidato vencedor Edmundo González de que reconociera su «derrota»
En el vestíbulo de la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Plaza del Marqués de Salamanca una inscripción anuncia «SM el Rey inauguró esta sede, siendo el Ministro de Asuntos Exteriores JMAB». Se omite el nombre del Rey, pero no el nombre y dos apellidos del ministro. Primer bochorno.
Como bochorno provoca que Albares proclame como objetivo número uno de la política del ministerio la inclusión del catalán como lengua oficial de la Unión Europea. Acaso, desconoce el ministro que la fragmentación lingüística conduce inevitablemente a la fragmentación política. Diríase que actúa como ministro de asuntos exteriores de la Cataluña independentista. Y esta política es secundada a nivel de gobierno con la más absoluta permisividad e incluso apoyo para las «delegaciones oficiales» de Cataluña en el extranjero (me resisto a llamarlas embajadas). Permisividad y chequera, con generosa financiación. Además, parece que desde el Instituto Cervantes apoya no sólo la enseñanza del español sino también las otras lenguas oficiales (ignorando lo que dice la Constitución de que sólo serán oficiales en sus respectivas regiones).
También bochorno produce el resultado de las últimas oposiciones a la carrera diplomática. Dado que la política exterior es oficialmente 'feminista', sólo pasan 41 varones de los 81 que alcanzaron el último ejercicio, mientras que pasaron 37 de las 50 mujeres. Es decir, una proporción altísima. Se consigue, con la complicidad del tribunal examinador, el resultado apetecido de que haya un equilibrio entre hombres y mujeres. Se transgrede lo previsto en la Constitución española de igualdad de todos los españoles, en perjuicio de los candidatos masculinos.
Bochornoso ha sido el asunto de la intrusión de dos ministros de la dictadura venezolana en la Embajada de España en Caracas, violando el Convenio de Viena, para «convencer» al candidato vencedor Edmundo González de que reconociera su «derrota», con el doble agravante de la presencia del embajador de España (que previamente ha autorizado el allanamiento de la misma), que consiente las presiones, y con la impericia añadida de dejar grabar o fotografiar el abuso. La salida del candidato vencedor le vino muy bien a Maduro para (como en otras ocasiones) quitarse un enemigo de encima. Adicionalmente, el gobierno español, no reconoce hasta ahora su victoria, «a falta de las actas oficiales», que como dice la periodista de CNN Amanpour nunca serán mostradas. Tremendo gafe diplomático.
Este bochorno encaja en el posicionamiento de la política exterior iberoamericana española con los «amigos» del Grupo de Puebla/Foro de Sao Paulo que defienden posiciones antiespañolas y antidemocráticas. Y están marcados por la corrupción y el indigenismo. El Gobierno español no quiere saber nada de los gobiernos derechistas y aplaude políticas indigenistas que propiciarán una mayor fragmentación de la América hispana. Ni una palabra en defensa de la Hispanidad o sobre la labor de la España en América. La carta del expresidente mejicano AMLO debió ser contestada en línea con lo escrito por el historiador argentino Marcelo Gullo «Nada por lo que pedir perdón».
España en América es mucho más que una nación hermana. Es la madre de todos estos pueblos, que como decía Fidel Castro «tienen raíces españolas, indígenas y africanas». Negar una parte de los orígenes sólo produce angustia y desorientación. Si España no defiende la hispanidad y la democracia inevitablemente caerá en el descrédito. El gobierno tiene una gran responsabilidad en este bochorno. Y revolotea sobre nuestra política exterior iberoamericana ZP, gran valedor de la dictadura venezolana y responsable último del nombramiento de Morodo como embajador de España, que acaba de reconocer haberse llevado sustanciosas propinas de la petrolera Pdvsa.
Otro de los grandes «éxitos» de la política española que producen bochorno es el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara español, concedida por Sánchez sin contrapartida y sin mandato parlamentario o popular alguno. Ello ha conducido al deterioro de las relaciones con Argelia y de rebote a la compra de más gas y petróleo rusos. España apoya oficialmente a Ucrania, pero financia generosamente la guerra de Putin. Nuevo bochorno para el país.
La política de nombramientos del ministerio ha sido totalmente sectaria poniendo a disposición del gobierno embajadas como la del Vaticano, ONU, OEA, Unesco, OCDE para colocar en ellas políticos amortizados. Además, se ha permitido que se destinen a embajadas policías o guardias civiles (el propio exdirector general) para premiar servicios al gobierno, pero cuya honorabilidad está bajo sospecha. Se desacredita, en definitiva, la labor de las embajadas con nombramientos politizados al máximo. El carnet de partido se convierte en una exigencia sine qua non para las embajadas más apetecidas (siempre quedan otras para despistar). En el Ministerio de Exteriores tres de los cuatro secretarios de Estado son políticos, con desprecio a las carreras de los profesionales.
En Europa hemos pasado de atacar el secesionismo catalán a apoyarlo por la vía de los hechos. Y nadie en la Unión Europea comprende este giro de 180 grados. Ahora resulta que el referéndum de 2017 estaba justificado, como la imposición del catalán en la escuela y en la universidad. Los representantes de Sumar, Junts, ERC y compañía ya se encargan de convencer a los otros parlamentarios europeos de que España sufre una seria esquizofrenia.
Y Albares tan contento de su extraordinaria valía. Un día se facilita el aterrizaje en España de la pareja japonesa de David Azagra. El siguiente, de denigrar la religión católica con la imagen de un Cristo desnudo y ensangrentado. No hay política para limitar el crecimiento disparado de la inmigración ilegal. Se retira sine die al embajador en Argentina. Se firma con la Organización Mundial de Turismo la cesión del Palacio de Congresos por 75 años, con el compromiso del elevado gasto en su restauración.
Bochorno, desorientación, rabia y hastío.
- Gonzalo Ortiz es embajador de España