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La Virgen María, caracterizada como Emperatriz de China

La Virgen María, caracterizada como Emperatriz de China

Mexica, oriental o rubia: ¿por qué la Virgen se aparece con los rasgos de cada lugar?

Lo explica José Manuel Díaz Quintanilla, presidente de Radio María España y autor de Las apariciones de la Virgen María. Doctrina e historia (Libros Libres)

Las mariofanías, o apariciones marianas, son momentos privilegiados de encuentro en fe entre la Madre de Dios y los videntes de cada lugar, para actualizar, recordar, vivificar, explicar y aclarar la Revelación divina en cada momento de la historia. Así explica José Manuel Díaz Quintanilla, autor de Las apariciones de la Virgen María. Doctrina e historia (Libros Libres) y presidente de Radio María España, uno de los aspectos más sorprendentes de las apariciones de la Virgen reconocidas por la Iglesia: el hecho de que María aparezca con diferentes rasgos, según el lugar en el que se produzca la visión. Díaz Quintanilla se ha referido a esta situación en el último número de La Antorcha, la revista gratuita que edita la ACdP y que ya llega a más de 13.000 hogares en toda España

«Semánticamente, una aparición es la manifestación visible de un ser, cuya visión en aquel lugar o en aquel momento es insólita e inexplicable según el curso natural de las cosas. Teológicamente, las apariciones de la Virgen María se denominan mariofanías y son entendidas como su manifestación, ante una o más personas, en un lugar y tiempo histórico determinado», comienza aclarando.

No son de obligada creencia

La Virgen María y el niño, ataviados con kimono

La Virgen María y el niño, ataviados con kimono

Además, el presidente de Radio María en España recuerda que «las apariciones marianas forman parte de las revelaciones privadas y no son de obligada creencia para la fe de los católicos». Dentro del plan de Dios, tal y como recoge el Magisterio de la Iglesia, este tipo de apariciones de la Madre del Señor «únicamente tienen la función de actualizar, recordar, vivificar, explicar y aclarar la revelación pública, que es la realizada por Dios al pueblo de Israel entre Abraham y la muerte del último apóstol de Jesucristo».

Uno de los aspectos más llamativos de este tipo de apariciones es que, históricamente, se han producido en mayor número en territorio europeo, aunque su mensaje sea válido para cualquier persona del mundo. «Las mariofanías –describe Díaz Quintanilla– son momentos privilegiados de encuentro en fe entre la Madre de Dios y los videntes. Porque hay que recordar que no se trata de una simple presencia de la Virgen, sino de una presencia que se hace sensible en fe, y que casi siempre es aprovechada para trasladar un mensaje de oración y conversión que ayude a toda la humanidad a cambiar su vida y volver a Dios».

El motivo de esta universalidad del mensaje es que «la Virgen María tiene una función de Sierva del Señor, que le atribuye una misión maternal como Madre de Dios y madre nuestra. Y así, en su condición de madre resulta normal encontrar en ella el deseo de ‘seguir haciendo el bien en la tierra’ (manifestación a santa Bernadette en Lourdes) y de salvaguardar el depósito de la fe», destaca.

Signos para ver lo invisible

Representación africana de la Virgen María y Jesús

Representación africana de la Virgen María y Jesús

Esta es la razón, según asegura el autor de Las apariciones de la Virgen María, (Libros Libres), de la concentración de apariciones marianas en Europa a partir de la Revolución Francesa, «en la que se cuestionó la referencia permanente a Dios frente al dominio del hombre y sus derechos». Porque «ese desarrollo de los derechos del hombre vino acompañado del materialismo y el individualismo, que hicieron olvidar que la verdadera felicidad se alcanza en el reino de Dios. Y, como manifestó san Luis María Griñón de Monfort, ‘la que tuvo una misión en la primera venida de Cristo, está llamada a tener también una misión en su segunda venida’».

Tal y como defiende el Magisterio de la Iglesia, «los Evangelios parecen anticipar las apariciones de la Virgen María a su pueblo cuando narran la comunicación que mantuvo con el cielo (la Anunciación y, en cierta medida, en la Navidad), y su relación con Jesucristo (Visitación, las bodas de Caná y la Pasión). Estos pasajes ponen de manifiesto el primer plano que ocupa María en el plan de salvación de Dios», apunta Díaz Quintanilla.

Así, las posteriores apariciones de la Virgen a lo largo de los siglos (desde la del Pilar, de Zaragoza, ocurrida durante los días mortales de la propia María) «son obra de la omnipotencia de Dios, al permitir que su cuerpo glorificado se haga visible para alguien». De hecho, este experto en mariología recuerda que «ese cuerpo glorificado está reconocido por el dogma de la Asunción, que establece que ‘la Inmaculada Madre de Dios siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial’».

De este modo, «el cuerpo glorificado de la Virgen María puede ser percibido en su forma propia, pero el estado de los cuerpos gloriosos pertenece al espacio-eternidad, que es ajeno al espacio-tiempo de la vida terrenal» y por esa razón, «se hacen necesarios un conjunto de signos visibles, ya que el hombre no puede alcanzar lo invisible sin la mediación del signo».

La lógica de la Encarnación

«Al igual que les ocurrió a los apóstoles, a quienes les costó trabajo reconocer a Jesucristo resucitado, el ser que comunica la Virgen María con su cuerpo glorificado en el momento de la aparición nos es desconocido», apunta Díaz Quintanilla. Por ese motivo, «tanto la duración de la aparición como el género de existencia corporal es un misterio, y algo completamente diferente a los parámetros humanos».

Además, «la condición del vidente que recibe la comunicación del mensaje asociado a la aparición también resulta complicada de explicar: en la mayoría de las apariciones, el vidente presenta un estado de éxtasis que puede ser objetivamente percibido en la mayoría de los casos, pero no excluye el hecho de que la aparición sea un fenómeno inaccesible, que no puede repetirse a voluntad y que se escapa a toda experimentación psicológica», detalla.

Sin embargo, «todas las apariciones marianas siguen la dinámica de la Encarnación del propio Hijo de Dios. Él, al escoger un determinado pueblo, época y cultura para su primera venida, implicó, entre otras, una inculturación en las costumbres, lengua, oraciones y modo de vestir de aquel momento de la historia. Y esa es la lógica que las apariciones marianas han seguido a lo largo de la historia», señala para La Antorcha.

Guadalupe: para indígenas y españoles

Así, en las apariciones de Guadalupe (México), unas de las más relevantes por su impacto histórico y su proyección en el tiempo, «la Señora se presenta en lengua náhuatl y con apariencia indígena. Se declara Madre de Dios y de los hombres, y promete socorro, protección y amor. A cambio, reclama la respuesta con fe a su petición a Juan Diego Cuauhtlatoatzin de llevar las rosas al obispo Zumárraga. Ella es la madre universal que, con brillantes imágenes, tanto poéticas como doctrinales, se dispone con ternura a conducir a los fieles hacia Dios», explica Díaz Quintanilla.

De hecho, Guadalupe será el origen de la fundación de la Iglesia en Hispanoamérica y propiciará su expansión por el Nuevo Mundo, no como un culto extranjero importado por los españoles, sino asumido por los propios indígenas americanos. «El hecho de que la Virgen eligiera a un vidente indígena permitió trasladar lo sagrado a la población autóctona: que fuera uno de ellos el encargado de transmitir las órdenes de María al obispo español, provocó una superación del conflicto entre la población autóctona y la española, y dio lugar al nacimiento de un nuevo pueblo mestizo en el nuevo continente», asegura Díaz Quintanilla.

De hecho, solamente en los diez años posteriores a las apariciones de diciembre de 1531, según las crónicas de fray Toribio de Benavente, «se produjeron entre siete y ocho millones de conversiones, con días en los que hubo más de quince mil bautismos», señala el mariólogo.

Mensajes para el mundo, en dialecto

Ahora bien, que los rasgos e incluso el dialecto sea propio de la zona en la que se produce la aparición, no implica que la validez de su mensaje quede limitado al lugar en el que se producen. Más bien al contrario: uno de los criterios que emplea la Iglesia para clarificar la veracidad de una aparición es la universalidad del mensaje que los videntes dicen trasladar de parte de la Virgen.

Una versión japonesa de la Virgen del Carmen

Una versión japonesa de la Virgen del Carmen

«Las apariciones de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa –ejemplifica Díaz Quintanilla– se interpretan como las primeras apariciones que afectan a todo el mundo, considerando que la Virgen se presenta sosteniendo en sus manos un globo terráqueo que es ofrecido por María a Dios. En La Salette, la Hermosa Dama utilizó para su diálogo con los videntes Mélanie y Maximin el dialecto local, mientras que los secretos individuales para cada uno de ellos fueron comunicados en francés, con la instrucción de que no se los debían revelar a nadie, excepto al Santo Padre, después de una petición especial por su parte, como así ocurrió».

También en Lourdes, «Aquero (como la llamaba santa Bernadette) utiliza el dialecto pirenaico para manifestarle quién era: 'Que soy era Inmaculada Concepciou', como se puede comprobar a los pies de la estatua en la gruta». Y en Fátima, «al igual que había ocurrido en Lourdes, para significar la importancia del rezo del rosario, la Senhora lleva un rosario entre sus manos y se comunica con los tres pastorcillos en portugués».

Los dos grandes principios

No obstante estos aspectos «locales», el refuerzo del vínculo entre Dios y los hombres que provoca las apariciones de la Virgen María, únicamente se puede comprender bajo dos grandes principios, explica este experto en el estudio de las mariofanías.

El primero es «el amor de la Virgen hacia todos nosotros, y su preocupación por nuestra salvación. La verdad central sobre la Virgen María es la de ser Madre de Dios, lo que la convierte también en nuestra madre, por nuestra condición de hijos de Dios. Y como toda madre que ama a sus hijos, se preocupa por nosotros y viene al mundo en forma de apariciones para trasladarnos mensajes que nos ayuden y nos guíen en nuestro camino hacia Dios».

El segundo, e igual de importante, es la libertad: «Las apariciones no constituyen una verdad de fe y existe total libertad para creer o no en ellas. En los dos casos, se puede ser un buen cristiano y, lo más importante, alcanzar la salvación», afirma Díaz Quintanilla para La Antorcha.

Y concluye: «Desde esta perspectiva, se entiende en su plenitud la frase pronunciada el 24 de abril de 1970 por san Pablo VI durante su visita al santuario de Nuestra Señora de Bonaria: 'Si queremos ser cristianos, debemos ser marianos, es decir, debemos reconocer la relación esencial, vital, providencial, que une a la Virgen con Jesús, y que nos abre el camino que nos conduce a Él'. Ese es el más importante vínculo que nos trasladan las apariciones marianas».

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