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San Gregorio Magno, doctor de la Iglesia

San Gregorio Magno, Doctor de la IglesiaChiesa di Milano

Gregorio Magno, el monje que se resistió a ser Papa y que se ganó el título de «El Grande»

Tal día como hoy, pero del año 590, Gregorio fue elegido por unanimidad como sucesor de Pedro. Aunque intentó la fuga, aceptó su cargo convirtiéndose en un fuerte diplomático en tiempos recios

Benedicto XVI fue claro en sus palabras cuando habló de san Gregorio Magno: «Su mayor deseo fue vivir como monje, en permanente coloquio con la palabra de Dios, pero por amor a Dios se hizo servidor de todos en un tiempo lleno de tribulaciones y de sufrimientos, se hizo 'siervo de los siervos'». Reconocido por la Tradición como uno de los más grandes doctores de la Iglesia, fue un Papa que dejó una huella profunda en la historia del cristianismo. Su pontificado de 14 años estuvo marcado por un liderazgo extraordinario y una capacidad única para combinar la acción espiritual con la atención a las necesidades sociales de su tiempo.

Nacido en Roma alrededor del año 540, Gregorio provenía de una familia patricia y rica profundamente cristiana, la gens Anicia, que ya había dado dos Papas a la Iglesia: Félix III, su tatarabuelo, y Agapito. Desde joven, Gregorio destacó en la carrera administrativa, alcanzando en 572 el cargo de prefecto de Roma, un puesto de gran responsabilidad que le permitió desarrollar un profundo sentido del orden y la disciplina y que intentaría transmitir a los obispos desde el primer momento de su pontificado. Sin embargo, insatisfecho con la vida civil, decidió retirarse y convertir su hogar en el monasterio de San Andrés en el Celio, donde comenzó una vida de monje marcada por la oración y el estudio.

Su retiro monástico fue interrumpido cuando el Papa Pelagio lo nombró diácono y lo envió a Constantinopla como el equivalente a lo que sería ahora un nuncio apostólico para mediar en la controversia monofisita, un conflicto teológico sobre la naturaleza de Cristo que dividía a la Iglesia, y para buscar apoyo contra la presión de los longobardos, un pueblo germánico que amenazaba la estabilidad de Italia. A pesar de este encargo, Gregorio continuó practicando la vida monástica que le dejó una «perenne nostalgia», como definiría Benedicto, de la vida de recogimiento y oración, que mencionaría a menudo en sus escritos posteriores.

Retrato de Gregorio Magno por Goya

Retrato de Gregorio Magno por Goya

Caridad, diplomacia y conversión

Después de varios años, el Papa lo convocó de nuevo a Roma, nombrándolo su secretario. Eran tiempos difíciles: las lluvias persistentes, el desbordamiento de los ríos y la escasez afectaban a muchas regiones de Italia, especialmente a Roma. Por aquel entonces, además, estalló una epidemia de peste que cobró numerosas vidas, incluyendo la del Papa Pelagio II. Ante esta situación, el clero, el pueblo y el senado coincidieron en elegir a Gregorio como su sucesor en la Sede de Pedro. Aunque intentó resistirse, e incluso trató de huir, no tuvo más remedio que aceptar el cargo. Era el año 590.

Reconociendo que todo esto era parte del plan divino, el nuevo Pontífice se dedicó inmediatamente a su labor con gran dedicación. Desde el principio, demostró una notable claridad para comprender la realidad que debía enfrentar, una extraordinaria capacidad de trabajo para resolver tanto los asuntos eclesiásticos como los civiles, y un constante equilibrio en las decisiones, incluso cuando estas requerían valentía.

Que ninguna prosperidad, por sugestiva que sea, nos seduzca
San Gregorio MagnoDe las homilías de san Gregorio Magno sobre los evangelios

Con una visión pastoral y práctica, puso los recursos de la Iglesia al servicio de los necesitados, utilizando los dominios eclesiásticos para alimentar a los hambrientos de la ciudad. Solicitó a Sicilia el envío de grano y, aunque sin éxito, intentó reparar los acueductos de Roma para mejorar el suministro de agua. Además, no descuidó a los sacerdotes y monjas que vivían en la indigencia, brindándoles el apoyo necesario. El hecho de que fuera Papa no le llevó a olvidarse de los problemas que acaecían en su tiempo. Describiría esa situación en sus homilías sobre el Evangelio: «Que ninguna prosperidad, por sugestiva que sea, nos seduzca, pues no deja de ser estúpido el caminante que, ante el espectáculo de una campiña atractiva en medio de su viaje, se olvida de la meta a la que se dirigía».

Gregorio se destacó por su capacidad para negociar la paz y por su visión pastoral, tratando a los longobardos no como enemigos, sino como almas que necesitaban ser evangelizadas. Buscó entablar relaciones de fraternidad, promoviendo una paz y la convivencia pacífica entre italianos, imperiales y longobardos. Su relación con la reina Teodolinda fue clave para frenar la expansión longobarda y avanzar en su conversión al cristianismo.

Además de sus esfuerzos diplomáticos, Gregorio también se preocupó profundamente por la conversión de los pueblos. Los visigodos en España, los francos, los sajones, los inmigrantes en Bretaña y los longobardos fueron todos destinatarios privilegiados de su misión evangelizadora. Un ejemplo claro de su celo misionero fue el envío de san Agustín de Canterbury para evangelizar Inglaterra, un acto que reflejó su compromiso con la expansión del cristianismo en toda Europa. Como dijo Benedicto XVI, «San Gregorio Magno fue un auténtico pastor que no solo se preocupó por las necesidades espirituales de su pueblo, sino que supo comprender las nuevas realidades, anunciando el Evangelio con amor y sabiduría».

Música para encontrarse con Dios

El Papa «grande» de la Alta Edad Media centró su atención en el corazón de la vida cristiana: el encuentro con Dios a través de la liturgia. Un elemento fundamental de esta celebración es el canto, que se considera una forma privilegiada de oración.

San Gregorio se dedicó a recopilar la música y las antiguas antífonas que se cantaban en la Iglesia, promoviendo un estilo y una estructura musical que fueran adecuadas para la liturgia, cuyo eje es la Eucaristía. Esta labor se realizó en el contexto de lo que se conocía como Schola Cantorum. A través de estos esfuerzos, san Gregorio contribuyó significativamente a la evolución del «canto gregoriano», llamado así en su honor.

El canto gregoriano es el canto litúrgico medieval que se desarrolló en los reinos peninsulares

El canto gregoriano es el canto litúrgico medieval que se desarrolló en los reinos peninsulares

San Gregorio fue incansable en esta tarea: logró preservar la rica tradición del canto cristiano, una tradición que tuvo sus orígenes en las catacumbas y que ahora resonaba en los templos, elevando el espíritu humano. Desafortunadamente, gran parte de ese «antifonario» se perdió con el tiempo. Sin embargo, a inicios del siglo XX, el Papa san Pío X recuperó esta herencia, restableciendo el canto gregoriano como el «canto oficial de la Iglesia católica».

San Gregorio Magno es recordado no solo por su santidad, sino también por su humanidad y su capacidad para «crear paz y dar esperanza» en tiempos difíciles, «más aún, desesperados», como explicó Benedicto XVI. Su vida y obra son una guía para comprender aquella frase del Evangelio: «Quien quiera ser grande que sea vuestro servidor» (Mt 20,26).

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