Estos son los ocho españoles que cita el Papa en su encíclica (y uno de ellos aún vive)
Entre la multitud de doctores de la Iglesia y teólogos que Francisco cita en Dilexit nos fuguran numerosos compatriotas
En Dilexit nos, el Papa Francisco recurre a grandes santos de la Iglesia como San Francisco de Sales, San Carlos de Foucauld, Santa Margarita María de Alacoque, San Claudio de la Colombière y, muy especialmente, Santa Teresa del Niño Jesús. Pero el Santo Padre también recoge citas, reflexiones y pensamientos de otros muchos santos, padres de la Iglesia, pontífices, religiosos y teólogos, entre los que se encuentran ocho españoles. Son los siguientes:
San Juan de la Cruz
El místico carmelita abulense que reformó el carmelo en el siglo XVI sirve de inspiración para el Santo Padre cuando, en el número 69 de su nueva encíclica, afirma: «San Juan de la Cruz ha querido expresar que, en la experiencia mística, el amor inconmensurable de Cristo resucitado no se siente como ajeno a nuestra vida. El Infinito, de algún modo, se abaja para que, a través del Corazón abierto de Cristo, podamos vivir un encuentro de amor verdaderamente mutuo: Cosa creíble es que el ave de bajo vuelo prenda al águila real muy subida, si ella se viene a lo bajo, queriendo ser presa. Y explica que, viendo a la esposa herida de su amor, él también al gemido de ella viene herido del amor de ella; porque en los enamorados la herida de uno es de entrambos y un mismo sentimiento tienen los dos».
En su encíclica «Dilexit nos»
Francisco hace un canto al Amor gratuito de Dios y a su ternura e invita a la confianza plena en Él
Prosigue Francisco: «Este místico entiende la figura del costado herido de Cristo como un llamado a la unión plena con el Señor. Él es el ciervo vulnerado, herido cuando todavía no nos hemos dejado alcanzar por su amor, que baja a las corrientes de aguas para saciar su propia sed y encuentra consuelo cada vez que nos volvemos a él: Vuélvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma al aire de tu vuelo, y fresco toma».
San Ignacio de Loyola
El santo fundador de los jesuitas, congregación a la que perteneció el propio Papa Francisco, es el santo español más citado en Dilexit nos. «La espiritualidad de la Compañía de Jesús siempre propuso un 'conocimiento interno del Señor […] para que más le ame y le siga'», escribe el Pontífice en el número 144 de su encíclica. «'El cardenal Contarini había encontrado al Padre Ignacio como un maestro de los afectos'. Los coloquios que san Ignacio propone son parte esencial de esta educación del corazón, porque sentimos y gustamos con el corazón un mensaje del Evangelio y lo conversamos con el Señor. San Ignacio dice que podemos comunicarle nuestras cosas al Señor y pedirle consejo acerca de ellas», explica Francisco.
Los otros españoles
La cita anterior referida a San Ignacio de Loyola la toma el Santo Padre de la biografía que escribe sobre el fundador de Compañía de Jesús el también jesuita Juan Alfonso de Polanco, que fue secretario de los tres primeros prepósitos generales de la congregación.
El Papa Francisco también menciona en Dilexit nos «una larga cadena de sacerdotes jesuitas que se han referido explícitamente al Corazón de Jesús» —tema central de la encíclica—, como es el caso de los españoles San Francisco de Borja, San Alonso Rodríguez o el padre Álvarez de Paz. Además, recoge cómo el padre Pedro Arrupe consagró al Sagrado Corazón de Jesús la Compañía en 1972.
El último compatriota al que menciona el Pontífice sigue aún con vida. Se trata del sacerdote y teólogo Olegario González de Cardedal, de 90 años de edad. «Vale la pena recoger aquí la reflexión de un teólogo quien reconoce que, por el influjo del pensamiento griego, la teología durante mucho tiempo relegó el cuerpo y los sentimientos al mundo de lo 'prehumano, infrahumano o tentador de lo verdaderamente humano', pero 'lo que no resolvió la teología en teoría lo resolvió la espiritualidad en la práctica. Ella y la religiosidad popular han mantenido viva la relación con los aspectos somáticos, psicológicos, históricos de Jesús. Los Vía Crucis, la devoción a sus llagas, la espiritualidad de la preciosa sangre, la devoción al corazón de Jesús, las prácticas eucarísticas […]: todo ello ha suplido los vacíos de la teología alimentando la imaginación y el corazón, el amor y la ternura para con Cristo, la esperanza y la memoria, el deseo y la nostalgia. La razón y la lógica anduvieron por otros caminos'», apunta Francisco en el número 63 de Dilexit nos.