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Entrevista al presentador y escritor

Christian Gálvez: «Tras un viaje a Tierra Santa, he vuelto a la fe católica»

El popular presentador se confiesa «muy fan del evangelio de Lucas» porque «nos dibuja un perfil de Jesús misericordioso». «Mi Jesús ríe», asegura

Uno podría pensar que, siendo uno de los rostros más conocidos de la televisión y al dirigir programas de entretenimiento, Christian Gálvez (Madrid, 1980) no tuviera más registros relevantes. O que estos serían, en caso de existir, más espurios. Pero ya sorprendió hace un par de años con una completa y bien ambientada novela sobre Leonardo da Vinci y acaba de publicar otra nada menos que sobre Jesucristo. Te he llamado por tu nombre (editorial Penguin) salió al mercado hace 15 días, y ya se ha agotado la primera edición de 20.000 ejemplares.

Christian Gálvez es rápido de palabra y agudo de inteligencia, y tan vivaz, enérgico y entusiasta como se percibe a través de la pantalla de la televisión. «Estoy feliz», repite mientras se arremanga la camisa y deja al descubierto su brazo profusamente tatuado. Asocia esa felicidad a su mujer, la periodista Patricia Pardo; a su hijo Luca, de once meses —«me ha cambiado la vida»—, y al redescubrimiento de su fe. «Yo era muy creyente de pequeño, hasta la adolescencia», explica, en un itinerario espiritual que recuerda a tantos otros. «Luego ya...», prosigue. Recientemente, su mujer organizó un viaje largamente acariciado por el popular presentador: Tierra Santa. Y eso trastocó todos sus planes.

— Cuéntenos la génesis de ese viaje.

— Bueno, ¡la génesis! Qué bonita palabra. Yo creo que la génesis de ese viaje surgió hace muchísimos años, en mi adolescencia, en 1995. Tenía 15 años cuando leí por primera vez Caballo de Troya, de J.J. Benítez, que me fascinó por la manera de acercarnos a esa figura más humana de Jesús de Nazaret. Siempre tenía en mente poder viajar a Tierra Santa, pero no sabría decir por qué ese viaje no se consumó hasta que, a principios del año pasado, antes del conflicto bélico, mi mujer —que ya había estado trabajando como reportera allí en Israel— me dijo: Te voy a llevar a cumplir tu sueño. Nunca había tenido un compañero ni una compañera de viaje que me llevara para allá o con el que pudiera compartir, digamos, ese viaje espiritual.

Una vez allí, me fascinó absolutamente todo. Yo de joven era muy creyente, pero perdí la fe. Yo creo que hay un momento en nuestra vida en el que, los que creemos, vemos cierta oscuridad y perdemos en mayor o menor medida la fe. En mi caso fue una pérdida bastante grande y, gracias al amor, volví a recuperarla: el amor a Santiago de Compostela y a Jerusalén. Por eso decidí que mi próxima historia tenía que estar ambientada allí.

De Santiago a Jerusalén

— Y, entonces, en ese viaje a Tierra Santa, ¿ha recuperado plenamente esa fe que tenía de niño? ¿O se encuentra en un proceso?

— Mi mujer es creyente y, gracias a los viajes a Santiago de Compostela, empecé acercarme otra vez poco a poco. Comencé a mirar la fe desde otro punto de vista, lógicamente, con la madurez que te dan los años, empiezas a comprender un poquito más. Vuelves a leer, a acercarte a las Escrituras, a reinterpretar, a entender muchas cosas... El libre albedrío tiene otro significado mucho más amplio, y también mucho más profundo. Gracias a mi chica recuperé la fe en el amor, en la amistad, en mí mismo, que también es importante. Creo que empezó en Santiago de Compostela con ella y culminó en Jerusalén.

— ¿Volvió a leer las Escrituras, dice?

— Sí, primero, como la mayor fuente de documentación para la novela. No solo las Sagradas Escrituras, sino también todos los evangelios apócrifos y las fuentes no cristianas, que también son fuentes fiables de documentación. Flavio Josefo menciona a Jesús de Nazaret. Tácito menciona el Talmud. Es decir, una serie de documentos no pro cristianos que nos ayudan a entender a una figura que, si para ellos no lo cambió todo, lo intentó cambiar todo.

Gálvez ha vuelto a leer las EscriturasDaniel Vara

— Algunos no escriben libros sobre Jesús de Nazaret por miedo a que les encasillen. Usted, sin embargo, lo ha hecho. ¿Por qué?

— Pues porque una de las cosas que aprendí al lado de mi mujer ha sido perder el miedo a decir lo que pienso y siento, siempre y cuando no hiera sensibilidades. Aquí no estoy atacando a nadie. No es un libro hereje; es un libro que cuenta los orígenes del cristianismo desde el punto de vista de la ficción, porque es una novela histórica. ¿Sabes qué pasa?

— Dígame.

— Que, al final, los años, las experiencias o —como a mí me gusta llamarlo— los premios y las cicatrices que te da la vida, convierten tu cota de malla en algo un poquito más fuerte. Es verdad que cuando escribí sobre Leonardo me aplaudieron y me criticaron a partes iguales. Por eso ya tengo cierta experiencia en eso de que te digan: ¡Pero adónde vas, 'chalao'! Y, bueno, si me encasillan como alguien que escribe novela histórica y sobre uno de sus personajes históricos favoritos, bienvenido sea.

Un fan de san Lucas

— ¿Qué es lo que le ha llamado la atención de la figura de Jesucristo?

— Bueno, a mí me gusta llamarle Jesús de Nazaret. Para la gente no creyente, me gusta contar que alguien tuvo que decir unas cuantas verdades y que eso modeló la historia de la humanidad. Es decir, que si Jesús no hizo milagros, si Jesús no resucitó, sería aun así el cuento más bonito que jamás se ha contado y que a día de hoy se sigue contando.

El escritor acaba de presentar su última novela, 'Te he llamado por tu nombre'Daniel Vara

En mi caso particular, yo soy muy fan del evangelio de Lucas, por encima de todos los demás, porque me parece que es el más completo, la crónica más objetiva y el único de los evangelios que es gentil, es decir, que es extranjero, y se documenta sobre el terreno y con los personajes protagonistas de la historia. Nos dibuja un perfil de un Jesús, por encima de todas las cosas, misericordioso. ¡Perdón, perdón! El perdón inclusivo con los niños, inclusivo con las mujeres. Es decir, un Jesús con los brazos abiertos y con las manos hacia arriba. No tiene nada que esconder y tiene mucho que abrazar.

— ¿Por qué no le gusta el término 'Jesucristo'?

— No es que no me guste, es que Jesús de Nazaret me parece mucho más cercano. Cristo ya es darle esa pátina de ungido, es decir, tiene un punto casi, casi de realeza. Es como cuando decimos Rey, Rey de reyes o Señor. A mí me gusta imaginarme a Jesús muchísimo más cercano, a alguien que toca a la gente.

«Mi Jesús ríe»

Por ejemplo, llega Semana Santa y a mí me fascina cada año sí o sí tragarme las seis horas de Jesús de Nazaret, de Franco Zeffirelli. Me fascina, pero no es mi Jesús. No lo es. Mi Jesús parpadea. Mi Jesús se mueve. Mi Jesús ríe. Mi Jesús se tira al suelo a jugar con los niños. Toca al que está afligido, le toca de verdad. Le pregunta: ¿Cómo estás? Es un amigo de verdad. Te toca un poquito el hombro o te da un abrazo. Y Jesucristo ya es un título. Sí, claro, lo es. Es el Cristo. Es el ungido. Ya sabemos que Jesús de Nazaret es perfecto Dios y perfecto hombre. Pero me gusta sobre todo la cercanía del hombre.

— Hablando de series, ¿ha visto 'The Chosen'?

— ¡Es una maravilla! Es verdad que, desde el punto de vista de la documentación, tiene fallos. Por ejemplo, para mi novela, en los primeros bocetos escribí que, entre el niño Jacob y Jesús, este le guiña un ojo en un gesto de complicidad. Pero después consulté con especialistas del mundo judío, del mundo cristiano y del mundo romano y me explicaron que el guiño era solo un código militar; no existía como gesto de complicidad.

'The Chosen' tiene ciertas, digamos, licencias que nos permiten acercar mucho más la figura de Jesús al siglo XXI. Pero creo que el trabajo de divulgación es espectacular y que se está acercando la figura de Jesús a mucha gente que, quizás por miedo o por desconocimiento, no se lanza a leer la Biblia y prefiere algo mucho más visual, mucho más fresco, mucho más impactante desde el punto de vista de la imagen o de la comunicación visual. Han hecho un gran trabajo.

— Entonces, este Jesús de Nazaret que usted ha estudiado para documentarse para su novela, ¿quién es ahora para usted?

(Duda unos instantes). ¿Quién es para mí? Pues es una figura cercana. Es una fuente de inspiración. Es alguien que lo dio todo casi por nada. Alguien que nos enseñó que el cortoplacismo no funciona, que el propósito está más allá de nuestras expectativas. Que el propósito de lo que queremos conseguir en la vida no solo está en nuestras manos, sino que depende de todos los que nos rodean. De que todos juegan un papel fundamental, en mayor o menor medida, en las acciones y las decisiones que tomamos.

Es decir, Judas era necesario en el propósito de Abba —como diría Jesús—. Jesús ya vaticinó hasta en tres ocasiones lo que le iba a pasar. Pero Judas tenía que ser, tenía que existir. O el rol de la Virgen María y de su acto misericordioso de entrega, de entregar lo que más amas para la consecución de un propósito que, posiblemente, ellos en su tiempo no llegarían a ver.

— ¿Con qué 'etiqueta' se encuentra más cómodo ahora? ¿Con 'creyente en búsqueda', o 'católico practicante' o 'católico' a secas, o con qué etiqueta se identifica más?

— Me suelen decir que ser creyente hoy en día es un acto revolucionario. Ahora, el hecho de que yo hable de fe, cuando no está de moda la fe, es porque yo me considero feliz, y esa felicidad me ha llegado a través del amor, y el amor me ha llegado a través de la fe en el amor, y la fe en el amor me ha llevado a recuperar una fe casi, casi perdida.

Ninguno de nosotros somos perfectos hombres. Somos hombres, sin más. Nos podemos permitir esas pequeñas dudas en Getsemaní y al final darte cuenta de que la duda es humana, de que las crisis de fe son humanas, son pertinentes y a veces incluso son hasta necesarias. Y que al final, independiente de las crisis de fe, cuando la recuperas, te das cuenta de que con quien más cómodo estás es con los tuyos.

Yo, que no soy de etiquetas, sí te diría que soy creyente, que soy practicante. Sí que soy católico, claro, y sí creo en Dios. Sí, claro.

— ¿En este camino le han acompañado —algún sacerdote, consejero o similar— o ha sido más bien una búsqueda personal?

— Tuve la fortuna de ir con mi mujer al Jordán. Mi guía era maravilloso, supererudito. Él era judío. Pero llamó al franciscano español que estaba en Jerusalén, y nos lo presentó. A la vuelta mantuve el contacto con él y, de hecho, hace poco presenté el libro en Madrid y estuvo presente. Ha sido el que se ha encargado de supervisar la parte cristiana de la novela. Él es el que me enseñó que, incluso en los momentos de crisis de fe —que ellos también las tienen— al final te das cuenta de que estás mucho más cómodo con los tuyos.

«Un cristiano pleno»

— Ha dicho antes que ser creyente hoy es un acto revolucionario. ¿Cómo ha vivido su entorno más próximo ese cambio en Christian Gálvez?

— Ha habido un cambio en absolutamente todo. Yo siempre estuve en la búsqueda de un propósito en la vida, y creo que el mío era la paternidad. Por diferentes motivos, no llegué a ser padre hasta que conocí a mi mujer. Ella tenía dos peques y quería volver a ser madre. Nos enamoramos, hicimos match enseguida y hemos sido papás. Entonces, la consecución de mi propósito ya está. Es decir, yo hoy en día soy un cristiano pleno. Me siento pleno en su total plenitud. Por lo tanto, soy un hombre feliz.

Hoy en día, si por ese cambio de fe, me aplauden —no hay motivo para eso tampoco—, pues bien. Pero no pretendo montar ninguna revolución; pretendo ser yo. Y es que eso ya es mucho: ser independiente del qué dirán. Que me critican por creer, pues vale. Yo siempre digo que si ni el chocolate ni Jesús de Nazaret han conseguido unificar la opinión de todos, tampoco lo voy a conseguir yo. Así que no pasa nada.