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MAÑANA ES DOMINGOJesús Higueras

«Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado»

Nunca seremos conscientes del gran milagro que se realiza al recibir el agua bautismal. Dios quiere hacer morada en cada corazón humano porque no hay templo más bello ni más importante que éste

Actualizada 04:30

Si algo tenemos claro es que Jesús jamás cometió ningún pecado, pues siendo hombre también era Dios. Por eso parece desconcertante que se pusiera en la fila de los pecadores esperando a ser bautizado por su pariente Juan, quien dirigía duras palabras a todos aquellos que, lejos de Dios, estropeaban sus vidas faltando a la Ley que el Señor entregó a Israel.

De hecho, el mismo Juan Bautista se niega a bautizar a Jesús alegando, con razón, que no tiene sentido que el inferior se ponga en el lugar del superior. Sin embargo el Señor quiere dar a conocer la importancia del sacramento del Bautismo, ya que Jesús quiere estar en el lugar de los pecadores. Precisamente la razón que le llevó a tomar la carne humana fue el poder amar a los suyos identificándose con ellos hasta en el más mínimo detalle. Si bien es cierto que jamás cometió pecado, sí experimentó las consecuencias del pecado en su propia vida, mostrando así su decisión de compartir destino con la humanidad, con todas las consecuencias que esto supone.

Y eso es lo que precisamente ocurre en la persona que es bautizada: Jesús, el Señor, llega a lo más hondo de su ser para compartir camino con ella, de modo que nada de lo que le ocurra a lo largo de la vida pueda ser ajeno al Señor. Si llora, Jesús llorará con él; si ríe, también lo hará, porque ha decidido unir su vida y su suerte con el que recibe el sacramento del Bautismo.

Nunca seremos conscientes del gran milagro que se realiza al recibir el agua bautismal, pues el autor del universo es tan grande que puede hacerse muy pequeño sin perder por ello su identidad divina. Quiere hacer morada en cada corazón humano porque no hay templo más bello ni más importante que éste. Puso todo su amor y su poder en la creación del hombre, para que éste se convirtiera en el lugar por excelencia donde residir. Sus delicias son estar con nosotros, los hijos de los hombres, pero desde dentro.

Vivir la gracia del bautismo da lugar a una visón nueva y más profunda de la propia vida, pues todo lo que hago o me sucede es en Su compañía; nunca podré decir que estoy completamente solo, pues la soledad termina donde empieza el trato con Dios, que no está lejos sino en el centro de mi ser.

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