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maternidad entre rejas

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Maternidad entre rejas: la difícil tarea de criar un hijo en la cárcel

En España la ley permite que los hijos hasta de tres años de edad puedan estar con su madre en el centro penitenciario donde la madre cumple condena

Las consecuencias personales, familiares y sociales de vivir parte de la maternidad tras las rejas de los centros penitenciarios evidencian que la maternidad no casa con el devenir carcelario de este colectivo de mujeres, en los que aflora sentimientos de culpa. Al sentir que han fallado en su rol de madres, ellas sufren una triple condena: la social, familiar y penal.

Hasta la Reforma de la Ley Orgánica General Penitenciaria de 1996, las reclusas podían tener a sus hijos con ellas en prisión hasta que estos cumplían los seis años. Sin embargo, tras la modificación, los niños solo pueden permanecer en los centros penitenciarios hasta los tres años. A partir de entonces comienzan a darse cuenta de dónde viven, y vivir en la cárcel no es un recuerdo agradable.

Un niño de tres años, cuando a las ocho de la tarde se cierra la celda de su madre, es fácil que se quede tranquilo o dormido, mientras que a uno de seis es más difícil explicarle que ya no puede salir de ahí a jugar y que no es la figura materna la que impone las normas, sino que son las funcionarias de prisiones las que dan las órdenes.

¿Esto es justo para esos niños?

Esos menores, sin cometer delito, cumplen condena junto a sus madres. En 1978, el padre Jaime Garralda crea la Fundación Horizontes Abiertos, concebida para ayudar a los presos a rehacer sus vidas una vez que hayan cumplido sus condenas. Su hito, la creación en las cárceles de módulos específicos para madres y niños menores de 3 años, para familias cuando padre y madre están cumpliendo condena, módulos penitenciarios para estudiantes universitarios y centros terapéuticos situados dentro de las cárceles, donde los internos superan su dependencia de las drogas durante su internamiento. Todos estos proyectos han sido desarrollados siempre en estrecha colaboración con la Dirección General de Instituciones Penitenciarias.

Desde el año 1978, la Fundación, gracias a su numeroso grupo de voluntarios, realiza actividades para los menores: salidas los sábados y domingos, talleres dirigidos a las mamás y sus hijos, juego terapéutico o cuenta cuentos, hasta celebraciones de cumpleaños dentro de los módulos. Lo más gratificante, para las madres, son las salidas programadas con padres e hijos y los campamentos de verano.

La marcha de la sociedad actual debería dar lugar a la modificación de todo el sistema penitenciario para adaptarlo a las nuevas necesidades que van surgiendo con los años, de manera que sería preciso establecer mecanismos legales alternativos a la prisión, por ejemplo, para esas mujeres con hijos que, reuniendo ciertos requisitos y condiciones, pudieran ir solo a dormir al centro penitenciario, o las pulseras telemáticas que se utilizan para personas que cumplen condena en régimen abierto y que permitirían controlar si las mujeres permanecen en su domicilio durante el tiempo de la condena.

Fundación padre Garralda, con María Matos como cofundadora y actual presidenta al frente, sigue trabajando para que pueda existir equilibrio entre los derechos humanos de las presas y su vida carcelaria, máxime cuando se tienen niños, sin culpa ninguna de lo que han podido hacer sus padres, y a quienes se les debe proporcionar una seguridad y velar por sus propios derechos.

Como decía el padre Jaime Garralda S. J.: «Nosotros atendemos a los que nadie quiere ayudar». Fue un misionero en el lado más crudo de la sociedad. En los barrios de chabolas, su trabajo se centró en la escolarización de los niños y la formación profesional en los jóvenes, para que pudieran tener un futuro. El padre Garralda vivió durante 16 años en un poblado chabolista del barrio del Pozo del Tío Raimundo, tomó conciencia día a día de la miseria y fue testigo directo de lo difícil que es vivir en el lado malo de la vida.

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