Siete consejos de Mary Grace, la misionera de la vida y la misericordia, para rezar con el corazón
Ella misma pone en práctica cada día y experimenta la paz y la alegría que brotan de la oración. Ser constante, compartir su amistad o confiar en su misericordia son algunos de sus trucos
Las Hermanas de la Vida es una comunidad que nace en 1991, gracias al cardenal O´Connor, consagradas al Señor de la vida, ayudan a revelar a cada persona su bondad innata. Su comunidad atiende a mujeres embarazadas vulnerables y a sus hijos no nacidos e invitan a las mujeres heridas por el aborto a sanar.
El cardenal John O'Connor, capellán de la marina y convertido en arzobispo de Nueva York, visitó el campo de concentración de Dachau (Alemania), donde miles de personas fueron torturadas y asesinadas durante la Segunda Guerra Mundial. Al introducir las manos en los hornos semicirculares de ladrillo rojo, dijo haber tenido una profunda experiencia espiritual en la que sintió las cenizas entremezcladas de cristianos y judíos, rabinos y sacerdotes. Traspasado hasta el corazón, gritó: «¡Dios mío! ¿Cómo pueden los seres humanos hacer esto a otros seres humanos?». En ese momento, hizo una promesa: hacer todo lo que estuviera en su mano para proteger la vida humana.
Hermanas de la Vida
Las Hermanas de la Vida son una comunidad religiosa católica de mujeres fundada en 1991 por el cardenal O'Connor. Consagradas por completo a Jesús, el Señor de la Vida, se comprometen a proteger la vida humana y a promover una nueva vida en Cristo, reconociendo el carácter sagrado de cada persona y compartiendo la buena nueva de la abundante misericordia de Dios.
De este modo, tratan de ayudar a revelar a cada persona su propia bondad innata, el amor particular que Dios le tiene y la llamada a una vida de abundante verdad, alegría y esperanza. Inmersas en la oración eucarística dentro de una vibrante vida comunitaria, sus misiones incluyen atender a mujeres embarazadas vulnerables y a sus hijos no nacidos, invitar a los heridos por el aborto a la misericordia sanadora de Jesús, fomentar una cultura de la vida a través de la evangelización, las obras de retiro, el acompañamiento espiritual de estudiantes universitarios y la defensa de la belleza del matrimonio y la vida familiar.
Misionera de la misericordia
La hermana Mary Grace es una religiosa que dedica su vida a defender la dignidad de toda persona humana, desde la concepción hasta la muerte natural. Su testimonio es un ejemplo de entrega, alegría y confianza en Dios.
Nacida en Filipinas, en una familia católica que le transmitió la fe y el amor a Dios. Desde pequeña sintió el deseo de consagrarse al Señor, pero también le gustaba el arte y la música. Estudió Bellas Artes en la universidad y trabajó como diseñadora gráfica durante varios años.
Sin embargo, su corazón seguía inquieto y buscaba algo más. Un día, leyendo una revista católica, se encontró con un artículo sobre las Hermanas de la Vida. Mary Grace se sintió atraída por esa misión y decidió contactar con las hermanas. Después de un tiempo de discernimiento, viajó a Estados Unidos para conocerlas mejor y hacer un retiro espiritual. Allí experimentó la paz y la alegría que le faltaban y se dio cuenta de que Dios la llamaba a formar parte de esa familia religiosa.
En 2009 ingresó en el noviciado y en 2012 hizo sus primeros votos. Actualmente vive en una casa de acogida para mujeres embarazadas en Denver, Colorado, donde ofrece su apoyo material, emocional y espiritual a las madres que se enfrentan a situaciones difíciles. También comparte su talento artístico con las demás hermanas y con las personas que atiende. Le gusta pintar, tocar el piano y cantar. Su arte es una forma de alabar a Dios y de transmitir su belleza y su bondad. La hermana Mary Grace es una misionera de la vida y la misericordia que nos recuerda que cada persona es un don precioso de Dios y que vale la pena luchar por ella.
Hoy están presentes en EEUU y Canadá, New York, Catskill, Philadelphia, Washington, Dever, Phoenix y Toronto.
Los consejos de la hermana Mary Grace para rezar con el corazón
La hermana Mary Grace dedica su vida a defender la dignidad de toda persona humana, desde la concepción hasta la muerte natural. Su testimonio es un ejemplo de entrega, alegría y confianza en Dios. Pero, ¿cómo hace para mantener viva su relación con el Señor? ¿Qué consejos nos da para rezar con el corazón? La hermana comparte algunas claves que le han ayudado a profundizar en su vida de oración y a crecer en su amistad con Dios.
1. Solo di «hola». La oración comienza con un reconocimiento de la presencia de Dios, que está siempre con nosotros y nos espera con amor. No hace falta usar palabras complicadas o fórmulas mágicas, basta con saludar al Señor y decirle que queremos estar con Él. «Paren y reconozcan que soy Dios» (Sal 46,11).
2. Sé tú mismo. Dios nos ama tal como somos, con nuestras virtudes y defectos, con nuestras alegrías y tristezas, con nuestros deseos y temores. No quiere que nos pongamos máscaras o que imitemos a otros santos, sino que seamos auténticos y sinceros con Él. Podemos contarle lo que nos pasa, lo que sentimos, lo que necesitamos, lo que le agradecemos.
3. Escucha su voz. La oración no es un monólogo, sino un diálogo. Dios también quiere hablarnos, pero para escucharlo necesitamos hacer silencio interior y exterior, poner atención a sus inspiraciones, leer su Palabra en la Biblia, meditar sus enseñanzas en el Catecismo, seguir sus mandamientos en la conciencia.
4. Confía en su misericordia. Dios es nuestro Padre, que nos perdona siempre que nos arrepentimos de nuestros pecados y nos acercamos al sacramento de la confesión. No tengamos miedo de pedirle perdón y de recibir su abrazo de amor. Tampoco tengamos miedo de pedirle ayuda y de esperar en sus promesas. Él sabe lo que nos conviene y nos da lo mejor para nuestra salvación.
5. Comparte su amistad. La oración no es algo individualista o egoísta, sino que nos abre al amor al prójimo. Podemos rezar por las intenciones de los demás, especialmente por los más necesitados o sufrientes. Podemos rezar con los demás, participando en la liturgia o en grupos de oración. Podemos rezar como los demás, aprendiendo de los santos o de las personas que tienen una vida de oración ejemplar.
6. Sé constante y perseverante. La oración requiere disciplina y esfuerzo, como cualquier relación humana. No podemos dejarla para cuando tengamos tiempo o ganas, sino que debemos buscar un momento y un lugar adecuados para rezar cada día. Tampoco podemos desanimarnos si no sentimos consuelo o emociones, sino que debemos confiar en que Dios actúa en lo profundo de nuestro ser.
Estos son algunos consejos que la hermana Mary Grace nos ofrece para rezar con el corazón y crecer en nuestra relación con Dios. Ella misma los pone en práctica cada día y experimenta la paz y la alegría que brotan de la oración.