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Verónica Dalda López
Verónica Dalda López

La JMJ, en primera persona: estómago vacío y alma llena

«Todo es parte de la experiencia» ha sido una de las frases más repetidas en estos días. ¿Vemos una cucaracha? ¿No quedan hamburguesas? ¿Han cortado el agua? Todo es parte de la experiencia, pero el peregrino no exige, agradece

Actualizada 13:45

JMJ Lisboa

Día de la Vigilia por la tardeJMJ en Lisboa

Soy Verónica, tengo 19 años y he ido a la JMJ de Lisboa 2023. Me propusieron ir desde muchos grupos: la universidad, la parroquia, el movimiento de los focolares, con quien finalmente decidí ir. Nos reunimos Gen de toda España y pasamos unos días de convivencia y experienciar la fe de mucho provecho.

Durante todo el año he estado recaudando dinero para la Jornada Mundial de la Juventud porque barata no es. Hicimos de todo: teatros, vender cafés, lavar coches, sorteos… y conseguimos nuestro objetivo.

Una vez en Lisboa, nos hemos estado levantando a eso de las 7:30 y tras desayunar nos reuníamos para ver el plan del día; teníamos paradas obligatorias como la catequesis por la mañana en Cascais, o los eventos con el Papa; luego planteábamos alguno de los miles de eventos que se proponían desde la app para los ratos libres y nos organizábamos si queríamos ir a alguno en específico. Durante toda la semana ha habido conciertos, competiciones deportivas, exposiciones gratuitas y charlas sobre los trece patronos de la JMJ. Cada día el programa era distinto, siempre con la vista fija en el reloj pues a media noche nos cerraban el colegio que nos acogía y no era plan de quedarse fuera.

Focolares en la JMJ

Focolares en la JMJ 2023

Sobre las 14:00 horas del primer día fuimos a por comida con los códigos QR que incluye el pack de peregrino. ¿Problema? Domino’s se quedó sin masa tras dos horas de espera, McDonald’s sin hamburguesas y acabamos en un supermercado en el que nos dieron una ensaladilla rusa que venía inflada y de sabor avinagrado. A partir de entonces, después de las catequesis volábamos a por la comida. Nos dimos cuenta de que se podía pedir la cena media hora después de recogido el almuerzo. Los juegos del hambre acabaron y no paramos de repetir eso de «a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre».

El agua ha sido otra de esas cosas que han formado parte de la experiencia propia del peregrino. Todos volvíamos a media noche al colegio y evidentemente todos nos queríamos duchar. Cortaban el agua a las 00:30. Como estrategia, ducharse por la mañana, a las 5 o 6 para no pillar cola, no estaba mal; salvo por el viento helador que provocó varios resfriados, en algunos casos obligando a más de un peregrino a quedarse en esterilla y saco, porque cama no había. Quedé decepcionada tras una larga e intensa ducha ya por fin en casa, de la que salí con tres tonos menos de moreno, que no era tal en realidad.

El transporte también ha sido una aventura. La gente no paraba de cantar a voz en grito. Bus, metro, tren. Fueras a donde fueses siempre había alguien cantando o contando chistes de «¡camarero!». Todo estaba lleno, hasta tal punto de que, a veces, el tren paraba más tiempo y abría las puertas para ventilar, ya que a más de uno le podía dar un golpe de calor. Si en Google Maps ponía que tardabas media hora lo más probable es que fueras a tardar el triple. En múltiples ocasiones los buses no paraban porque iban llenos, los trenes y metros iban hasta arriba y no dejaban pasar a nadie más y escenas de este tipo se repitieron cada vez que intentábamos movernos.

Una amiga y yo con unas coreanas antes del Viacrucis

Una amiga y yo con unas coreanas antes del ViacrucisJMJ Lisboa 2023

La misa de acogida fue sensacional y la fiesta de los españoles también. Recuerdo cantar Vente a la vida de Migueli a voz en grito y luego hacer piña con gente de otras regiones mientras bailábamos con Grilex rapeando de fondo tras la pedida de mano en el escenario.

El ambiente que se dio durante las jornadas fue impresionante. Lo hemos dado todo, aunque apenas tuviésemos fuerzas. Hablábamos, cantábamos, reíamos con todo el que se nos cruzase, independientemente del idioma; nos entendíamos. Los coches nos pitaban al pasar. Muchas familias portuguesas se hacían fotos con nosotros y los niños no paraban de preguntarnos que si Ronaldo o Messi. En general los portugueses fueron muy amables, incluso alguna dependienta nos ofreció pasar al baño de su tienda mientras esperábamos para recoger el menú del peregrino.

Disfrutamos un montón de las diferentes actividades y tuvimos tiempo para todo: para rezar en silencio, para rezar juntos, para escucharnos, para hablar, para hacer turismo, para enriquecernos con las catequesis que nos ofrecían en Cascáis, lugar donde nos alojábamos, para pasar una mañana de praia como dicen los portugueses, disfrutar del concierto del Gen Verde, de las palabras del Papa, el Viacrucis, las experiencias y anécdotas de la gente, la vigilia que estaba llena de historias por contar, de descubrir y vivir de primera mano la universalidad de la Iglesia.

Nos lo pasamos genial cambiando pines, chapas, pulseras, banderas y llegamos a tener hasta una de mozambique; incluso hicimos un concurso para ver quién se hacía fotos con más banderas...

Foto mía con un Vanuatuense​ y la bandera de Vanuatu

Foto mía con un Vanuatuense​ y la bandera de Vanuatu

Me encontré con muchísima gente, conocidos y desconocidos y hablar con ellos fue toda una experiencia, ver cómo todos nos ayudábamos entre nosotros y compartíamos pedacitos de nuestra historia y corazón.

El Papa ha irradiado luz –todos lo hemos visto–, cada vez que se dirigía a los jóvenes se le iluminaba la cara. Francisco tiene don de gentes y aunque puede que solo sea porque habla español, con cada palabra, cada frase, nos motivaba a todos. Veníamos derrengados, tirándonos por los suelos hasta donde estuviese el Papa. Era hablarnos y de repente volvíamos a tener energía. El mensaje del Papa ha calado hondo en nuestros corazones. Hablando con amigos nos dimos cuenta de que todos nos habíamos sentido identificados de una u otra manera. Sé que esta vivencia permanecerá con nosotros para siempre y es y será un muy bonito recuerdo. Volveremos a vernos en Roma en 2025 y en Seúl en 2027.

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