Mártires de Sevilla
Juan María Coca, el sacerdote que se jugó la vida por la patrona de su pueblo
Impidió que la patrona de la localidad sevillana de Lora del Río fuese destruida por los asaltantes. Luego sería fusilado en 1936
Con 18 años, el futuro sacerdote solicitó su ingreso en el Seminario de Sevilla como alumno interno. En su expediente se reflejaba que Juan María contenía una «vocación bastante y decisiva para abraza el estado eclesiástico». Tras superar el examen de ingreso, fue admitido. Su conducta fue intachable, «armonizada con su vocación al estado sacerdotal».
Fue ordenado sacerdote en 1909. Además de sus deberes como sacerdote, puso mucho empeño en la dirección de las Escuelas del Ave María. Ayudado por las subvenciones municipales y estatales que recibía, pudieron educar a unos 250 niños. Recibió su primer encargo parroquial un año más tarde como coadjutor en la parroquia Nuestra Señora de la Asunción en Lora del Río, municipio al que estaría vinculado hasta su muerte en 1936.
La llegada de la República complicó toda la organización, ya que las autoridades públicas retiran la subvención a los centros católicos. Por este motivo, el sacerdote tuvo que aportar para solventar alguna situación económica grave.
No dejó que profanasen a la patrona
Pasado un mes de la proclamación de la Segunda República, el 12 de mayo de 1931, fueron asaltados distintos edificios religiosos de Lora del Río. Entre estos se encontraba su parroquia, donde estaba la imagen de la patrona. Juan María se interpuso entre la imagen y los asaltantes impidiendo que la destruyeran.
Juan María era una persona muy popular y querida entre los loreños. Por eso, el suceso tuvo amplio eco en la prensa del momento. El párroco titular de la parroquia, Francisco de Asís Arias Riva, recogió la actuación en su biografía: «El párroco sufrió un síncope al ver profanado el templo. Y cuando iban a profanar la imagen de la patrona del pueblo, Nuestra Señora de Setefilla, el coadjutor, don Juan María Coca, se puso delante y les dijo que lo mataran a él antes que hacer ningún daño a la venerada imagen. Los asaltantes, impresionados por esta actitud, cejaron en su empeño. Luego fueron a la ermita de Nuestro Padre Jesús, causando destrozos y quemando una imagen preciosa de Jesús, que se dice era de un discípulo de Montañes».
Mártir años después
Esta persecución hacia los católicos estuvo presente también en tiempos de la Segunda República. Tras el inicio de la Guerra Civil, los militantes republicanos aprovecharon para asesinar a muchos católicos en señal de odio. Este fue el caso del párroco titular y el coadjutor de Lora del Río. Tras encontrarse detenido durante varios días, maniatado y moribundo, Juan María Coca Saavedra fue guiado al cementerio para ser fusilado por el simple hecho de ser sacerdote. Tenía tan solo 51 años.