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Un cuadro que muestra a los tres laicos maronitas asesinados en 1860 junto con ocho frailes franciscanos

Un cuadro que muestra a los tres laicos maronitas asesinados en 1860 junto con ocho frailes franciscanosAsia News

Fueron canonizados en Roma el domingo

El nuevo santo sirio a sus verdugos: «Puedes quitarme la vida. Pero nadie puede quitarme la fe. Soy cristiano»

Los sirios ya rezan a los hermanos Massabki, que fueron acuchillados en 1860 por no convertirse al Islam

en la iglesia de Bab Touma, la misma donde se produjo en 1860 el martirio de tres laicos maronitas junto con ocho frailes franciscanos –siete de ellos, españoles–, se siguió con atención el pasado domingo la ceremonia que se celebró en Roma de los conocidos como Mártires de Damasco. Los hermanos Francisco, Abdel Mohti y Raphaël Massabki son los tres nuevos santos sirios, que ya habían sido beatificados en 1926 junto con los ocho franciscanos, según ha informado Asia News.

En ese mismo templo se encuentra el altar sobre el que fueron degollados algunos de estos mártires. En una urna transparente ubicada bajo él se conservan algunos cráneos y huesos: son las reliquias de los Mártires de Damasco.

En 1860 fueron asesinados en total cerca de 20.000 cristianos, unos 6.000 de ellos en Damasco entre el 9 y el 18 de julio de aquel año. En la capital siria destruyeron once iglesias y tres conventos, y entre 1.500 y 2.000 casas y 200 negocios fueron quemados y reducidos a montones de piedras.

Las masacres se produjeron en un contexto complejo. Como resultado de los cambios socioeconómicos –explica el historiador Henri Laurens en su obra Histoire contemporaine du monde arabe–, «en el siglo XIX las comunidades cristianas crecieron fuertemente (...). Además, gracias al trabajo de los misioneros, tenían un mejor acceso a la educación moderna y, por tanto, una ventaja cualitativa en el mercado laboral». «Por otra parte, bajo la presión de la opinión pública occidental, se habían convertido en un indicador de modernidad, y tratar bien a las comunidades no musulmanas era la prueba de una relación política civilizada con la población (...). Los enfrentamientos entre drusos y cristianos pasaron a formar parte de una interpretación confesional de la región. Las masacres de 1860 fueron el resultado de la relativa frustración de los grupos musulmanes locales contra aquellos que supuestamente se habían beneficiado de las reformas, los cambios recientes en el equilibrio de poder y la intervención de actores externos», prosigue el historiador.

La explosión de violencia sectaria comenzó en el Monte Líbano y posteriormente se extendió a Zahlé y Damasco. Los Massabki era una de las grandes familias de Damasco. Francisco, el mayor de los tres hermanos, era el cabeza de familia. Casado y con ocho hijos, era un comerciante de sedas cuya gran casa estaba abierta a todos y cuya popularidad se extendía incluso fuera de Siria. Se dice que en las aldeas hacían sonar las campanas cuando llegaba su caravana de mulas.

Delatados por un traidor

Cuando supieron que se acercaban los alborotadores, los hermanos Massabki se refugiaron en el cercano convento de los frailes franciscanos, creyendo que estarían a salvo. Pero, guiados por un traidor, los invasores irrumpieron en el patio del convento por una puerta trasera. Los atacantes capturaron primero a Francisco. Este había prestado 8.000 piastras a Abdallah el-Halabi, uno de los instigadores de la violencia. En nombre de su patrón, le pidieron que se hiciera musulmán. Él respondió: «El jeque Abdallah puede quedarse con mi dinero. Puedes quitarme la vida. Pero nadie puede quitarme la fe. No puedo negar a mi Dios (...). Soy cristiano». Fue masacrado con puñales y hachas. La suerte de sus hermanos y de los frailes franciscanos no fue mejor.

La noticia de las masacres de Damasco llegó a París el 16 de julio de 1860, que ordenó una expedición de 7.000 soldados para restablecer el orden. Para apaciguar a Francia y a las potencias europeas, Fouad Pacha, el ministro otomano de Relaciones Exteriores, viajó a Siria. Más de cien oficiales y soldados otomanos fueron fusilados por su participación en la matanza. El gobernador Ahmed Pasha y otros 56 funcionarios fueron ahorcados.

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