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Gerardo Villalonga tomó posesión de la diócesis de Menorca el pasado 22 de abril

Gerardo Villalonga tomó posesión de la diócesis de Menorca el pasado 22 de abrilObispado de Mallorca

Entrevista a Gerardo Villalonga

Obispo de Menorca: «No podemos sustituir el trato personal por el virtual»

El 22 de abril, su catedral acogió la ordenación episcopal y la toma de posesión de Gerardo Villalonga como nuevo obispo de Menorca

Gerardo Villalonga nació el 29 de abril de 1958. Sus padres, Rafael y Ana, formaron una familia de cuatro hijos, de los cuales Gerardo es el tercero. Formado en la educación pública, ha sido profesor de la misma incluso tras sentir la llamada al sacerdocio con 24 años.

El pasado 14 de febrero la Santa Sede hizo público su nombramiento como nuevo Obispo de Menorca y el 22 de abril la Catedral de Menorca acogió su ordenación episcopal y su toma de posesión como nuevo obispo de Menorca. Villalonga cuenta para El Debate un poco sobre la normalidad de una vida cristiana y sobre la responsabilidad de ser llamado al servicio del pueblo de Dios.

El colegio, la parroquia

¿Cómo fue su infancia? ¿Su familia era muy religiosa?

–En aquella época los padres se dedicaban a trabajar para sacar la familia adelante y las madres llevaban más el peso de la educación de los hijos. Suelo predicar en algunos funerales que en nuestra generación hemos tenido padres buenos y madres santas. Yo fui el tercero de cuatro hermanos y tengo el recuerdo del mes de María, al que nuestra madre nos llevaba cada día.

La religión también estaba muy presente en la sociedad. Yo fui siempre a colegios públicos, tanto en Primaria como en Bachillerato. La mayoría de los maestros y profesores eran profundamente religiosos y esto también me marcó mucho.

Y también me influyó mucho la parroquia. Después de la primera comunión me incorporé como monaguillo y los sacerdotes influyeron mucho en mi formación. Fui un niño normal, aplicado y responsable, pero con una inclinación creciente hacia la religión desde la infancia.

La llamada

¿Cómo fue su llamada al sacerdocio?

–Yo deseaba ser maestro o sacerdote desde niño… Y así ha sido. Ser maestro y ejercer el magisterio durante algún tiempo me ha ayudado mucho en mi ministerio. En la transmisión de la fe, la pedagogía también es muy importante. Siendo ya maestro, tomé la decisión de ingresar en el Seminario durante el servicio militar, en la ciudad de Astorga. Allí hice los estudios eclesiásticos. Tuve un gran rector que posteriormente sería arzobispo de Santiago de Compostela, D. Julián Barrio. Estoy muy agradecido por todo lo que recibí en esta etapa de formación.

¿Cómo fueron los primeros años de sacerdote?

–Aunque estudié en Astorga, siempre estuve vinculado con mi diócesis de origen, Menorca. Aquí pasaba los períodos vacacionales y colaboraba siempre en tareas parroquiales. Cuando terminé los estudios, el Obispo Deig me envió a una parroquia de Ciutadella, donde estuve un curso ayudando al párroco. En marzo y en junio de 1987, recibí respectivamente las ordenaciones del diaconado y del presbiterado. Me quedé en esta misma parroquia como vicario tres años. La ayuda del párroco Francesc Triay fue muy importante durante este tiempo. Recuerdo su vida de oración, su entrega en el ministerio, sus consejos, etc.

Hay un cambio muy grande interiormente hablandoGerardo Villalonga

¿Qué recuerdos tiene de su paso por Roma?

–Fui enviado por el Administrador Apostólico Manuel Ureña a la Universidad Gregoriana de Roma para hacer estudios de Derecho Canónico. Allí me licencié e hice un curso de especialización en jurisprudencia. Fueron tres cursos que marcaron profundamente mi vida. Por una parte, el Colegio Español, donde residíamos más de cien sacerdotes y, cómo no, la Gregoriana. Tuve magníficos profesores, empezando por el Cardenal Urbano Navarrete.

Casi todos ellos fueron nombrados posteriormente cardenales. Ellos habían participado en la elaboración del Código de 1983 y nos introdujeron en el mundo del derecho utilizando el método exegético. Conocíamos todos los cánones, uno a uno, su elaboración, su sentido, etc. Después cada uno de nosotros realizaba la síntesis de todos aquellos conocimientos. Pertenezco a la última generación que hizo sus estudios en latín como lengua de enseñanza.

En mi vida hay un antes y un después del paso por Roma, una profunda transformación interior que me llevó a vivir el sacerdocio como ministro de comunión y fraternidad entre los demás sacerdotes y en los lugares donde he ejercido mi ministerio, siempre en Menorca.

Ser obispo

¿Cambia la vida ser obispo?

–Exteriormente sigo haciendo las mismas cosas que cuando era Administrador diocesano. Pero hay un cambio muy grande interiormente hablando. Durante el período anterior era el colaborador más estrecho del Obispo, como Vicario General, de los obispos Salvador Giménez y Francesc Conesa; durante los dos períodos de administración diocesana ejercía mis responsabilidades sabiendo que era algo transitorio y con la ayuda siempre del Colegio de Consultores de la Diócesis.

Una vez ya obispo, la cosa impone mucho, porque eres el Pastor de la Diócesis y formas parte del Colegio episcopal, como sucesor de los Apóstoles. Un gran honor, sí; pero también, una gran responsabilidad.

Me he sentido muy arropado en todo momento, tanto por el pueblo fiel como por el clero y por la vida consagrada. Y este cariño que he recibido es para mí una fuente de fortaleza para entregarme del todo al servicio de mis hermanos como Obispo.

Los cristianos hemos de tender puentes, derribar muros de incomunicaciónGerardo Villalonga

Mi ordenación episcopal ha sido una catequesis sobre la Iglesia tal como se describe en el Concilio Vaticano II y en sintonía plena con el Magisterio del Papa Francisco: el Obispo camina al frente de su pueblo como guía, pero no lo hace separadamente de su grey, sino que vive y participa de sus alegrías y de sus dificultades, que está siempre con ellos y que los anima a no desfallecer y a ponerse en camino. La experiencia sobre la Sinodalidad de los últimos cursos nos ha cohesionado mucho.

Cómo ve la fe en España, muchos grupos de jóvenes, pocas vocaciones, muy polarizado… ¿Vivimos una fe infantil? ¿Poco sólida?

–En el mensaje de los Obispos de la CEE con motivo del Corpus, se hablaba de dos temas que se pueden generalizar en todas las diócesis. Hoy día todo está interrelacionado; el mundo es la aldea global. Por una parte, el mundo virtual que ha forjado una generación que no vive interrelaciones personales. Refugiados detrás de las pantallas y muy aislados. El trato personal no puede sustituirse por lo virtual. Es necesario fomentar el diálogo, el conocimiento mutuo, la amistad, etc. a todos los niveles y edades. Y luego la polarización ideológica. Respetando las opciones de cada uno, los cristianos hemos de tender puentes, derribar muros de incomunicación que se levantan cuando se pone por delante la ideología. Lo primero es la persona, su dignidad… después ya hablaremos de otras cosas y el diálogo nos enriquecerá a todos.

¿El estado de la Iglesia es la que no atrae vocaciones o es el mundo que les distrae con nuevos ideales, lujo, riqueza, fama?

–Confío mucho en la Jornada Mundial de la Juventud. Nuestra diócesis de Menorca es pequeña en cuanto a número, pero tiene una gran vitalidad. Irán a Lisboa 45 jóvenes de la isla y confío que no volverán indiferentes, sino comprometidos a evangelizar, que esta es la misión de la Iglesia. Le pido al Señor el regalo de algunas vocaciones al sacerdocio ministerial, para que el curso próximo puedan ingresar en el Seminario.

¿Cuál es su ejemplo vital?

–Los santos de mi devoción particular que tengo como referentes en mi vida espiritual: Santa Catalina de Siena, San Francisco de Asís, San Josemaría Escrivá y el beato mártir menorquín Joan Huguet. Ellos pusieron su vida al servicio de Dios y del Evangelio, cada uno a su manera, en las circunstancias que les tocó vivir y su fecundidad espiritual perdura a través de los tiempos.

Como lema de mi episcopado he escogido la frase paulina 'Veritatem facientes in caritate' (Ef. 4, 15), en el sentido que dice el papa Francisco: «una vez que hayamos escuchado al otro con corazón puro, lograremos hablar en la verdad y en el amor. No debemos tener miedo a proclamar la verdad, aunque a veces sea incómoda, sino a hacerlo sin caridad, sin corazón» (Mensaje para la Jornada Mundial de Comunicaciones, 2023). Y en ello estamos marcando el paso: caminando todos juntos, siguiendo las mociones que el Espíritu Santo inspira a su Iglesia en estos días para evangelizar nuestra sociedad, empezando por nosotros mismos.

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