Oriente Medio
Los conventos franciscanos del Líbano, desbordados de refugiados
Los ataques de Israel provocan que cientos de personas busquen refugio con los religiosos, que han abierto de par en par las puertas de sus casas
Los conventos franciscanos de la Custodia de Tierra Santa del Líbano no son ajenos a la ola de violencia que ha golpeado sobre todo al sur del país. Los conventos de Beirut, Harissa y Trípoli no han sido afectados directamente por el momento, mientras que el de Tiro se encuentra en una zona afectada por los bombardeos.
Fray Najib Ibrahim es guardián del convento de Harissa y delegado del Custodio de Tierra Santa para el Líbano. «Las escuelas están cerradas porque muchas se han convertido en refugios para los desplazados. Muchos no pueden permitirse alquilar una casa o ir a un hotel. En los últimos días, las carreteras hacia Beirut estaban bloqueadas debido a la cantidad de coches y de personas que huían», explica el religioso. Por el momento, «en el norte no faltan alimentos y combustible, pero al sur no llega nada». En las parroquias y los conventos de la Custodia «rezamos cada día el rosario, pidiendo a Dios, por intercesión de la Virgen, la paz en el Líbano y en todo Oriente Medio».
«La situación es dramática», explica fray Toufic Bou Mehri, del convento de Tiro, una franja de tierra que se adentra en el mar, a unos treinta kilómetros de la frontera israelí. También aquí han caído algunas bombas. «Abrimos las puertas del convento para acoger a los que escapan de los pueblos del sur. Ahora tenemos decenas de familias acampadas, que han huido sin llevarse nada, sin saber siquiera dónde ir», agrega el franciscano. No oculta las dificultades: «La gestión de los refugiados es muy compleja, especialmente desde el punto de vista higiénico-sanitario. Intentamos estar cerca de estas personas, hacerlas sentirse acogidas».
Los franciscanos siguen ayudando
Desde el convento de San Antonio, fray Toufic visita los distintos pueblos del sur del Líbano y va cada domingo a la parroquia católica de Deir Mimas, a unos setenta kilómetros de Tiro, tan solo a cuatro kilómetros de la frontera israelí, frente a Metula. Lo volvió a hacer el pasado domingo. «Llevé material escolar para los niños, para el comienzo del curso, pero no tuvieron tiempo de utilizarlo. Todos han huido, ahora las escuelas están cerradas, la situación es dramática y no vemos el final», lamenta.
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En Trípoli, al norte del país, llegan los ecos de la guerra y el miedo empieza a cundir entre la gente. Como frailes de la Custodia «llevamos tiempo almacenando provisiones», cuenta fray Quirico Calella. «Nuestro convento es el centro de evacuación para los italianos, en caso de emergencia. Hemos comprado cierta cantidad de agua y artículos de primera necesidad», agrega. De momento, «solo una familia ha pedido hospitalidad, pero creemos que en los próximos días la demanda será mayor. Trataremos de ayudar a todos los que llegue, además de a las personas a las que ya asistimos».