El párroco de Gaza: «Las muertes entre los cristianos se cuentan en decenas de personas»
Gabriel Romanelli cuenta que antes del 7 de octubre de 2023 vivían en la Franja más de mil cristianos. Ahora, quedan menos de setecientos
La pequeña parroquia del Espíritu Santo se ha convertido en el único lugar de La Franja donde los cristianos siguen reuniéndose. Un año después del inicio del conflicto, el párroco Gabriel Romanelli describe lo que queda de Gaza como una «ciudad destrozada». «La mayoría de las casas fueron destruidas en los primeros meses de la represalia israelí», comenta el sacerdote, quien indica que en estos primeros 365 días «las muertes en la comunidad cristiana se cuentan por decenas de personas».
Aquel 7 de octubre, las familias cristianas de la zona comenzaron a escuchar las noticias que llegaban. Todo era muerte y devastación, según lo recuerda Romanelli. «Tan pronto como comenzaron a circular las primeras informaciones, familias enteras vinieron a nuestra iglesia en busca de refugio», cuenta a los medios vaticanos. Nadie sabía qué ocurría exactamente, pero todos querían salvar su vida y la de sus seres queridos.
Antes de ese día, vivían en Gaza poco más de mil cristianos, pero quedan ya menos de setecientos entre los que han muerto y los que han conseguido huir. «Es un drama a una escala nunca antes vista, a pesar de que estamos acostumbrados a las guerras y a los cadáveres», advierte Romanelli, quien conversa a menudo con el Papa Francisco, según el Pontífice ha contado alguna vez.
La vida en Gaza no es sencilla ahora para los cristianos. «Las alcantarillas ya no funcionan, la electricidad ha desaparecido desde el comienzo de la guerra, el agua potable es casi imposible de encontrar, las carreteras ya no son accesibles. Y los bombardeos continúan», relata el sacerdote, quien al comienzo del conflicto quedó atrapado en Nazaret y no podía volver a su casa.
La banda sonora de sus días es ahora el sonido de los drones israelíes. En palabras de Romanelli: «Acompañan nuestro miedo desde el principio. No se puede describir un ruido tan molesto que permanece encima de tu cabeza día y noche. Quien no lo haya experimentado no lo entenderá».
Dentro del recinto de la parroquia viven unas 600 personas y en la vecina griega ortodoxa, unos 300 vecinos. Ambas se encuentran cerca de una zona de bombardeos y como medida ante la crisis provocada por el conflicto, el vicario parroquial tomó la decisión el pasado mes de febrero de suprimir la misa de la tarde y poder ahorrar hostias, porque no queda ya harina ni trigo para prepararlas.
No obstante, un año después de haber perdido sus casas y sus trabajos, algunos incluso a algún miembro de su familia, no pierden la fe. «La esperanza en Dios es ciertamente sólida, la esperanza en los hombres vacila muy a menudo», termina por admitir con amargura el párroco de Gaza.