También aporta ingresos económicos
El motivo por el que los fieles pueden volver a enterrarse en las iglesias dos siglos después
Cada vez son más las parroquias que cuentan con instalaciones en sus recintos para acoger el eterno descanso de sus feligreses
Cuando uno entra en una iglesia antigua, es muy frecuente que el suelo esté jalonado de lápidas mortuorias, lo que provoca que numerosos visitantes vayan –por una mezcla de respeto y temor– «esquivándolas». Lo que antaño era habitual –enterrar a los seres queridos en suelo sagrado–pasó a estar prohibido a partir de 1787, cuando Carlos III emitió una Real Cédula que lo regulaba. Por lo visto, el detonante fue una epidemia que se desató en la villa de Pasajes, en Guipúzcoa, seis años antes, provocada por la contaminación del aire de la iglesia debida a la putrefacción de los numerosos cadáveres allí enterrados y que se saldó con 83 vecinos muertos. La ley se cumplió en algunos casos a regañadientes hasta que, ya inaugurado el siguiente siglo, se cortó de raíz con la costumbre.
Se dispuso entonces que los fallecidos fuesen enterrados en los cementerios que «se realizarán fuera de las poblaciones en sitios ventilados y distantes de las casas de los vecinos aprovechando como capillas para ellos las ermitas que existan fuera de los pueblos». Pasarían entonces cerca de dos siglos hasta que los templos pudieran acoger de nuevo los restos de los difuntos. Eso sí, con una condición: que fuesen incinerados.
La Iglesia y la incineración
Existe la creencia bastante generalizada de que la Iglesia prohíbe la incineración. No es así. En el año 2016, la Santa Sede publica la instrucción Ad resurgendum cum Christo, acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación, donde se recuerda que «la Iglesia recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados». Es decir, de preferencia, sepultura del cadáver.
Sin embargo, «cuando razones de tipo higiénicas, económicas o sociales lleven a optar por la cremación (...), la Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta práctica, ya que la cremación del cadáver no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar el cuerpo y por lo tanto no contiene la negación objetiva de la doctrina cristiana sobre la inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo». La instrucción resume en su número 4 la doctrina católica sobre los enterramientos: «La Iglesia sigue prefiriendo la sepultura de los cuerpos, porque con ella se demuestra un mayor aprecio por los difuntos; sin embargo, la cremación no está prohibida, a no ser que haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana».
Con esto claro, cada vez más iglesias y parroquias en España se aventuraron, desde finales del siglo XX, a acondicionar distintas estancias de sus recintos con el fin de instalar columbarios para recibir las urnas que contienen las cenizas de las personas que deseasen reposar en terreno sagrado. Esto ha permitido que diversos templos hayan rehabilitado criptas, jardines, capillas laterales e incluso campanarios para adecuarlos a tal fin.
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Por ejemplo, en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen y San Luis Obispo, situada junto a la Puerta del Sol de Madrid, se reformó completamente en 2019 la cripta abovedada de ladrillo del siglo XVII para destinarla a enterramientos. Los responsables de sus columbarios ven numerosas ventajas para las parroquias:
- Supone la vuelta a una piadosa costumbre de la Iglesia de poder enterrar los restos mortales de los seres queridos en terreno sagrado
- Es una eficaz forma de evangelización, porque vincula y acerca a familias a la parroquia que, quizás, se encuentran alejadas de la fe y, de este modo, se facilita su retorno a la Iglesia
- Genera unos significativos ingresos económicos para la parroquia. El precio por cada nicho individual varía mucho, pero suele oscilar entre los mil y los dos mil euros
- Permite llevar a cabo una meritoria obra de misericordia: Numerosas iglesias destinan parte de sus columbarios para personas con escasos recursos económicos