El «nuevo feminismo» que propuso Juan Pablo II: una llamada para que las mujeres defiendan la vida
El nuevo feminismo, término acuñado en la encíclica Evangelium Vitae, busca, por tanto, revalorizar la identidad y la vocación de la mujer, reconociendo su aporte específico a la familia, a la Iglesia y a la sociedad
El término «nuevo feminismo» fue acuñado por el Papa Juan Pablo II en su encíclica Evangelium Vitae, publicada en 1995, en la que hizo una llamada a las mujeres a defender la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, y a promover una cultura de la vida frente a la cultura de la muerte.
El nuevo feminismo se presentó como una alternativa al feminismo tradicional, que, según el Pontífice, había caído en el error de imitar al varón y de rechazar la maternidad como una vocación específica de la mujer.
El nuevo feminismo se basa en la visión antropológica y teológica de Juan Pablo II, que desarrolló en sus catequesis sobre la teología del cuerpo y en su carta apostólica Mulieris Dignitatem, sobre la dignidad y la vocación de la mujer. Según esta visión, la mujer y el varón son iguales en dignidad y derechos, pero diferentes y complementarios en su ser y en su misión. La mujer tiene una especial sensibilidad para el amor, el cuidado y el servicio, que se expresa de modo eminente en la maternidad, tanto física como espiritual. La mujer es llamada a ser «madre de los vivientes» (Gn 3, 20), es decir, a transmitir y proteger la vida en todas sus etapas y dimensiones.
Identidad y vocación de la mujer
El nuevo feminismo busca, por tanto, revalorizar la identidad y la vocación de la mujer, reconociendo su aporte específico a la familia, a la Iglesia y a la sociedad. El nuevo feminismo no se opone al varón, sino que colabora con él en la construcción de una civilización del amor, que respete la dignidad y los derechos de cada persona, especialmente de los más débiles e indefensos. El nuevo feminismo no reivindica el poder, sino el servicio; no la competencia, sino la solidaridad; no la violencia, sino la paz.
El nuevo feminismo ha encontrado eco y apoyo en diversas iniciativas y movimientos de mujeres católicas, que se han comprometido a difundir y aplicar esta propuesta en sus ámbitos de acción. Algunos ejemplos son: la Red Mundial de Mujeres por la Vida, que agrupa a más de 100 organizaciones pro-vida de todo el mundo; la Asociación Mujer, Persona y Familia, que promueve la formación integral de la mujer y su participación social; el Congreso Internacional Mujer y Hombre, el Compás de la Humanidad, que se celebra cada dos años en Roma, y que reúne a expertas en diversos campos del saber y del hacer; y la Fundación Mujer, Familia y Trabajo, que defiende los derechos laborales y familiares de las mujeres.
El nuevo feminismo de Juan Pablo II, recibió críticas tanto desde el feminismo tradicional como desde algunos sectores de la Iglesia católica. Algunas de estas son:
- Es una forma de paternalismo que pretende imponer un modelo único de mujer, basado en la maternidad y el servicio, y que ignora la diversidad y la autonomía de las mujeres.
- Una reacción conservadora que busca frenar las conquistas sociales y políticas de las mujeres, como el derecho al aborto, al divorcio, a la contracepción, a la igualdad salarial, etc.
- Es una contradicción, ya que el feminismo es incompatible con el cristianismo, que se basa en una visión patriarcal y androcéntrica de Dios, de la Iglesia y de la sociedad.
- Algo utópico, ya que no tiene en cuenta las condiciones reales de la mujer en el mundo actual, marcado por la pobreza, la violencia, la discriminación, la explotación, etc.
Estas críticas, sin embargo, no hacen justicia a la propuesta de san Juan Pablo II, que se basa en una visión antropológica y teológica de la dignidad y la vocación de la mujer, que reconoce su igualdad y su diferencia con el varón, y que busca su plena realización en el amor y en el servicio a la vida. El nuevo feminismo no es una imposición, sino una invitación; no es una reacción, sino una respuesta; no es una contradicción, sino una integración; no es una utopía, sino una esperanza.
El nuevo feminismo que propuso Juan Pablo II es, por tanto, una respuesta a los desafíos y problemas que enfrenta la mujer en el mundo actual, y una invitación a descubrir y vivir su verdadera dignidad y vocación, al servicio de la vida y del amor.