Grupo de adolescentes

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¿Cuál es el mecanismo neuronal detrás de ayudar a alguien a costa de uno mismo?

El grado en que una persona empatiza con la angustia de los demás influye en su voluntad de ayudar

A lo largo de los años, filósofos y científicos han sugerido que el grado en que una persona empatiza con la angustia de los demás influye en su voluntad de ayudar. Esto puede suponer renunciar a algo que nos importa por el hecho de hacer felices a otros. Pero ¿qué mecanismos cerebrales nos ayudan a tomar esas decisiones y por qué algunas personas ayudan más que otras?

Utilizando una configuración única, investigadores del Laboratorio del Cerebro Social del Instituto Holandés de Neurociencia han investigado el mecanismo neuronal detrás de este dilema universal: decidir ayudar a alguien incluso cuando eso implica un sacrificio personal.

Para explorar esta hipótesis experimentalmente, Kalliopi Ioumpa y Selene Gallo, bajo la supervisión de Christian Keysers y Valeria Gazzola, investigaron el comportamiento prosocial, –aquel que siendo voluntario busca beneficiar a los demás– en personas que autodeclararon tener sinestesia de dolor en el espejo. Las personas que padecen sinestesia de dolor en el espejo informan que sienten dolor en su propio cuerpo cada vez que presencian el dolor de otra persona. Si compartir el dolor de los demás es de hecho un motivador clave para ayudar a los demás, estas personas deberían ser particularmente generosas.

Christian Keysers explica en un comunicado que «para entender mejor por qué algunas personas ayudan más que otras, en el pasado, nuestro laboratorio había realizado experimentos con participantes que se encuentran en el extremo inferior de la empatía, incluidos individuos con psicopatía. Esta vez, queríamos observar el extremo opuesto: personas que sienten el dolor de los demás mucho más, que sienten que el dolor está en su propio cuerpo», y añade: «En la literatura, existía la idea de que estos participantes sienten un dolor tan localizado cuando presencian el dolor de los demás, porque su cerebro activa las cortezas somatosensoriales, regiones que normalmente solo participan en el sentido del tacto en el propio cuerpo. ¿Eso influiría en sus donaciones?».

El escenario del conflicto

Para estudiar un conflicto realista en un entorno de laboratorio controlado es necesario adoptar un enfoque creativo en el que los participantes sientan que sus decisiones tienen consecuencias reales tanto para ellos mismos como para los demás. «Si simplemente les preguntas a las personas si son generosas o no, la mayoría de ellas prefieren decir que sí», dice Christian quien añade: «Para revelar las diferencias reales entre las personas, hay que crear una situación en la que la angustia de los demás parezca real y en la que ayudar tenga un coste real para los participantes», subraya Valeria.

En su estudio, crearon dicho conflicto al hacer creer a los participantes que participaban en el estudio junto con otro participante, cuando en realidad el otro participante era un actor, lo que mantenía la coherencia de cada experimento.

En el experimento, a los dos «participantes» se les asignaron dos papeles diferentes: uno, el actor, que fue filmado mientras recibía estímulos dolorosos en su mano; el otro, el participante, que recibió dinero real y podía donar parte de ese dinero para aliviar parte del dolor del otro participante. «Todos los participantes creían que el otro estaba recibiendo realmente el estímulo doloroso en su mano de maneras que dependían de sus donaciones», explica Kalliopi Ioumpa. «En realidad, grabamos con antelación al actor recibiendo estos estímulos dolorosos, de modo que todos los participantes vieron exactamente los mismos estímulos».

Como los participantes tomaban sus decisiones en el escáner fMRI, los investigadores pudieron analizar las áreas cerebrales relacionadas con sus decisiones y cómo se diferenciaban entre aquellos que sentían dolor en su propio cuerpo cuando veían el dolor de los demás y aquellos que no. Kalliopi Ioumpa: «Queríamos explorar cuánto ayudaría a los distintos participantes y cuáles serían los mecanismos neuronales subyacentes».

Sinestésicos y conducta prosocial

En comparación con los participantes de control, los que autodeclararon tener sinestesia del dolor en el espejo donaron significativamente más dinero para aliviar el dolor del otro participante, lo que da crédito a la creencia de que cuanto más sientes el dolor de los demás, más dispuesto estás a renunciar para ayudarlos.

Cuanto más sientes el dolor de los demás, más dispuesto estás a renunciar para ayudarlos

Como era de esperar, los investigadores también encontraron diferencias significativas entre los dos grupos al observar el mecanismo cerebral: «los sujetos que autoinformaron que experimentaban dolor en el espejo activaban más su corteza somatosensorial secundaria. Esta área cerebral está involucrada en experiencias sensoriales como el tacto o el dolor», explica Kalliopi Ioumpa. «Así que, mientras que la mayoría de nosotros simplemente nos sentimos incómodos cuando vemos a otras personas sufrir, los sujetos que experimentan sinestesia de tacto en el espejo tienen una mayor activación en su corteza somatosensorial, como si ellos mismos estuvieran experimentando dolor en las partes del cuerpo correspondientes, y están más motivados para ayudar», añade Christian.

Después de cada experimento, a los participantes se les dice la verdad sobre el otro participante que es actor, y reciben la cantidad de dinero que decidieron conservar.

Kalliopi Ioumpa: «Sabemos que el nivel de empatía de una persona puede cambiar. Las personas pueden aprender a potenciarla, pero también a suprimirla. Pensemos, por ejemplo, en los médicos, que tienden a volverse menos empáticos con el paso de los años porque necesitan bloquear su empatía». Valeria Gazzola: «Y, como explico en mi charla TEDx, todos podemos modular el grado de empatía que queremos mostrar en una situación concreta. La empatía no es un rasgo fijo, es algo que podemos controlar y que, como demostramos aquí, puede influir en el grado de prosocialidad que decidamos tener».

Sabemos que el nivel de empatía de una persona puede cambiar. Las personas pueden aprender a potenciarla, pero también a suprimirlaValeria Gazzola

«Este estudio también nos ayuda a comprender mejor el comportamiento prosocial y sus vínculos con la empatía. Demostramos que un grupo de individuos altamente empáticos, que sienten somáticamente el dolor de los demás, también muestra un comportamiento prosocial mejorado», explica Kalliopi Ioumpa. Los investigadores esperan que su trabajo pueda inspirar intervenciones para mejorar la empatía y el comportamiento prosocial en el futuro.

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