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Cómo cuidar la salud ocular este verano: consejos para todas las edades
Artículo elaborado por la Dra. Sara Bueno Fernández, Directora del Grado en Óptica y Optometría Universidad CEU San Pablo
Durante las vacaciones de verano cambiamos nuestras rutinas, el lugar de residencia, hacemos nuevas actividades, viajamos, hace más calor… todo ello predispone a que puedan aparecer riesgos que afecten, entre otras cosas a nuestra salud ocular. Vamos a recordar algunos aspectos que pueden ayudarnos a prevenir estos problemas. Estas recomendaciones son válidas a todas las edades, pero es especialmente importante tenerlas en cuenta en los niños, porque durante la infancia la visión se va desarrollando y madurando, por lo que prevenir problemas o corregirlos detectándolos precozmente evitará que aparezcan o que afecten a esa persona el resto de su vida
El calor y el aire acondicionado
Las altas temperaturas del verano hacen necesario que cuando estamos en casa, en un restaurante o en el coche, utilicemos el aire acondicionado o ventiladores. Estos crean unas corrientes de aire y un ambiente seco que también va a resecar la superficie de nuestros ojos, por lo que una práctica recomendada es situarnos lejos de las rejillas por donde expulsan esos aparatos el aire frío. Evitaremos la sensación de incomodidad y arenilla que produce la sequedad ocular y el enrojecimiento de los ojos. Y cuando estamos en el exterior, las altas temperaturas y más aún si el aire es seco, también pueden causarnos es sensación molesta. Podemos tratar de aliviar esa molestia cuando se produce, utilizando unas gotas de humectante o lubricante, conocidas generalmente como «lágrimas artificiales», que ayudarán a mitigar la molestia. Y si elegimos unas sin conservantes nuestros ojos nos lo agradecerán doblemente. El óptico optometrista o el farmacéutico nos podrán recomendar las más adecuadas en cada caso.
El sol
Todos buscamos el sol durante el verano y aunque sabemos lo importante que es proteger nuestra piel de esta radiación, a veces olvidamos que es igualmente importante proteger nuestros ojos. Más horas al aire libre, un sol más intenso y días más largos, requieren que protejamos no solo los ojos sino también la piel que los rodea (la más fina y delicada de todo el cuerpo).
La primera recomendación, todos la conocemos, es no mirar directamente al sol. También usar gorras o viseras, cremas con el factor de protección adecuado para cada lugar y cada tipo de piel y por supuesto, imprescindibles unas gafas de sol que se ajusten bien a la forma de cada rostro.
Unas gafas de sol adecuadas, homologadas y con un filtro elegido según el lugar y la actividad que vamos a realizar evitarán no solo que en esos días soleados una parte de luz visible del sol sea filtrada y no nos deslumbre, sino que también nos protegerán de esa otra parte de esa luz que no es visible para nuestros ojos: la luz ultravioleta. Los daños que el sol puede causar a nuestros ojos van desde los más leves, como molestias o irritaciones tras la exposición, a quemaduras más importantes (fotoqueratitis, fotoconjuntivitis), e incluso lesiones que pueden ser difícilmente reparables o irreparables a nivel de los párpados, córnea, cristalino y retina. Por eso es tan importante adquirir las gafas de sol en establecimientos en los que nos puedan asesorar sobre el filtro más adecuado para cada lugar y para cada edad, porque las gafas de sol no son solamente para las personas mayores, también deben usarlas los niños, desde los más pequeños.
El baño
Los problemas como irritaciones, conjuntivitis por bacterias o virus o las alergias u ojos rojos, son relativamente frecuentes en verano sobre todo relacionados con la exposición al agua durante el baño en playas, piscinas o ríos, que pueden producir esos efectos. En mares y ríos las aguas no están tratadas y los microorganismos que contienen son un posible foco de infección y pueden llegar a producir conjuntivitis y queratitis por bacterias o virus. En las piscinas, los compuestos químicos que se usan para tratar las aguas, como la sal y el cloro y los contaminantes que también puede haber, son irritantes y producen una pequeña lesión, superficial en casi todos los casos, generalmente pasajera y molesta, que da lugar a picor, ardor y enrojecimiento.
La forma de prevenirlo es no meter la cabeza ni abrir los ojos bajo el agua o usar gafas de natación o buceo. A veces, en el caso de los niños, no es fácil que se las pongan, pero será la única forma de estar tranquilos en este aspecto durante el baño. Además, si habitualmente usamos gafas graduadas, en las ópticas nos pueden informar sobre gafas de baño que se pueden graduar.
Gafas y Lentes de contacto
En España casi 30 millones de personas usan gafas para corregir su visión y unos 3,5 millones usan también lentes de contacto, porque necesitan ver bien de lejos, de cerca o para ambas distancias. Y en algunas ocasiones, en verano, aunque sean imprescindibles para ver, molestan o no protegen o directamente para algunas actividades no se deben usar.
Si somos de los que quieren seguir viendo bien con las gafas en interior o exterior y a todas las distancias, podemos acudir al óptico optometrista que nos aconsejará lo más conveniente: gafas de sol graduadas, o si no queremos unas segundas gafas, gafas con lentes que cambian de color cuando les da la luz del sol (fotocromáticas) y tendremos con solo unas gafas la solución. También hay suplementos con lentes de protección solar tipo «clip» para muchos modelos, que se ajustan con unos pequeños imanes sobre la gafa graduada. Y para bañarnos, las gafas de buceo o natación graduadas que ya hemos comentado. También hay una gama muy amplia de gafas de protección solar adaptadas a cada tipo de deporte o actividad.
Pero si somos de los que prefieren las lentes de contacto o lentillas, como se las llama habitualmente, en verano será necesario extremar las precauciones: no debemos NUNCA ducharnos, bañarnos o bucear con las lentillas puestas, ya sea en la piscina o en el mar, ni siquiera aunque tengamos los ojos cerrados. Lo menos importante es que hay muchas posibilidades de que se salga del ojo y se pierda.
Entre los posibles problemas, además se pueden sufrir úlceras corneales, infecciones bacterianas, y queratitis por Acantamoeba, que pueden incluso llegar a provocar la pérdida de visión. La Acanthamoeba, es un protozoo que está frecuentemente en el agua y que en el 90% de casos en que producen infecciones (pocas, afortunadamente) se dan en personas que usan lentes de contacto, especialmente blandas sin seguir los consejos de uso e higiene adecuados. Así que lo mejor es ir a la playa o piscina sin las lentillas, con unas gafas graduadas con la adecuada protección solar, y si realmente necesitamos ver bien para nadar, la mejor recomendación es tener unas gafas de natación graduadas.