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Ilustración: eutanasia

Lu Tolstova

Sociedad

La eutanasia de dos mujeres destapa el «sacrificio» de los más necesitados en Canadá

Polémica en el país norteamericano por la aplicación de esta medida a personas desesperadas por motivos económicos

Una mujer canadiense de 51 años, víctima de una sensibilidad severa a los productos químicos, llevaba años pidiendo sin éxito una vivienda asequible libre de humos y limpiadores industriales. Tras su enésimo fracaso, esta persona acabó pidiendo la eutanasia, algo que el gobierno aceptó sin titubear.

En un vídeo filmado por ella misma ocho días antes de su muerte, Sophia –nombre falso que ella misma se asignó para proteger a su familia– denunciaba su situación: «El gobierno me ve como basura prescindible, quejosa, inútil y un dolor en el culo». Esta mujer había sido diagnosticada con el síndrome de sensibilidad química múltiple, una condición crónica también conocida como enfermedad ambiental que provoca una serie de síntomas recurrentes de distinta consideración.

Según revela CTV News, Sophia falleció a pesar del frenético esfuerzo de amigos y simpatizantes para conseguirle una vivienda segura y asequible en Toronto. De hecho, dejó varias cartas en las que durante suplicaba a las autoridades que le ayudaran a encontrar un hogar lejos del humo y los productos químicos que flotaban en su apartamento a través de los sistemas de ventilación.

El propietario de su apartamento incluso se negó a creerla y tuvo que pasar todo el confinamiento a comienzo de la pandemia sellando las rejillas de ventilación para evitar la entrada de sustancias químicas y humo. Al final, desesperada, pidió acogerse a la eutanasia, una medida que el gobierno canadiense permite incluso en pacientes psiquiátricos.

Otra mujer de 31 años y con una patología parecida, acaba de obtener la aprobación final para recibir la eutanasia después no encontrar una vivienda adaptada a sus necesidades. Denise, nombre ficticio, sufre una lesión en la médula espinal desde hace seis además de otras enfermedades crónicas que la obligan a usar una silla de ruedas.

Sus únicos ingresos provienen de un programa de ayuda a discapacitados que le reportan unos 1.200 dólares al mes para vivir en una de las ciudades más caras de Canadá. Tras seis meses pidiendo una vivienda, esta residente de Toronto ha acabado por pedir la eutanasia.

Estos casos han puesto de manifiesto las facilidades que el gobierno canadiense da a las personas que quieren acabar con su vida por el solo hecho de no encontrar salida a su situación. Un informe elaborado por expertos canadienses ya advirtió que, si no se modificaba la ley que regula el suicidio asistido, los pacientes más vulnerables corrían el peligro de ver acortados sus días.

«La sociedad civil está convencida de que ayuda a algunos pacientes a morir para aliviar el sufrimiento relacionado con una enfermedad incurable pero, en realidad, estas personas recurren a la eutanasia simplemente por soledad o incluso por pobreza. Dudo que los canadienses apoyen esto con conocimiento de causa», aseguró Sonu Gaind, psiquiatra de Toronto y coordinador del estudio.

«¿Por qué Canadá sacrifica a los pobres?»

Hace unas semanas, el especialista en Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford, Yuan Yi Zhu, publicó una dura columna en The Spectator en la que se preguntaba «¿Por qué Canadá sacrifica a los pobres?». En ella, Yi Zhu denunciaba que «la ley canadiense, en toda su majestuosidad, ha permitido que tanto los ricos como los pobres se suiciden si son demasiado pobres para seguir viviendo con dignidad». «Lo que no hará es gastar dinero para permitirles vivir en lugar de suicidarse».

En septiembre de 2019, el Tribunal Superior de Quebec dictaminó que la eutanasia no debería reservarse únicamente a personas afectadas por enfermedades terminales o «decesos razonablemente previsibles».

Gracias a esta legislación, «los canadienses de todo el país descubrieron que aunque preferirían vivir, eran demasiado pobres para mejorar sus condiciones en un grado aceptable», exponía el experto de Oxford.

«No es casualidad que Canadá tenga uno de los gastos de atención social más bajos de todos los países industrializados, los cuidados paliativos solo son accesibles para una minoría y los tiempos de espera en el sector de la salud pública pueden ser insoportables, hasta el punto de que la misma Corte Suprema que legalizó la eutanasia declaró aquellos tiempos de espera como una violación al derecho a la vida allá por 2005».

«Ventajas económicas»

A pesar de los intentos del gobierno canadiense en justificar la eutanasia como una cuestión de autonomía personal, lo cierto es que no ha disimulado las «ventajas económicas» de esta medida. De hecho, confirmó en un informe oficial la reducción que había supuesto la ley de la eutanasia de los costes médicos de pacientes.

Hace unos años, un comité de expertos nombrados por el parlamento canadiense estudió la posibilidad de reformar la ley de la eutanasia para, entre otras cosas, permitir su aplicación a menores de 18 años. De momento, se ha aprobado su extensión a enfermos mentales a partir de marzo de 2023. Veremos hasta dónde llega el afán del ejecutivo canadiense por amortizar la muerte de personas desesperadas.

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