Juan Luis Manfredi: «La idea de que la universidad es igualadora está bien como punto de partida, pero no de salida»
Entrevistamos al titular de la Cátedra Príncipe de Asturias en la Universidad de Georgetown
Profesor de periodismo y Relaciones Internacionales, Juan Luis Manfredi es, desde el pasado año, titular de la Cátedra Príncipe de Asturias en la Universidad de Georgetown, una tribuna incomparable desde la que acercar la cultura española al país norteamericano.
–¿Qué tal en Washington?
–Es una experiencia enriquecedora. Washington es un microcosmos global donde uno tiene inputs de todo tipo. A los que nos dedicamos a este mundo entre la comunicación, el periodismo y la diplomacia global es el sitio global.
–Ha llegado a Estados Unidos en un año muy 'caliente' políticamente hablando. ¿Ha notado la polarización en la sociedad estadounidense?
–La polarización es uno de los males más visibles de la sociedad norteamericana. Tiene tres ejes: en el económico se ha acentuado la desigualdad; en el ámbito social vemos brechas importantes de formas de entender la vida y el desarrollo normativo del país; y en el político, cada vez hay menos estados independientes con votos más fijos. Esto no es especialmente malo, pero crea brechas entre ciudadanos.
Hemos cambiado el acceso a los hechos por el acceso a los credos; queremos estar cómodos con lo que leemos
–En este aspecto estará viendo de cerca el uso de la desinformación y las fake news. ¿Cómo ha cambiado esto el paradigma informativo?
–La desinformación genera un problema general que tiene que ver con la epistemología: cómo accedemos a la información, qué información queremos tener y a quién queremos creer. Hemos cambiado el acceso a los hechos por el acceso a los credos, queremos estar cómodos con lo que leemos. Y esto no es la tarea del periódico, que es informar. Quizá explica por qué la gente quiere leer menos prensa y dedicar más tiempo a redes sociales donde se controlan los inputs. En ese caldo de cultivo principia la desinformación.
–Podemos hablar de usted como nuestro principal embajador educativo en EE.UU. ¿Cómo ve la sociedad estadounidense a España?
–Tenemos una imagen interesante: somos un país amable, fiable, cómodo… Pero ser amable, fiable y cómodo no siempre es lo mejor porque puede pasar a la indiferencia a gran velocidad. Somos un socio económico y en defensa bastante fiable, pero podríamos ser más.
En general, el estadounidense tiene una imagen de España simpática pero poco profunda: no tiene demasiado interés en conocer nuestra tecnología, avances que no sean más allá del turismo, la historia, la gastronomía… Cosas muy básicas que son perfectas como punto de partida pero habría que construir sobre ella algunas cosas que tienen que ver con inversiones, con empresas o con marcas. Me temo que eso lo tenemos que trabajar.
España debería interesarse por liderar algún tipo de proyecto con el respaldo europeo
–¿Ha ayudado el conflicto de Ucrania a mejorar esa percepción de España?
–Esta guerra de Ucrania sucede en un contexto geopolítico en el que España puede dar un salto cualitativo. Ya tiene una posición geográfica muy relevante en Defensa y lo siguiente debería tener que ver con el proyecto político. Después de la sucesión de crisis –la de 2008, la de Crimea, los refugiados, el Brexit, el trumpismo y la pandemia–, ahora hay que proponer algo. Necesitamos un proyecto político que ilusione, que recupere valores de la Ilustración. España debería interesarse por liderar algún tipo de proyecto con el respaldo europeo.
–¿Hay un exceso de partidismo en la política exterior española?
–Hemos pasado de no tener ningún interés en política exterior a la polarización y el uso de la política exterior con fines partidistas o electorales. Eso dificulta mucho el manejo de la acción exterior porque, si vamos a cambiar los intereses en función de los socios, va a ser difícil hacer valer nuestra posición en los sitios en los que se nos espera: América Latina y Mediterráneo.
–¿Tendemos a creernos la Leyenda Negra más que nuestros propios 'enemigos'?
–Nos encanta padecer la Leyenda Negra y deberíamos recuperar algunos de nuestros activos universales y las aportaciones a la historia de la humanidad. Hemos tenido aportes sistemáticos y hay que ver también lo bueno. ¿Qué país no ha tenido problemas en su historia? Tenemos que asumirlos e intentar construir hacia delante.
–En España, la nueva reforma educativa está reduciendo la exigencia al mínimo. ¿Se está perdiendo la cultura del esfuerzo?
–La cultura del esfuerzo debería ser un mantra a recuperar. Hay que tener más tolerancia al fracaso porque los objetivos de la vida se consiguen trabajando cada día. La vida tiene que ver más con el maratón que con el sprint. Esto es un marco de entendimiento erróneo.
La idea de que la universidad es solo igualadora está bien de punto de partida, pero no de salida
–Imagino que choca completamente con la mentalidad estadounidense, tan competitiva.
–En Estados Unidos un alumno invierte en su futuro, por eso se hipoteca. A veces sale bien y a veces sale mal, pero sabe que hay un retorno. Hay unas diferencias abismales entre los que tienen acceso a la universidad en los salarios y por eso apuestan en sí mismos. No copiaría todo de la universidad americana, pero esa idea de invertir en el futuro es importante. La idea de que la universidad es solo igualadora está bien como punto de partida, pero no de salida.
–En sus artículos, suele referirse al término 'desglobalización'. ¿En qué consiste esta idea?
–Es una idea que demuestra el mundo en el que vivimos, que tiene que ver con el proyecto político por desmontar el sistema de gobernanza global. Esto tiene consecuencias políticas de bloqueo de instituciones multilaterales, como el Brexit o en la OMC, que acaban siendo inútiles.
En el ámbito económico tiene que ver con la idea de atraer de nuevo a la industria. Eso tiene en realidad un tufo de proteccionismo de cerrar fronteras por miedo a lo que viene de fuera.
Y tercero tiene que ver con la cultura. Este auge de la nostalgia, de autenticidad, que está presenten en cualquier discurso y tiene que ver con este declive del cosmopolitismo y el auge del neopopulismo.