Crítica de cine
'La casa Gucci': una tragedia griega del mundo de la moda
Ridley Scott cuenta con soltura narrativa una historia compleja a la que le sobra algo de histrionismo
Más allá de Maurizio y Patrizia: la verdadera historia que esconde la Casa Gucci y no cuenta la película
Cuando aún no ha desaparecido de la cartelera El último duelo, nos llega otra película del mismo director, el veterano Ridley Scott. Como sugiere el título del film, Scott nos sumerge en la vida de Maurizio Gucci (1948-1995), nieto de Guccio Gucci, fundador de la famosa empresa de artículos de lujo y moda que lleva su apellido.
La película arranca cuando Maurizio (Adam Driver) está estudiando Derecho y es el heredero natural de Rodolfo Gucci (Jeremy Irons), hijo del citado Guccio. En una fiesta de la alta sociedad el joven Maurizio conoce a Patrizia Reggiani (Lady Gaga), una oportunista que no deja escapar la ocasión de tratar de 'cazar' a uno de los jóvenes más ricos y prometedores del Milán del momento. Y lo consigue. Pero el anciano Rodolfo, cargado de experiencia, en seguida se da cuenta del tipo de mujer que es Patrizia y se opone a la relación. Y aquí comienza un conflicto que va a llegar demasiado lejos. Rodolfo tiene un hermano, Aldo (Al Pacino), que lleva el negocio Gucci en Nueva York y que tratará de reconciliar a Maurizio con su padre, pensando en el futuro de la compañía.
El origen de esta película está en Sara Gay Forden, una periodista que durante quince años escribió sobre las grandes familias italianas de la moda, como Gucci, Armani, Versace, Prada o Ferragamo. Con todo el material que tenía sobre la historia de los Gucci decidió escribir un libro, que se publicó en 2000 con el título de The House of Gucci: A Sensational Story of Murder, Madness, Glamour, and Greed, y que es la base del guion de Becky Johnston (El príncipe de las mareas, Siete años en el Tíbet…) y del debutante Roberto Bentivegna.
Soltura narrativa e histrionismo
Ridley Scott tiene el acierto de contar con soltura narrativa una historia compleja. A pesar de sus más de dos horas y media de duración, la cinta transcurre con agilidad y claridad expositiva. Quizá le sobra un poco de histrionismo en algunos personajes y en algunas escenas, lo que proporciona al film un cierto aire irónico y cruel, a veces caricaturesco, dando la sensación de que el propio Scott se ríe del patetismo de los personajes.
Sin embargo, este tono un poco forzado o artificioso no impide que la historia se alce casi como una tragedia griega o un drama shakespeariano, y que se ventilen los grandes temas clásicos de la ambición de poder, la venganza, el ascenso y la caída, el perdón, la traición y la fatalidad del destino. Este último, por cierto, representado por una especie de meiga, una lectora de cartas, interpretada por Salma Hayek, y que, cual bruja de Macbeth, es el catalizador que precipita los acontecimientos. En ese sentido, a pesar del entorno católico en el que se desenvuelve el drama, la historia está más cerca del fatalismo helénico que de otra cosa. En la historia apenas hay personajes inocentes, todos tienen su lado oscuro, todos toman en algún momento decisiones equivocadas,… y todos pagan la factura que les presenta la vida. No hay lugar para la redención ni para la misericordia.
El reparto es deslumbrante, y lo más llamativo es quizá el trabajo de Lady Gaga. A fin de cuentas, en Ha nacido una estrella ella interpretaba a una cantante, pero aquí debuta realmente como actriz dramática y lo hace impecablemente. A Jared Leto le toca el papel más burlesco, encarnando a Paolo Gucci, el hijo afeminado y soñador de Aldo, el personaje más injustamente tratado de la historia.
La puesta en escena es brillante, con una recreación glamourosa del Milán de los setenta, acompañada de una excelente selección musical de canciones pop de la época. Aunque el centro del film no es el mundo de la moda sino las intrigas familiares y empresariales, no nos privaremos de ver un despliegue de vestuario deslumbrante, amén de las escenas de pasarelas, todo ello de la mano de Janty Yate, habitual diseñadora de vestuario en las películas de Ridley Scott.
En fin, no estamos ante la mejor película de Ridley Scott (¿cómo se podría superar Blade Runner?), pero sí ante una obra digna, interesante, llena de buen oficio y muy entretenida. Al público siempre le ha gustado ver en la gran pantalla las desgracias de los ricos. Qué se le va a hacer.