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DANIEL LLAGÜErRI

¿Y si Israel gana Eurovisión?

En este enjambre de política, ocultismo y decadencia. Eurovisión traga con todo… siempre que «no sea político». Y apareció Chiquilicuatre, que fue un auténtico desastre, dando ahora el testigo a Nebulossa

Actualizada 04:30

El festival de música imaginativa, autóctona, electrónica, rompedora y familiar se ha convertido en la trinchera política de los alternativos, de los que intentan, a través de la música, desestabilizar el entorno. La UER (Unión de Radiodifusión Europea) con su permisibilidad y su dejadez abrió hace unos años el portón televisivo por donde se colaron todo tipo de personajes y hoy, la edición de 2024, la protagoniza en primer lugar Israel.

Parece como si un túnel kilométrico de los que utiliza Hamás en Gaza llegara hasta Malmoe (Suecia), la sede del festival, y por ahí aparecieran decenas de manifestantes contrarios al estado judío y exigiendo la expulsión de Israel del festival por atacar Gaza y dejar a miles de palestinos abandonados a su suerte. Apedrean coches policiales, abuchean a la representante de Israel, Eden Golan, en los ensayos, en las ruedas de prensa, en la calle. Algunos intérpretes de otros países airean banderas palestinas o lanzan gritos a favor de Palestina. Incluso en algún país, como España, un partido político Sumar, miembro del Gobierno, pide 24 horas antes del evento que sea expulsado Israel del festival. La representante hebrea cambió la letra de su canción elegida: Hurricane ha sustituido a October Rain, tras la oportuna intervención del presidente Isaac Herzog. La UER no aceptaba una letra dedicada a los 1.700 muertos israelíes en el asalto terrorista de Hamás. La UER se ha apresurado a recordar que «Eurovisión es un evento apolítico en el que compiten artistas y cadenas de difusión, no gobiernos». Demasiado tarde, los miembros de la UER hace más de diez años que han permitido mezclar música y política.

Edan Golan, una joven de 20 años, que al finalizar el festival se incorporará al ejército, ha mantenido en su canción referencias en hebreo a los ataques terroristas de Hamás: «cariño prométeme que me abrazarás otra vez, aún sigo destrozada por este huracán, este huracán, este huracán… No se necesitan grandes palabras, sólo oraciones. Incluso cuando es difícil mirar, siempre tendrás para mí una lucecita».

Israel ha pasado a la final. La canción está muy bien interpretada, la coreografía es impactante y se ha colocado entre las más apoyadas. Pero las apuestas tienen cinco países favoritos: Croacia, Suiza, Italia, Ucrania e Irlanda. El voto popular puede decidir un final inesperado. ¿Y si gana Israel?

El festival, además de ese entorno politizado intencionadamente, aporta otros asuntos que pasan desapercibidos y que escenifican un escenario ¿político?: la irlandesa Bambie Ray Robinson, conocida en los escenarios como Bambie Thug, se maquilla con un mensaje contra la invasión israelí en Gaza, su ropa muestra los colores trans pero lo más esperpéntico es que sus mensajes diabólicos hablan de sus problemas de ocultismo, salud mental y dismorfia. Es una artista que califica su estilo como «Ouija Pop». Lo más curioso es que la coreografía que simula estar en plena acción de una ouija la ha creado un español, el eldense Sergio Jaén que no ha dudado en señalar que «la coreografía puede ser satánica…».

En este enjambre de política, ocultismo y decadencia. Eurovisión traga con todo… siempre que «no sea político». Y apareció Chiquilicuatre, que fue un auténtico desastre, dando ahora el testigo a Nebulossa. Las casas de apuestas la ubican en el último lugar. Su Zorra va dedicada a la comunidad LGTBI, y en X tiene sus seguidores. Los gritos de «zorra, zorra» de los asistentes a los ensayos le dieron algo de confianza, pero… una vez más España no ganará el festival de Eurovisión. Pero a los políticos y seguidores de Sumar, Podemos y algún despistado más, les encanta la canción.

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