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08 de septiembre de 2024

El documental Un hombre sin miedo se estrena en los cines este viernes 7 de junio

El documental Un hombre sin miedo se estrena en los cines este viernes 7 de junioSyldavia Cinema

Crítica de cine

El documental sobre el padre Llanos, ¿un cura villero a la española?

Un hombre sin miedo, dirigido por Juan Luis de No, ahonda en la figura del jesuita José María Llanos

Esta semana nos vamos a fijar en un valioso documental del que imaginamos que poca gente va a hablar. Precisamente por eso queremos llamar la atención sobre él. Seguramente sea incompleto, limitado y parcial, pero supone una aproximación crítica a nuestro pasado reciente a través de la vida y la obra del jesuita José María Llanos. Los jóvenes ni siquiera tendrán noticia de la existencia de este hombre que falleció en 1992 a sus ochenta y seis años. Decir que fue un cura que dedicó su vida a los más necesitados parece hoy una obviedad. ¿No es lo que la Iglesia ha hecho siempre, al menos a través de muchos de sus hijos más queridos? Ciertamente. Pero el contexto sociopolítico y eclesial del P. Llanos hacen su misión muy peculiar, y sobre todo merece una reflexión su deriva personal en los últimos años de su vida.

El P. Llanos fue un hombre del régimen de Franco durante mucho tiempo. Como para no serlo: sus hermanos fueron asesinados en la Guerra Civil, y uno de ellos torturado con un crucifijo que le clavaron a martillazos. Cuando estalló la guerra, Llanos era un licenciado en Químicas, novicio jesuita que vivía fuera de España porque la Compañía de Jesús había sido expulsada por la República. Su implicación con el nacionalcatolicismo fue tal que llegó a predicarle los Ejercicios Espirituales a Franco. Desarrollaba una intensa actividad pastoral al servicio del «rearme moral» de los españoles. Pero un día descubrió, literalmente, que había otra España, muy pobre, marginada, sin medios ni educación. En aquellos años del primer franquismo la brecha social era enorme. Y gran parte de esos desclasados eran los vencidos de la Guerra. Y el jesuita decidió dedicar su vida pastoral a ellos.

Abandonó su casa de jesuitas de la calle Maldonado, en pleno barrio madrileño de Salamanca, y se fue a vivir al Pozo del Tío Raimundo, un terreno lleno de barro y chabolas al final de Palomeras, en Vallecas, al otro lado de la vía del tren. Construyó una iglesia y empezó una labor educativa cristiana impresionante. Y así fue durante años, hasta que los setenta trajeron de nuevo la polarización ideológica, y el P. Llanos se acercó al Partido Comunista, a Comisiones Obreras y acabó saliendo en la prensa en una foto que dejó estupefactos a propios y a ajenos: un cura tradicional de toda la vida con el puño en alto.

Cuando murió, en el entierro la mitad cantaba la Internacional y la otra mitad rezaba el rosario. El alcalde Álvarez del Manzano consiguió que se le enterrara en una iglesia y no en una Casa del Pueblo, como pretendían algunos.

El documental de Juan Luis de No, no se limita a contar estos hechos gracias a una magnífica documentación, sino que a través de declaraciones bastante inteligentes nos brinda un sugerente retrato de una época. Un retrato en el que faltan cosas, como por ejemplo ¿qué posición tenían los superiores de la Compañía de Jesús o el arzobispo de Madrid ante este cura obrero? ¿Qué pensaba el régimen que durante años mandó ni un solo policía al Pozo? Pero las ausencias no quitan mérito a lo que sí ofrece la película, como un repertorio de fotografías que dan para una exposición monográfica sobre la historia del Pozo. Entre las intervenciones, la que propone un hilo conductor es la del conocido jesuita Pedro Miguel Lamet, pero las que dan color al documental son las de los vecinos del Pozo que vivieron muy cerca del P. Llanos, vecinos que también hacen una lectura crítica del personaje, como su carácter dictatorial, sus contradicciones, su forma de afrontar la llegada de la droga en los ochenta…

En fin, una película que se suma a otras recientes que demuestran que ya se ha empezado a hacer un cine español de revisión histórica que marca distancias y que no se define por la revancha, la venganza o el guerracivilismo, sino por un interés positivo por nuestra propia historia.

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